VALENTINA GRECO – VENTA LES RANES (VILLAVICIOSA) – 107 HABITANTES
Al dente. Milanesa, un Erasmus la trajo a Madrid y la necesidad de dejar atrás los agobios de la capital la encaminó a Asturias. Eligió una aldea maliaya para ver crecer a su hijo y vivir de su empresa, una ‘trattoria rural’

PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA

Valentina Greco llegó a España desde Milán como Erasmus y se quedó. De eso hace ya casi dos décadas. Completó sus estudios de Bellas Artes en la Complutense de Madrid, la ciudad donde conoció a su marido y donde ambos residieron hasta que, en su propia expresión, «nos aburrimos de vivir en la capital por el agobio de los atascos, las prisas, todo eso», y decidieron buscar un lugar alejado de la vorágine urbana. «Pensamos en el País Vasco, pero nos echó atrás el idioma. También en Galicia. Al final, el dedo en el mapa nos trajo a Asturias», explica. Aquí trabajó en el departamento comercial de una gran empresa y encontró en Castiello la Marina (Villaviciosa) el espacio donde formar un hogar. Perdió el empleo al quedarse embarazada. «Me quedé en la calle y tuve que reinventarme», evoca. Así nació ‘Que cocine Valentina’, un obrador de pasta fresca y otras especialidades italianas con merendero y terraza, que lleva el marchamo de ‘trattoria rural’.

Ubicado en Venta les Ranes, a pie de la carretera de El Pedroso, el local donde Valentina prepara sus platos albergó durante años la carnicería del pueblo, como refleja el rótulo que conserva en la fachada. Otro cartel llama la atención al visitante: «Aquí no hay wifi, hay pájaros». Es toda una declaración de principios del modelo de negocio por el que esta emprendedora milanesa ha decidido apostar. «La gente me dice que si estuviera en Gijón me forraría, pero es que yo no quiero eso. Elegimos estar aquí para vivir y disfrutar del campo. Tengo un niño pequeño, quiero trabajar cerca de él, verlo crecer. Ese era nuestro deseo, que él pudiese pasar sus primeros años en un pueblo y en contacto con la naturaleza, una infancia libre sin las complicaciones que tenemos en las grandes ciudades. El día de mañana tendrá mis bendiciones para irse donde quiera». Cree en la calidad de vida que ofrece una pequeña población frente a las grandes urbes: «Teníamos el ‘mal de Madrid’, el estrés para cualquier gestión o una simple compra, y aquí es algo que no hay. Vas a Zara, estás en el probador y te llega una chica: ‘¿Qué tal la tallina, fía?, ¿cámbiotela?’. Esa cercanía no existe en Madrid y menos, en Milán», opina.

Actividad de futuro
En cuanto a las posibilidades puramente profesionales del medio rural, afirma rotunda que «es el futuro. Sobre todo, en una actividad como la mía, no hay duda. La mayoría de mis clientes son gente de Oviedo o Gijón que quieren venir a estar al aire libre, ver un poco de verde, tranquilidad. Pero no solo hay oportunidades para la hostelería, es cuestión de tener ideas y facilidades de la administración, tanto en asesoramiento como en los trámites». Reconoce que la ubicación ha favorecido el éxito de su empresa: «Es un punto neurálgico para turistas vacacionales y de fin de semana, a un paso de la autovía», y, aunque el verano es el pico alto de actividad, el obrador funciona todo el año. «No es un restaurante, es una trattoria con terraza y donde la gente se lleva la comida», matiza Greco. De su futuro, afirma: «Estoy en mi medio, pero la vida es un viaje. Hoy me quedo, mañana quién sabe, a lo mejor me voy a Costa Rica» (risas).