RESTAURANTE MICHEM – VILLABONA (LLANERA) – 220 HABITANTES
Guisos tradicionales. Cada fin de semana acuden hasta 150 personas al Restaurante Michem para degustar sus famosos callos, su premiada fabada o sus postres caseros
MARÍA JARDÓN
Dicen que a una persona se la conquista por el estómago y en el Restaurante Michem lo siguen al pie de la letra. Desde que abrió sus puertas en 1992 no han parado de crecer y la fama de sus callos, su fabada o sus arroces se extiende a cualquier rincón de Asturias e, incluso, fuera de ella.
María Jesús Delgado y Miguel Ramos pusieron en marcha este negocio familiar que nació como una cafetería de pueblo en la que se daban comidas. Un par de años después, se incorporaría al negocio uno de sus hijos, José María Ramos, que se mantiene al frente hoy en día. «Soy la segunda generación», afirma con una sonrisa. Ramos recuerda que los comienzos no fueron nada fáciles porque no conocían el oficio. «Jugábamos un partido que no sabíamos si teníamos que atacar, defender o qué hacer, pero a base de tiempo, trabajo y sacrificio fuimos aprendiendo el negocio», reconoce. Actualmente, cada fin de semana unas 150 personas acuden a degustar sus guisos.
El paso de cafetería a restaurante llegaría 8 años después. Poco a poco la afluencia aumentaba y «fue necesario habilitar espacios para comedores que estaban dedicados a ocio con futbolín o billar», recuerda. Hoy en día el restaurante cuenta con espacio para unos 80 comensales entre sus dos comedores y la terraza, dispone además de columpios y un amplio jardín, con alguna mesa para disfrutar de unas sidras o cafés, muy aprovechado por las familias cuando llega el buen tiempo.
Entre sus platos más destacados, alguno de los que han cocinado desde su comienzo, como los callos en temporada o la fabada, con la que han ganado dos segundos premios y un tercero en el concurso ‘Mejor fabada del Mundo’; pero también destacan un par de arroces –con pitu y con bugre–, el bacalao y el cachopo. «Hacemos uno especial para celíacos o personas que no quieren rebozado, el cachopo albardado», explica. «A veces de un jamón entero igual vendo el 20% en platos y el resto es para cubrir el albardado», añade. De hecho, señala que «el 80% u 85% de la carta es sin gluten, incluidos los postres».
Siempre que pueden apuestan por los productos de proximidad, como el tomate en temporada, la berenjena, las patatas o los arbeyos. «Tenemos un huerto aquí al lado con un producto espectacular», señala. Sin embargo, no es sencillo, «porque no siembra nadie cerca. Si te fijas no hay ni vacas», lamenta.
A pesar de ser familiar, en este restaurante donde también celebran comuniones y otro tipo de eventos familiares, trabajan seis personas y los fines de semana dos más de refuerzo. Un negocio que «aporta vida al pueblo, cuando estamos cerrados aquí no viene nadie», apunta Lorena Llaneza, mujer de Ramos. Precisamente, la buena ubicación que tiene el establecimiento –«estamos cerca del parque tecnológico, a unos 20 minutos de Oviedo, Gijón y Avilés, y al lado de la estación de tren»– hace que muchas personas se decanten por este medio de transporte con la comodidad que ello supone.
El restaurante no es el único negocio que esta familia de emprendedores ha puesto en marcha, también cuenta con una pensión justo enfrente, ‘Casa Marujina’. «Era el negocio de mis padres, una tienda, y en 2002 hicimos habitaciones en el bajo y tenemos un apartamento para familias que es muy demandado en verano», explica Ramos.