YOLANDA RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ. FABAS EL ROMEO – VILLAPEDRE (NAVIA) – 542 HABITANTES
Oportunidad. Las fabas de Villapedre llegan hasta Jaén gracias al tesón y el esfuerzo de Yolanda Rodríguez. Desde 2015, dentro de la IGP Faba Asturiana, la joven cultiva cuatro héctareas, «con palos, alambre y cuerda», una laboriosa tarea en torno a la que se reúne toda la familia
ÁNGELA RODRÍGUEZ
De trabajo duro es de lo que entiende Yolanda Rodríguez, impulsora y propietaria de Fabas El Romeo. Esta mujer, de cuarenta años, creció viendo cómo sus padres sembraban fabas para consumo propio, pero nunca se imaginó vivir de ellas. «Me casé y, cuando tuve a mi primer hijo, mi marido siguió trabajando, pero yo paré. En menos de dos años, la empresa donde él trabajaba cerró. Nos vimos los dos en casa y con un niño pequeño, y, por probar, sembramos una plantación de unos 3.000 metros, aproximadamente, en las tierras en desuso de mis padres. Al año siguiente, mi marido volvió a trabajar. Yo ya tenía clientes, y mucho camino avanzado, y decidí seguir sola, seguir creciendo».
Yolanda alquiló terrenos colindantes de vecinos que dejaban el ganado y, en 2015, se incorporó a la Indicación Geográfica Protegida Faba Asturiana, tras la financiación de su proyecto a través de los fondos europeos para jóvenes agricultores. Actualmente, trabaja cuatro hectáreas, «casi tres de ellas de faba de la granja y el resto, de verdina». Y, siempre que consiga más terrenos, su intención es seguir creciendo y profesionalizándose. «Fuimos adquiriendo maquinaria y, en 2018, conseguí crear mi propia marca: Fabas El Romeo» apunta Rodríguez. Sin duda, un hito para esta agricultora que, consciente, quiso homenajear a la raíz. «Se llama así porque es el nombre de la zona de Villapedre en la que tengo las fincas, es un homenaje a los terrenos que me dan de comer».
Esta emprendedora supo aprovechar la adversidad, y aunque los comienzos fueron duros, hoy se siente afortunada. «Empecé de la nada, con una mano delante y otra detrás. Sin información ni ayuda. Soy agricultora, madre y ama de casa. Es mucho trabajo, pero, aunque a veces es muy estresante, me siento afortunada. Esto lo hago por mis hijos, porque es la única forma en la que puedo conciliar la vida familiar y laboral».
En abril ya comienza a preparar la tierra y, siempre pendiente del clima, a principios de mayo, siembra. «Espero a que salgan las primeras hojas y luego pongo los palos. Para el entutorado yo utilizo palos, alambre y cuerda. Es más prehistórico quizá, y muy laborioso, pero es lo más cómodo para mí cuando estoy sola». Rodríguez tarda unos quince días en preparar tres hectáreas. «A principios de septiembre, cuando ya tengo pedidos, recojo en fresco. Mi familia me ayuda ‘a deshacer’, aunque más de un día me dan las dos de la mañana. Después de acostar a los niños, cuando todo queda recogido, vuelvo al garaje». La recogida en seco se lleva a cabo después de quince días o un mes, «depende del clima». Luego se desgranan y se escogen. «De dos hectáreas sacamos sobre 5.000 kilos en bruto», apunta Rodríguez.
De vuelta a la tierra, el proceso se revierte. «Cuando quitamos los palos, llegamos a diciembre o enero. Casi enlazamos una cosecha con la otra». Las fabas El Romeo llegan a particulares, restaurantes de la zona, empresas envasadoras y ferias. «Este año participé en la Feria de la Ascensión, en Oviedo, y luego vino gente a Villapedre, expresamente, a buscar faba verde». Yolanda vende también fuera de la región, en tiendas de Jaén, Guadalajara y Madrid. «Es duro, pero veo crecer a mis hijos y eso no tiene precio».