VÍCTOR VELILLA – CUADROVEÑA (PARRES) – 107 HABITANTESCarne en red. Se crió en una familia de ganaderos y hace tres años se puso al frente de su explotación. Comercializa sus productos directamente por internet, la única forma –explica– de ajustar los escasos márgenes en un sector ahogado por múltiples frentes
PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA
En una ladera próxima al Sueve y a la Peña Villar, la villa de Arriondas se ve a vista de mapa desde los praos de Cuadroveña donde pastan las reses de Víctor Velilla. Repartidas por distintas fincas, vacas, cabras, ovejas y algunos caballos, hasta una cifra cercana a las doscientas cabezas, forman la ganadería familiar que maneja este joven parragués desde hace tres años. Sigue el oficio que mantuvieron sus mayores y al que, confiesa, siempre quiso dedicarse aunque su formación fue por otros derroteros. «Hice electricidad y automatismos, pero a mí lo que me llamaba era el campo. Ya cuando estaba estudiando en Cangas, venía todas las mañanas a las 7 para atender los animales y por la tarde al volver, otra vez p’acá. Siempre quise esto. Aunque problemas tenemos bastantes y o te gusta mucho o te vas», afirma. Él de momento no piensa abandonar y aunque los tiempos son malos, en los de sus abuelos no existían medios como los que a él le sirven para sostener ciertos márgenes en sus productos, como la venta directa por internet. «Los animales dan mucho que hacer y lo que se va a quedar un intemediario, gánolo yo, que pa eso lo trabayé», expresa.
Además de la carne de ternera que comercializa con la marca IGP, su principal mercado está en las ventas desde su página web, especialmente corderos y cabritos. Su mayor nicho de clientes son particulares de fuera de Asturias: «Sobre todo de grandes ciudades como Madrid y Barcelona o por el sur, también restaurantes o carnicerías. De aquí no tanto», detalla. Una empresa de transportes recoge los pedidos en la carnicería de sus padres en Arriondas y los lleva a su destino: «Va envasado al vacío y en cadena de frío. La entrega en 48 horas si es lejos, más cerca, en 24. Suelen ser gente que lo probó en su día y repiten. A muchos les gusta venir a ver cómo se crían los animales en los praos», explica.
El orgullo con el que habla de su pequeño negocio se transforma en malestar por la situación actual del sector y el escaso respaldo que, en su opinión, reciben los jóvenes ganaderos. «Si tengo que incorporarme hoy con lo que sé, me lo iba a pensar mucho. Te dan una ayuda para arrancar pero de poco te sirve si luego te cobran por ello. Hace dos meses me llegó una multa de Hacienda de 5.000 euros y pico por no declarar en su totalidad una subvención de la que solo cobré un 30 o 25 por ciento, y como a mí a muchos. Al que me pregunta por la incorporación lo echo para atrás, porque luego tienes seis años que te debes a lo que ellos manden y para ellos solo son datos de ordenador, no vienen a ver lo que tienes ni cómo», se queja. El otro gran problema es el desequilibrio entre precios y costes. «Con los cabritos y corderos libro, pero los xatos tienes que rematar de cebarlos en intensivo los dos últimos meses y los piensos subieron muchísimo, como el combustible, la luz… los precios están igual que hace seis años. Que se dejen de ayudes y que regulen un poco los precios, eso ye lo que necesitamos», denuncia. Sonríe con escepticismo: «¿El futuro? Si ye por mí, aquí seguiré, pero el del campo, hoy está muy negro».