SERGIO LINDE E ISOLINA GONZÁLEZ. GAITAS LINDE – CUERO (CANDAMO) – 178 HABITANTES
Luthiers. Él, cangués de Villalar, ella vaqueira de Llamardal y Santa Marina, llevan casi una década construyendo gaitas con métodos y herramientas del siglo XXI. Las piezas a la carta que fabrican son ya una referencia
PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA
Si la gaita asturiana vivió su boom en los 90 con una nueva generación de instrumentistas tocados por la excelencia, la revolución en su luthiería comenzó hace casi una década en un taller de Cuero (Candamo). En él, Sergio Linde –cangués de Villalar, en el Acebo– y su mujer Isolina González –vaqueira de Llamardal y Santa Marina– llevan desde entonces aplicando a su fabricación artesanal herramientas del siglo XXI. El tercer miembro del equipo, el gaitero degañés Carlos Fernández, es el encargado de probar cada pieza y darle el visto bueno final. Discípulo de Xuacu Amieva y director de la Banda de Gaitas de Zarréu, comparte con Sergio años de amistad y profesión docente: el primero en el Politécnico de Mieres, él en el de Ponferrada. La materia que ambos imparten: metodología de mecanizado y control numérico les llevó a unir sus conocimientos para producir gaitas.
Linde practica la tornería tradicional ‘cunqueira’ desde los 15 años. Fue en un encuentro de estos artesanos del suroccidente donde ambos amigos vislumbraron el germen de su proyecto. Pasaron dos años haciendo pruebas hasta lograr el resultado que buscaban: «La apuesta era introducir métodos actualizados. Antes se hacía el instrumento de seguido y ‘a calcu’, nosotros vamos preparando conjuntos de piezas, las pretorneamos y estabilizamos, cada una con su fecha. Utilizamos producción por mecanizado, control numérico, mecánica de fluidos, hidráulica o grabado láser. El remate de la pieza lo torneo de forma tradicional. Tenemos modelos propios al cien por cien y a la vez cada cliente escoge o pide a su gusto. Hacemos gaitas a la carta y el sistema de producción está pensado para que no haya listas de espera», explica el luthier. «Usamos madera de boj, que gusta mucho en Asturias y traemos del pirineo navarro, también granadillo, muy estable, algo de ébano y en encargos especiales iroko, palo fierro, tejo. Trabajamos madera bastante seca y las piezas que Carlos no aprueba, no salen de aquí, van a la chimenea», detalla.
Su forma de trabajar permite al taller construir piezas de una precisión impecable, pero tal como apunta Linde: «Igual que tenemos claro que en nuestro siglo no se pueden hacer gaitas con técnicas del XIX, también sabemos de dónde venimos y realizamos una labor de investigación sobre modelos de constructores antiguos. Aquí al lado, en Las Regueras, estaban Los Cogollos –padre e hijo– que eran unos genios, usaban fórmulas matemáticas, hace cien años manejaban el número Pi y fabricaban instrumentos impresionantes. En toda Asturias, de oriente a occidente había constructores extraordinarios en acústica y estética».
Igual de clara tuvieron siempre Sergio e Isolina la elección de vivir en el medio rural: «Los dos somos aldeanos, por trabajo vivimos en Oviedo un tiempo, pero la ciudad la veo como una jaula muy bonita. Aquí hay calidad de vida y la infraestructura que tenemos sería impensable en una ciudad, además no molestamos a nadie. Lo nuestro no es neorrural, somos retornados», asegura el cangués, para quien «está bien que haya neorrurales, pero en general no hacen ‘pueblu’, residen ahí y a veces no conocen ni respetan ese mundo». Considera que «si queremos recuperar el medio rural, habría que ‘marginarlo’ en positivo, que sea rentable y económico vivir en él, tienen que facilitarlo y no poner zancadillas como ahora. Apoyar a los que sí hacen ‘pueblu’ y aldea con su forma de vida», opina.