AURELIO LÓPEZ. QUESERÍA PICURRIELLU. PIE DE LA SIERRA (LLANES) – 76 HABITANTES
Tradición familiar. Desde pequeño encontró en el queso la felicidad absoluta. Ahora tiene una granja con 200 cabras y trabaja bajo la filosofía de que el producto final debe ir ligado a la esencia del lugar del que sale la materia prima

MARÍA AGRA

Es la tercera generación al frente de la quesería Picurriellu. Primero lo hicieron sus abuelos, a quienes todavía recuerda haciendo queso en una socarreña delante de casa, y después, sus padres. Aurelio López (Pie de la Sierra, 1982) lo mamó desde pequeño. Con 13 años ya vendía a sus padres la leche de unas cabras que había ‘heredado’ de su hermano para que ellos hicieran la mezcla. «De aquella, había que tener seis vacas dando buena leche y unas 40 cabras montesas para producir 50 litros de leche, que era muy poco». Sin embargo, con el tiempo fue mejorando y cada vez se producía un poco más. «Estaba en auge», rememora Aurelio.

Cuando sus padres decidieron jubilarse con el cambio de siglo, llegó el momento decisivo: apostar por la quesería o no. «Me crié aquí toda mi vida y no concebía que esto se muriera, era algo que no entraba en mi cabeza». Así que, junto a su novia de aquel momento, Irene, que ahora es su mujer, decidieron seguir adelante con el proyecto. «Al final, entre ambos llegamos a día de hoy con una granja ‘cool comfort’ (adaptada a la total comodidad del animal) formada por 200 cabras murciano-granadinas, donde producimos nuestra propia leche para elaborar nuestros propios quesos en el concejo de Llanes», explica Aurelio, que además es el presidente de la Asociación de Queseros Artesanos de Asturias.

Su filosofía es muy concreta: la materia prima debe ser lo más cercana posible al lugar donde se transforma. Es decir, que la producción de la leche vaya ligada a la transformación de la propia quesería. «Para venderle a alguien un queso hecho en Llanes, tiene que ser con producto de aquí. Que la base fundamental de ese queso ya sea con sabor a Llanes. Básicamente, intentar que todo sea producido en la misma zona. Ese es el cimiento de nuestro proyecto».

Entre los principales problemas que tiene que afrontar como quesero y, sobre todo, ganadero, es la estacionalidad del turismo. A diferencia de otras queserías que compran la leche cuando la necesitan, Aurelio tiene que estar produciendo leche todo el año. «Tenemos ese hándicap. En momentos fuertes no tenemos leche suficiente para abastecer la demanda y, sin embargo, en los momentos de menor venta nos sobra leche». La clave es «ser capaz de transformar toda esa leche que generas», indica. En su caso, cuando hay más leche que demanda opta por elaborar quesos de larga curación.

Algo que también se le hace cuesta arriba es «la falta de comodines». Lejos de las ayudas económicas, de las que no es partidario, cree que el camino para emprender en el entorno rural pasa por apostar por un proyecto y que, una vez dado el paso, «desde la Administración te ayuden en la publicidad, el marketing y la gestión de otra serie de cosas en las que tú no puedes estar».

Asimismo, cuenta con el «contraproblema» de que queserías como la suya son de tamaño reducido y que no cuentan con la promoción que supone pertenecer a DOP’s como la de Cabrales, Gamoneu o Afuega’l Pitu. «Vale que sean de las DOP más potentes que hay, pero es que estamos otros 30 queseros sin DOP ni IGP detrás que también queremos vivir. Ahí sí que echamos de menos más ayuda». Y es que, según cuenta, para sacar su producto de la región tienen que ir bajo la marca Alimentos del Paraíso. «No podemos ir con nuestra propia etiqueta a ningún sitio y yo quiero que vean mi etiqueta y me conozcan a mí», reivindica.