VÍCTOR GARCÍA RODRÍGUEZ. LA GUARIDA DEL CUNQUEIRO. TABLADO (DEGAÑA) – 36 HABITANTES
Reinventarse o morir. Cuando falleció su tío, que fue quien le enseñó todo, Víctor ‘El Cunqueiro’ decidió abrir su propio taller y ganar presencia en el mundo digital para llevar la cultura cunqueira al mundo

CARLOS BERNAL

A Víctor García Rodríguez se le considera ‘el último cunqueiro’, aunque él prefiere denominarse a sí mismo como «un aldeano que hace cosas». De familia y tradición ‘cunqueira’, aprendió a los once años con su tío, Vitorino García, un minero que decidió invertir el dinero de su jubilación en recuperar el oficio de su padre. Para muchos desconocida, este oficio del occidente asturiano se desempeñaba tradicionalmente por artesanos nómadas procedentes de las localidades de El Bao y Sisterna, en el concejo de Ibias, y de El Corralín y Tablado, en Degaña. Eran hombres que se desplazaban por España vendiendo un tipo de vajilla conocida como ‘tixela’, fabricada en madera autóctona de su tierra natal –normalmente fresno, abedul o castaño–, y que empleaban una jerga propia, denominada ‘tixileiro’.

Junto a su tío y su madre, Rosa ‘la Cunqueira’, en 2005 construyeron El Taller del Cunqueiro, en Tablado, un atractivo turístico que no tardó en despertar el interés de los visitantes y que pronto dio pie a distintas rutas interpretativas para conocer la cultura cunqueira. Pero todo cambió en 2019. El tío de Víctor, Vitorino García, falleció de forma repentina, siendo demasiado joven, dejando un vacío enorme tanto en la familia como en el oficio, que a punto estuvo de desaparecer, y en los dos concejos, donde era muy querido. Fue entonces cuando Víctor, que había dedicado mucho tiempo a perfeccionar su técnica con el rudimentario torno de pedal con el que elabora desde instrumentos musicales –como panderos, sonajeros, panderetas o castañuelas– hasta bateas para buscar oro, decidió dar un giro al negocio y crear su propio taller de artesanía: La Guarida del Cunqueiro.

La idea era hacer el negocio transversal y abrirse un hueco en el mundo digital a través de las redes sociales para ganar tirón y visibilidad. «Si ya de por sí es difícil sobrevivir trabajando en un oficio ancestral, si no te adaptas a los tiempos actuales es directamente imposible», explica Víctor ‘el Cunqueiro’. Tenía que conectar con las personas que estaban al otro lado de la pantalla para hacerles llegar la existencia de la cultura cunqueira. Por eso utilizó la etiqueta ‘Salva el mundo rural’, con el gancho suficiente como para llamar la atención de los usuarios. «Decidimos entrar en el juego, pensando que, si la gente empatiza con los indígenas de África o Australia, también lo harían con el último indígena de los Cunqueiros», cuenta. Y funcionó.

En su afán por reinventarse continuamente, en las últimas navidades añadió también las etiquetas ‘consumo útil’ y los productos ‘Salva el mundo rural’ para que «otros artesanos, como apicultores y queseros, participen también nuestra línea de productos», señala ‘el último cunqueiro’. De este modo, cuando el producto tiene la etiqueta ‘Salva el mundo rural’ «les añadimos el 10% del precio original porque no se compran para que subsistamos nosotros, sino para que lo haga el mundo que nos rodea».

El dinero recibido a través de la línea de productos ‘Salva el mundo rural’ va destinado a reconstruir el Mulín de Rusil en Villardecendias, un molino situado dentro de la ruta etnográfica del Paisaje del Lejano Oeste, en Ibias. Mientras, su madre, Rosa, está intentando salvar la lengua cunqueira creando el único libro para las bibliotecas del mundo: ‘Suenos, versos cunqueiros’. Escrito por ella, incluye códigos QR en los que se pueden escuchar los poemas «con los fonemas originales para no poder nuestro acento», además de haberlos traducido personalmente al español.