OCTAVIO VILLA

EL COMERCIO inicia la publicación de una serie de informaciones, artículos y propuestas que, bajo el epígrafe general de ‘Pegados a la Tierra‘ se propone invitar a sus lectores a que afronten una reflexión sobre una región casi en crisis endémica, pero que puede y debe tener un futuro prometedor.

Para ello, presentaremos sin maquillaje las diversas problemáticas que presenta Asturias, con un enfoque multidisciplinar. Entre ellas tienen un peso fundamental la continua sangría demográfica que la región sufre desde 1985, tanto más grave cuanto menos equilibrada es. Las alas de Asturias se quedan sin habitantes, en algunos casos hasta el nivel que los sociólogos llaman «desierto demográfico» (menos de tres habitantes por kilómetro cuadrado). Se entra así en un círculo vicioso en el que la falta de espectativas y los desequilibrios sociales y económicos desalientan la formación y el asentamiento en dichas zonas de nuevas familias, y ello ahonda en la desaparición de la actividad. Así, los jóvenes más preparados dejan las zonas rurales, y estas se quedan cada año con una proporción más elevada de personas de edades avanzadas. Estudios de la Universidad de Oviedo y del Principado anuncian que dentro de una década habrá varios municipios rurales en los que la media de edad de la población supere con amplitud los 60 años (los vecinos de Illano tendrán de media 66 años en 2033).

El Principado concentra en menos del 20% de su territorio más del 80% de su población, en una tendencia que lo antedicho no hace sino acelerar. Este hecho, por una parte, obliga a retomar el proyecto del llamado ‘Ocho asturiano’ o ‘Ciudad Astur’, con evidentes oportunidades de creación de empleo por cuanto que la conurbación precisará una mejora evidente de las infraestructuras de comunicación, de los servicios públicos y también conllevará más y mejores opciones para las empresas.

Guetos sociológicos
Pero, del mismo modo, hace imprescindible que el Plan Demográfico del Principado se aplique con presupuestos asignados a medidas concretas de reactivación de las comarcas mineras y agrícolas, salvo que se tome la decisión (que no deja de ser política, y a la que las urnas podrán o no refrendar) de dejar que el Nalón y el Caudal, el Suroccidente y parte de la costa occidental, y los municipios menos turísticos del Oriente de la región acaben volviendo a ser un Paraíso Natural… deshabitado.

Ello conlleva varios riesgos. Uno, que dichas zonas, en las que hoy viven aproximadamente 150.000 asturianos, se puedan convertir en guetos sociológicos, bolsas de desempleo para los jóvenes y adultos que se queden y retiros en forzosa soledad para los más mayores. No es un peligro en el horizonte. Es ya una triste realidad, que entre otros costes éticamente no asumibles implica que una alta proporción de esos conciudadanos sufren patologías como depresión, ansiedad y, como constatan las estadísticas, coadyuvan a que Asturias tenga una de las tasas de suicidios más altas de España, doblando la media nacional, con dos perfiles principales: hombres de 40 a 50 años del entorno rural, soltero y con escasas perspectivas socioeconómicas, por una parte, y personas de avanzada edad, solitarias, en entornos urbanos.

Se trata, pues, de ayudar a contar con un diagnóstico permanentemente actualizado de las carencias. Y por ello, de forma muy principal, se trata de proporcionar un altavoz para lo que se está haciendo bien por parte de la propia ciudadanía, con emprendimiento económico y social, y por parte de los diversos niveles de la Administración (local, regional, nacional y de la UE, determinante).

Asturias tiene futuro. Es una región rica en recursos naturales, con personas muy preparadas y con capacidad de emprendimiento demostrada y una capacidad de sacrificio aún más puesta a prueba. En el siglo XXI hay que competir en un entorno global. De nosotros, ciudadanos de a pie y gobernantes, depende que sepamos poner en marcha las medidas que faciliten que Asturias siga siendo una región con una alta esperanza de vida, pero que esa esperanza sea también la de una alta calidad de vida, creativa, productiva, socialmente estructurada y con garantía de relevo generacional.