Secundino Caso. (Presidente de la Red Española de Desarrollo Rural y vicepresidente de la europea): «El Plan de Gestión del Lobo del Principado es el modelo perfecto, y se estaba llegando a un equilibrio consensuado con los ganaderos»

O. VILLA / Pola de Somiedo

Secundino Caso (1965, La Hermida, donde «fui de los últimos que todavía nacían en casa») es el presidente de la Red Española de Desarrollo Rural (REDR) y vicepresidente de la europea. Y alcalde de Peñarrubia, en el desfiladero de La Hermida, lo que le da una perspectiva muy amplia de cómo debe diseñarse el futuro de la zona rural. La REDR acaba de celebrar en Pola de Somiedo unas intensas jornadas sobre los primeros 30 años de los fondos Leader.

–‘30 años de Leader’. ¿De dónde partimos, dónde estamos y a dónde queremos llegar?
–¡Uf, mucho ha cambiado! Cuando entramos en la UE, la Política Agraria Común, con buen criterio, se fundó para tener seguridad alimentaria y producción de alimentos para toda Europa. El segundo pilar se hizo más pensando en el tema ambiental, de sostenibilidad y de zonas de alta montaña cuya ganadería quedaba absolutamente fuera de competitividad. Hizo una experiencia piloto en determinados sitios muy concretos de cada comunidad autónoma, la ‘experiencia Leader’, que luego fue Leader II, Leader Plus y quedó como Leader. En un primer momento eran los propios ayuntamientos los que hacían esto a nivel comarcal y luego se involucró a la sociedad civil en la toma de decisiones, con un sistema que buscaba la democracia interna, en el que ningún grupo de poder tenga la mayoría. Se trata de hacer un desarrollo sostenible, equilibrado, sin dejar a nadie atrás y darles recursos para ello.

–Un gran cambio…
–La situación de donde partíamos a donde estamos ahora no tiene absolutamente nada que ver. El salto ha sido en los últimos tres o cuatro años. Hace 30 años el mundo rural no estaba de moda, los padres querían que sus hijos estudiasen para irse, porque era una vida poco dignificante; el cine retrataba al mundo rural como una zona casposa y atrasada, como en ‘Los Santos Inocentes’ y muchas más películas, actuales también, porque en ‘La Casa de Papel’ se refugian en un entorno rural y el que les recibe  es un gangoso haciendo el tonto.

–Hay que cambiar la imagen del campo, ¿no?
–Todo ese relato de hace 20 a 30 años parte de una situación en la que se primaba la concentración, llevar los servicios donde estaba la gente y hace tres o cuatro años se rompió en España y en toda Europa esa dinámica. Antes, el mundo rural no daba votos, y desde hace tres o cuatro años la historia de ‘La España Vaciada’ y partidos como Teruel Existe y otras plataformas reivindicativas han mostrado que esta manera de hacer sí que puede ser sostenible. De golpe todo se invirtió a una velocidad tremenda, todo cambió, se empezó a poner en la agenda mediática y de esta pasó a la política. Y ahora hay partidos políticos que han llegado al Congreso con el tema del reto demográfico. En 2017 Rajoy puso en la Cumbre de Presidentes este tema, que llevó a la creación de una secretaría de Estado, y este nuevo Gobierno ha hecho una hoja de ruta.

–Pero el campo seguía siendo un paria hasta el confinamiento.
–Hay un antes y un después con la pandemia, un cambio de conciencia hacia el campo. Lo que no se logró en décadas de trabajo lo consiguió un virus. Se está notando que la gente ha cambiado porque se vio encarcelada durante meses en pisos de sesenta metros cuadrados, mientras que para los que vivimos el confinamiento en un pueblo, con una parcela, ni hubo pandemia ni hubo nada. Ciudadanos de primera o de segunda dependiendo de dónde pasaron la pandemia, y hay mucha gente que ha reconectado con el campo y se ha replanteado su vida y su escala de valores. Esto ha puesto más el acento en las políticas del mundo rural, con lo que ahora estamos en un contexto bueno, cambiando entre todos el relato. Queremos activar todas las palancas y hay muchísimo dinero europeo encima de la mesa, y parte de ese dinero va a ir a cohesión territorial y despoblación. Como son políticas transversales, por ejemplo la Secretaría de Turismo pone en marcha la ingente cantidad de 3.400 millones para dinamizar el sector en destinos de turismo sostenible, con 1.900 millones para el entorno rural, lo que son tres o cuatro millones por cada comarca del país.

