Foto: Mercedes Bustelo Restrepo, con la tijera de podar, en su viña centenaria con palomar de Villabrille / O. Villa
Bodega comunitaria. Quedan aún en la cabecera del Navia y en el valle del Agüeira viñedos auténticamente heroicos, testigos de siglos en los que llegó a haber 108 bodegas activas
OCTAVIO VILLA
Cuenta la historiadora y geógrafa Carmen Baldonedo, en su profusamente documentado libro ‘El cultivo de la vid en el concejo de Pesoz según el Catastro de Ensenada», y ratifica Francisco Javier Fernández Conde que en Pesoz, en el siglo XVIII, había «terreno de buena calidad que comprende muchos montes» con «parte destinada al cultivo de cereales, viñedo y legumbres. (Produce) trigo, centeno, maíz, habas, vino, patatas, legumbres, miel, castañas, nueces, cerezas, higos y otras frutas», siguiendo el texto de Madoz en su ‘Diccionario Geográfico’. La vid. Ese cultivo hoy casi restringido a unas pocas parcelas, de heroicos viticultores todas ellas en el suroccidente, estuvo presente también en el centro de la región desde antiguo, en especial en terrenos de dominio señorial o eclesiástico. Ese era el caso de Pesoz, ubicado entre los monasterios de San Juan de Corias y Santa María de Villanueva de Oscos, al que rendían cuentas sus campesinos y cuyos monjes dejaron escrito que los vinos de Pesoz eran los mejores de la comarca.
Eran viñedos pequeños y muy trabajosos, pero muy abundantes, y de calidad heterogénea, como se cuenta en el ‘Libro de lo raíz’: «80 de buena calidad; 140, de mediana, y las 900 restantes, de ínfima», además de 339 pies de parra. Y con ellas se surtían nada menos que 108 bodegas, casi tantas como habitantes tiene hoy el concejo. Alguna queda medianamente activa, en Pelorde, aunque en los viñedos hay también construcciones, destinadas a recoger y usar el agua de la lluvia, que en Pesoz se denominan también bodegas. Hoy, Ayuntamiento y vecinos quieren aprovechar el Museo Etnológico, cerrado actualmente, para crear una bodega comunitaria que a quienes siguen peleando por recuperar los viñedos de Pesoz (que no hay que olvidar que están acogidos a la DOP Vino de Cangas) puedan elaborar sus vinos y mostrárselos a los visitantes.
Porque Pesoz será pequeño en habitantes, pero es todo un compendio de lo que es la Asturias rural. Lo es en Argul, un pueblo en el que la Edad Media se quedó congelada en su arquitectura. Lo es en el sabor de su iglesia parroquial de Santiago, del siglo XIII y con planta de cruz griega.
También lo es el imponente palacio de Monteserín, huella visible en pleno centro de la capital de los grandes señoríos que determinaron la vida del campo asturiano hasta muy adentrado el siglo XIX.
O el couso del lobo de la Campa de Pelorde, una estructura similar a un cortín, pero mucho más grande, con la que los vecinos atrapaban a los lobos con el reclamo de una cabra y los mataban para evitar que se comiesen su ganado entre el siglo XVI y el XIX y que el Ayuntamiento está desbrozando ahora para permitir su visita. O A Paicega, el poblado obrero que se creó casi en la cumbre de Pesoz para alojar a quienes construyeron, a mediados del XX, la presa de Grandas de Salime. Desde A Paicega, ya algo rehabilitada, se admira el Navia y se toca el cielo.
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