MAHOJO (VILLAVICIOSA), 34 HABITANTES
Alberto Amandi y sus hermanos, quinta generación de ganaderos, decidieron usar su producción para diversificar. Arroz con leche, yogures y quesos se suman a las visitas, cuando se puedan retomar, en un interesante modelo de negocio

OCTAVIO VILLA

Era 2003 y con la reforma de turno de la Política Agraria Común, que a la fin supondría la clausura del sistema de cuota láctea, muchos ganaderos de leche entraron en pánico. No fue el caso de los hermanos Amandi, quinta (al menos) generación de ganaderos de Mahojo (Grases, Villaviciosa). «Vimos que vender leche ya no nos rentaba. Había que dar un paso más».

Dieron varios. Comenzaron a vender leche fresca en máquinas expendedoras. Interesante, pero con poco recorrido. No hay cultura de ese tipo de consumo. Comenzaron a elaborar quesos, sobre todo de pequeño tamaño, con los que se movieron mucho en mercados, promocionándolos no solo por su calidad, también por presentaciones que se salían de lo habitual y que incidían en la vinculación al campo, pero con una imagen innovadora. Quesos de leche de vaca y de cabra, con una versión bañada en sidra y otra ahumada con madera de pomares viejos. Con aroma asturiano y para muchos paladares.

Y compraron la marmita industrial más pequeña que encontraron (45 litros de capacidad) para dar valor a la receta materna del arroz con leche: anís, canela, azúcar, leche, limón y arroz. Después vendrían los yogures caseros, caserinos. Como el nombre de su empresa. Hoy tienen cuatro marmitas (la original, dos de 135 litros y una de 500).

El mercado les ha ido mostrando el camino. La entrada en la hostelería les llevó a vender el arroz con leche y el yogur en formatos de tres kilos. A vender en Madrid, a través de un distribuidor, a restaurantes, y a través de una empresa de catering, a numerosos colegios. Todo ello se ha detenido ahora, «esperemos que puntualmente», dice Alberto Amandi. Mientras esperan la vuelta de la normalidad, siguen elaborando arroz con leche y yogur con la leche de sus propias vacas y cabras, pero únicamente en formato de una ración. Lo venden a través de Alimerka, Día, El Arco y en la cadena madrileña Ahorramás. Hay que mantenerse en marcha, porque de ser una explotación familiar han pasado en unos años a tener diez trabajadores. Creciendo poco a poco, con pasos seguros y corrigiendo lo necesario, pero sin retroceder.

Otra línea del negocio que hasta la declaración del estado de alarma se había consolidado como una interesante fuente de ingresos y de publicidad boca a boca son las visitas didácticas y turísticas: «El año pasado pasaron por nuestra ganadería más de 20.000 personas, y hasta marzo íbamos al mismo nivel. Teníamos aún 4.000 visitas de escolares por efectuarse en lo que quedaba de curso», indica Amandi.

Es fuente de ingresos, por cada visitante escolar reciben cinco euros; de ventas: «Prácticamente todo el queso que producimos ahora se vende en la propia ganadería», y también de actividad para la zona: «Tenemos acuerdos con las casas rurales del entorno». Y también obliga a Los Caserinos a reinventarse poco a poco: «Los visitantes ven el ciclo completo; conocen variedades de animales, como la oveja xalda, el gochu asturcelta (tienen una hembra, ‘Peppa’, de 330 kilos, seis años y que consume unos 40 litros diarios de suero, un problema para otros queseros), los asturcones, las cabras, la pita pinta y, claro, las vacas; ven huerta, antiguos aperos de labranza y el ciclo completo de elaboración del arroz con leche, el yogur y los quesos».

La explotación crece. Hoy los Amandi están levantando una quesería para su futuro queso azul de pasterizada, que cuadruplica la capacidad de elaboración que tienen actualmente. En ella habrá una gran sala didáctica, ya casi terminada y que ya han empleado en algunas ocasiones, en la que se darán explicaciones sobre todos los procesos implicados en sus diversas producciones y también habrá degustaciones, como las que hacían hace quince años en el pequeño llagar doméstico en los bajos de su casa familiar. El caso es dar pasos firmes, crecer «y poder defender la calidad» ante un mercado voraz.