–Es el momento del cambio…
–Sí, estamos en un momento clave, y sí que es cierto que tenemos que ser valientes en el mundo rural. No podemos seguir reconstruyendo algo si de base está mal construido. Hablemos de deconstrucción, de volver abajo y ver qué hemos hecho mal. No se puede asociar mundo rural solo a ganadería, es un mundo nuevo para conquistar y hay mucha gente que quiere venir. Jóvenes, nómadas digitales y otros muchos sectores. Cambiemos en este país, y está en la agenda, el fenómeno de la despoblación que ha sido provocado por nosotros mismos y por las instituciones, cuando hemos concentrado todos los servicios en las ciudades, absolutamente todo, hemos hecho un llamamiento para ir a la ciudad porque había oportunidades, empleo y servicios. Ahora me alegro infinito de que un presidente del Gobierno se atreva, como hizo Pedro Sánchez en Santander, a decir ‘¿por qué no descentralizar?’. Cosas tan lógicas como que la Dirección Naval en lugar de estar en Madrid podría estar en Vigo, Gijón o Santander. No solo es eso, en el arco de Madrid tenemos el procesador de datos en unas naves que lo que más nos cuesta es mantenerlas refrigeradas. En Ávila no habría que gastar tanto dinero. ¿Por qué todo tiene que estar concentrado?

–Buen debate.
–Sí. Ahora los grandes conflictos del rural son el lobo, los incendios o las energías renovables. La ciudad necesita la energía y la tiene que producir el rural. ¿Me vas a poner el molino de viento sin más? Sentémonos y ordenemos el territorio y, por supuesto, no me engañes con tres duros para poner el molino y dejes la Ciudad de la Energía en Madrid con 8.000 puestos de trabajo…

–…y los impuestos.
–Claro. Rompamos esa dicotomía entre urbano y rural, pero para eso tenemos que darle al mundo rural todo lo que se le ha quitado durante décadas.

–Y devolverle a sus hijos. En la cordillera Cantábrica ya no hay jóvenes en el campo, y además tiene dificultades para competir en el mercado por la propia estructura minifundista.
–Por supuesto. La ganadería en extensivo como base económica es fundamental, lo que aporta al ecosistema y a la biodiversidad es impagable, más allá de que produzca más o menos dinero…

–…habla de servicios ecosistémicos…
–Claro, pero tenemos que darle un valor. Los que montamos el turismo rural en un municipio como el mío, donde no había nada, nos encontramos con un conflicto entre el ganadero y el turista, que le ‘espantaba las vacas’. En los últimos meses ya no tuvimos que explicarle nada a los ganaderos, cuando hemos tenido 50.000 lechazos en cámaras frigoríficas porque nadie venía a comerlos. Porque esos no se comen en casa, sino los turistas con poder adquisitivo.

–También al ganadero se le ponen dificultades.
–No ayuda nada que las normas sean difíciles de cumplir y luego está el tema de la gestión del lobo, que a nadie le hace mucha gracia que le mate la mitad del rebaño. La cornisa Cantábrica tiene que hacer una apuesta brutal por volver a incorporar las cabras y las ovejas. Durante cientos de años hubo equilibrio entre vacas, ovejas y cabras, y además con el pastoreo de las tres se mantenían  los bosques limpios. Ahora, sin cabras ni ovejas, se están llenando de matorrales y zarzas. Falta volver a potenciar la incorporación de jóvenes con cabras y ovejas.

