SANTIAGO DEL VIGO Y MARTA BOBIS. LA REALERA – CALLEZUELA (ILLAS) – 89 HABITANTES
Tradición apícola. Tras recibir dos colmenas como regalo familiar, Marta Bobis y Santiago del Vigo se enamoraron del mundo de la miel hasta el punto de afianzarse como apicultores en Illas e Ibias

MARÍA AGRA

Casi por casualidad, Santiago del Vigo y Marta Bobis acabaron sumergiéndose de lleno en la tradición apícola que les viene de familia. Fue en 2013. Él había terminado de estudiar un módulo de electricidad y otro de informática, pero no le gustaba. Justo en esa vorágine de incertidumbre, sin trabajo y sin saber qué hacer, se enteró de que sus padres iban a dejar las colmenas y fue Marta, su pareja, cuya familia también tiene pasado apícola y disponía de un cortín (cercado de piedra de forma circular donde se colocan las colmenas para protegerlas del oso) en el concejo de Ibias, quien le animó a coger un par de colmenas y probar en el sector. Lo mejor es que «yo nunca había mirado pa’ ellas», confiesa Santiago entre risas, «pero fue traer dos colmenas, empezar a meter mano y… enganchamiento. Nos moló mogollón».

Y así fue. Empezaron con sólo dos colmenas porque «si te metes de lleno puede salir muy mal», pero ese mismo año adquirieron más y se plantaron con diez. «Fue la primera vez que sacamos 150 kilos; ver que todo eso funcionaba, que después de un pequeño trabajo recogías los frutos, nos dio un impulso y al año siguiente ya habíamos puesto 40 colmenas». Actualmente tienen 320 repartidas entre Illas e Ibias, dos localizaciones que combinan para intentar sacar el máximo partido posible a la producción de miel. «Esto es una una ganadería que, si eres honesto, depende el 100% del tiempo (meteorológico). Tú las manejas y las cuidas, pero como te venga un verano con mucha lluvia, que no pueden salir al campo ni trabajar mucho, igual pasas de tener 1.000 kilos de miel en un año a tener sólo 100 el siguiente», explican.

Por eso buscaron la ubicación de Callezuela (Ibias), donde tienen alrededor de 70 colmenas. «Al estar cerca de la costa, el clima es más templado y no hibernan tanto, así que en marzo ya podemos empezar a dividirlas y es tiempo que ganamos para que puedan crecer».

Sin embargo, en los últimos años han tenido que hacer frente a diversas problemáticas: la burocracia, la avispa asiática (velutina), el oso y la barroa, un ácaro similar a una garrapata que ataca a las abejas. Pero lo peor, sin duda, es el problema de la velutina porque «parece que no puedes controlarla». «El primer año que intentamos luchar con la avispa asiática perdimos y nos quedamos sin 50 colmenas. El resto no las perdimos porque un señor nos dejó un prau en Luanco para llevarlas allí, si no hubiésemos perdido las 100 que había», recuerda Marta. Ahora, para evitar ese problema, cuando llega el mes de junio se llevan todas las colmenas al pueblo del padre de Santiago, que está en el norte de Burgos y allí no hay tanta velutina, y las vuelven a traer en invierno. «Llevamos tres o cuatro años poniendo trampas y controlando, pero el Principado debería poner más medios para que los Ayuntamientos se encarguen de poner trampas y renovarlas», remarcan.

Otro de sus problemas, en este caso en el concejo de Ibias, es el oso. «Tuvimos unos daños de oso hace dos años y la administración tardó en pagarlo tres o cuatro meses. El año pasado tuvimos cinco daños, el pago está aceptado y todavía estamos esperando a que nos den el dinero, que es una cantidad bastante grande», lamentan Marta y Santiago, que al final «estamos perdiendo un año de haber podido invertir en seguir creciendo». Mientras tanto, tiran adelante gracias a su esfuerzo y a los puntos de venta de Avilés, Villalegre, Oviedo, Gijón, Nava y Cangas de Onís en los que reparten.