SIMONE COLLA Y MARÍA APARICIO. PASTELERÍA L’ABLANA. INFIESTO  – 2.367 HABITANTES
De hoteles de lujo a un negocio familiar. Simone Colla y María Aparicio llegaron a Infiesto en busca de tranquilidad y dieron a luz una confitería en la que ofrecen productos de pastelería italiana y francesa

MARÍA AGRA

La búsqueda de tranquilidad fue la razón por la que el italiano Simone Colla y la madrileña María Aparicio acabaron en Piloña hace ya cuatro años y emprendieron un negocio familiar en Infiesto: Pastelería L’Ablana. Pastelero de profesión, el trabajo había llevado a Simone a desarrollar sus dotes reposteras en hoteles de cuatro y cinco estrellas de diferentes países de Europa e incluso Japón. Después de vivir en Barcelona y México, la pareja decidió bajar revoluciones y asentarse en un entorno rural. La intención era «estar un poco más tranquilos», cuenta Simone, motivados también por el hecho de que su hijo, que tenía cinco años en aquel momento, iba a empezar la educación Primaria y «queríamos que creciese en la naturaleza».

Natural de un pueblo del norte de Italia llamado Spigno Monferrato, en la región de Piamonte, «volver al campo» era un factor fundamental para Simone. Pero para que acabasen en Infiesto también «fue determinante encontrar vivienda, con el problema que eso conlleva en Asturias», en Cardes, población ubicada a diez minutos de la capital piloñesa. Y terminó de encajarles porque «hay escuela, servicios mínimos y está bien comunicado. Si quieres, haces vida 100% aquí, no te hace falta salir para nada», apunta María.

Para diferenciarse del resto, tenían claro desde un principio que, en la medida de lo posible, intentarían «no coincidir con productos que ya existen en la zona». Por eso en su confitería elaboran dulces tradicionales de la pastelería italiana y francesa, pero «dándole una vuelta para hacer algo un poco más moderno e innovador», señala María. Sin dejar de lado, está claro, lo tradicional, que «hay que valorarlo y tenerlo muy presente».

De este modo, su oferta va desde productos básicos como el pan de masa madre artesano, «que también ha sido un proceso de aprendizaje para nosotros a la hora de elaborar el pan a diario y con fermentación larga», hasta bollería fresca que hornean y preparan cada día, además de bizcochos y tartas. Dentro de lo que son pasteles, trabajan la pastelería fresca, «que son las muses, las milhojas y los pasteles de vitrina fría», y la pastelería seca, donde se pueden encontrar «pastas típicas del Piamonte, como los ‘brutti ma buoni’ o los ‘baci di dama’». Y durante los meses de verano se convierten todas las tardes en una heladería tradicional italiana.

Pero como a Simone le gusta hacer la pastelería «divertida», también elaboran baklava, el dulce más representativo de la pastelería turca (compuesto por finas capas de masa enmantequilladas, relleno de nueces, pistachos o avellanas y bañado en almíbar), o moshi japonés, un pastel hecho de la harina de un pequeño grano de arroz glutinoso. «Vamos probando pasteles típicos de otras zonas y que nos gusta traer al pueblo para que la gente los pruebe», explica María.

En su caso, que son un negocio familiar, valoran mucho el trabajo por encargo. Bajo la premisa de «sacar a la venta sólo lo que se vende» para no verse obligados a tirar comida, «nosotros no dejamos la vitrina llena y a las dos de la tarde ya suele estar vacía», destaca Simone. Es un método que está costando introducir en la zona «porque no estamos acostumbrados a funcionar por encargo», afirma María, pero «cuando todo es artesano y del día, es importante encargar», remarca.