–Pero hay que pagar la leche a precios que merezcan la pena.
–Y también hay que acordarse de que antes por cada cabra se daban 12 euros de ayudas de la PAC, luego lo bajaron a seis y ahora es nada y lo han pasado todo al vacuno de montaña. Hay que incentivarlos, porque por mucho que tengas un rebaño de 400 ovejas, vas a vender 200 corderos a 50 euros. Son 10.000 euros, y con eso no vives. Si trabajamos en circuitos cortos de mercado lo mismo te los pagan a 65 ó 70. Ya son 14.000, y si das una pequeña subvención por la labor medioambiental de lucha contra incendios y por la biodiversidad, de otros 8.000 o 10.000 euros, ya tienes los 24.000 euros que necesita una familia para vivir.

–Hablaba antes de la protección total del lobo…
–Es un error manifiesto. Llevarlo al Lespre el que más lo va a pagar va a ser el propio lobo. Tiene que vivir y cohabitar, pero cuando había alimañeros en los pueblos que cazaban lobos no se extinguió. Ni con venenos, lazos, etcétera. Se refugiaba en las montañas. Ahora es todo lo contrario, y está matando al lado de las ciudades. En Cantabria está matando en el arco de la Bahía de Santander, al lado de Torrelavega, en los barrios periurbanos. Si le echan del monte, para él es más fácil coger una oveja en un prado que jugársela en los Picos de Europa contra un jabalí. Eso va a traer un conflicto, por mucho que queramos protegerle, el lobo no puede estar en todo el territorio español. Alguien tiene que controlarlo.

–Con un plan de gestión.
–Sí, para mí el Plan de Gestión del Lobo del Principado es el modelo perfecto. Y se estaba llegando a un equilibrio consensuado con la gente del territorio. El ganadero perdía algo de espacio y lo ganaba el lobo, pero había una armonía y un entendimiento, y cuando había muchos ataques se sacrificaban lobos concretos. Ahora se ha dejado desprotegida a la gente de la montaña. En Cantabria, lo mismo, hay un plan de gestión, y en las cacerías se podía matar, que en Asturias no. Y ahora está atacando más cerca de la costa que en la montaña, porque allí la gente se ha protegido con mastines.

–En las jornadas se ha hablado de la necesidad de simplificar la burocracia.
–Es tremenda. Increíble. No puede ser que alguien tarde uno o dos años en saber si puede o no hacer una actividad. Nos está matando. Un emprendedor que consigues que venga al mundo rural se pasa un año esperando a que le digan si puede o no empezar su actividad, sin saber de qué vivir y cómo empezar. No puede ser. Y que en otros países puedas crear una empresa en siete días. Faltan políticas de ordenación del territorio con criterios claros. Y no puede ser que los silencios administrativos sean negativos. Deberían ser positivos para que los funcionarios se pongan las pilas. Necesitamos una Administración más cercana y más pegada a la realidad. Y más ágil. Para los grupos de desarrollo rural lo más complicado es, a la hora de montar una empresa, son los papeles. A alguien que sabe hacer queso no le podemos obligar a convertirse en un experto en papeles, tenemos que dárselo hecho. Arquitecto, aparejador, normas de medio ambiente, de la confederación hidrográfica… al final perdemos el verdadero valor. Lo demás tenemos la obligación de hacérselo todo.

–El campo tampoco puede ser un parque temático, como dice Adrián Barbón.
–Es complicado. En el entorno rural hemos sacado el turismo como actividad muy potente, que ha desplazado al sector primario como primera actividad en muchos sitios. Hay miles de familias que viven del turismo. Sí es verdad que mucha gente viene como si fuera un parque temático, y además hay otra cosa contra la que luchar, que es la estacionalización. Que se abra tres meses de verano y luego ahí se quedan los cuatro del pueblo. Hay hoteles de tres meses de pelotazo y luego cierran. La gente no es que no quiera venir, es que no encuentra a dónde.

–Digitalización.
–Es fundamental. La fibra óptica tiene que llegar hasta el último pueblo, a la última casa. No nos vale el wifi o el satélite. Para desarrollar un pueblo tiene que tener fibra. Igual que hace 50 años fuimos capaces de hacer la electrificación rural, tenemos que ser capaces de llevar esta tecnología. Porque, fundamentalmente, son ciudadanos y tienen derecho a ello. Más aún, si queremos nuevos pobladores y desarrollar las nuevas actividades, necesitamos esa herramienta. Para tema social, cuidado de mayores, gestión del agua, alumbrado, energía, para todo. Ya y rápido. En el nuevo periodo de programación del Leader hay una cantidad importantísima de dinero de Europa para ese tema, pero necesitamos tener la fibra ya en los pueblos, si tenemos esa autovía hecha, ese dinero lo gastaremos en desarrollar planes para hacerla más eficiente e incorporar nuevas empresas. No gastemos el dinero que va a venir en hacer la autopista de fibra.

–En el campo hay muchos recursos históricos infrautilizados. Quien va al campo debe poder ver que ahí está su historia, sus raíces…
–Totalmente de acuerdo. Es clave, a todos los niveles. No hay nada que cree más desarrollo rural que la cultura. Porque está vinculada a la identidad de cada uno. Puedes tener un indiano rico en México, que lo que no se va a perder es la fiesta de su pueblo, la ermita, la tonada… Eso nos engancha, nos atrapa y nos hace unirnos y crea identidad, a todos los niveles, de la fiesta popular a la iglesia románica o las cuevas de arte rupestre. Hace falta un plan  cultural para el medio rural y para poner el patrimonio en valor, algo que no estamos haciendo. En Cantabria, por ejemplo, se focaliza mucho en la cueva de Altamira, pero tenemos muchas otras con arte rupestre muy importante y no se les presta atención desde Cultura. O los castros, o los palacios… Y todo eso crea identidad. Mis propios hijos se han enganchado a mi pueblo por la parte cultural.

–Es también vicepresidente de la red europea. ¿De qué europeos hay que aprender?
–Hollande, cuando llegaba a un mitin en una ciudad preguntaba cuántos ganaderos y agricultures había. Dignificaba el mundo rural. Sin el mundo rural el urbano no puede vivir. No existiría. La ciudad no produce nada básico. Ni oxígeno, ni comida, ni agua. Mañana cierras todos los supermercados y en Madrid se mueren todos de hambre en cuatro días. Les dejas tirados aquí (en Pola de Somiedo) con todas las puertas cerradas, y pueden sobrevivir.

–Hablábamos de Europa…
–Sí, en el norte tienen bien claro lo que es el ecologismo bien entendido. Aquí hay un ecologismo de salón, que nunca he entendido. Da mucho valor a que se construya o no algo con impacto visual, pero si hay un pueblo que no depura las aguas o un ganadero que vierte purines no pasa nada. En el norte de Europa si hay que hacer un tren eléctrico para subir una montaña, se hace, pero no hay vertidos, los pueblos están limpios, se recicla en todo el territorio. Eso, unido a una Administración transparente y con poca burocracia, hace tener otro concepto de vivir en el campo y de la sostenibilidad.

–Los marcos ODS. No son solo un sitio para hacerse un selfie, ¿no?
–Ni mucho menos. Esa es la parte lúdica, que queremos que enganche. Hay que involucrar a la sociedad rural. Los alcaldes vemos pronto la rentabilidad, si vemos un sitio donde la gente se hace ‘selfies’, ya veremos luego cómo explicarlo, pero hay que atraer a la gente. Los marcos ODS son un reclamo para hacer ver nuestro papel en la sostenibilidad del planeta, para la que el mundo rural tiene mucho que aportar. El marco es una disculpa, es para tener los objetivos presentes todos los días. Y encima es un atractivo turístico.