RAFA MARTÍN. CARPITERO – VALLOBAL (PILOÑA) – 26 HABITANTES
Artesano. Abrió un pequeño taller de carpintería hace 22 años en su aldea natal y hoy da empleo a doce personas de la zona, realizando trabajos destinados mayoritariamente a instalaciones comerciales. Siempre tuvo claro que su sitio estaba en su pueblo
PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA
Desde Vallobal, una pequeña aldea piloñesa al pie de La Peñona, en las estribaciones del Sueve, Rafa Martín lleva más de dos décadas trabajando la madera de manera artesanal. De su carpintería han salido muebles o estructuras para restaurantes de sushi, tiendas de productos gourmet, instalaciones corporativas de empresas o la decoración de una conocida cadena regional de sidrerías, que le permite en el momento actual dar trabajo a una docena de personas, todas de la zona. «Parezme que ye importante apostar por que en los pueblos pueda ganarse la vida la gente, porque si no es prácticamente imposible asentar población. Con pequeñas empresas más o menos artesanales se puede vivir cerca del trabajo y con muchas posibilidades de desarrollarse y tener negocios rentables e interesantes», afirma. El suyo es una prueba de ello.
«Martín se crió en una familia dedicada a la ganadería y con un abuelo que hacía madreñes o aperos de labranza. Se formó como carpintero en las aulas del Centro El Prial en Infiesto y a los 18 años se dio de alta como autónomo para montar su propio negocio. «Tenía un tallerín en lo que fue la cuadra de mi padre y empecé con la talla y restaurando muebles. Ahora básicamente trabajamos para instalaciones comerciales y también para viviendas de particulares, sobre todo segundas residencias. Son trabajos donde hay más creatividad, nos gusta y en estos encargos originales puedes competir mejor que en los convencionales. Vimos ahí nuestro nicho», explica. Utilizan maderas nobles de roble, castaño, pino y otras de uso más actual como el viroc o el abeto laminado. También reciclan estructuras procedentes de derribos.
«En general la gente sabe en la línea que trabajamos por las redes sociales, el boca a oreja o por otras obras, vienen buscando productos distintos y naturales», asegura el empresario, para quien «la madera es un producto que tiene su mercado y es insustituible por mucho éxito que tengan los materiales sintéticos de imitación. Tiene sus hándicaps: hincha, encoge, necesitas pintarla pero la calidez y la calidad que ofrece no tiene competencia», argumenta. La ubicación de la carpintería en una zona rural no le resta oportunidades para el tipo de producto que realizan: «Casi todo el trabajo lo tenemos en el centro y Oviedo está a 40 minutos, Avilés y Gijón a una hora. Pierdes algo de tiempo, pero siempre lo vivimos así y no lo notamos. Incluso si hay ocasión, no tenemos problema en movernos fuera de Asturias».
El cierto aislamiento de la fábrica favorece además que la mayoría de su trabajadores provengan del entorno: «A alguien de fuera tal vez no le traiga cuenta venir todos los días». En Vallobal, detalla, «gente joven hay poca, negocios, el único es esta carpintería que le da un poco de vida». Por eso Martín afirma no entender «que haya quien considere una molestia que haya talleres o negocios en los pueblos, como siempre hubo. Ahora cuesta que te den permisos, nosotros tuvimos bastantes dificultades para abrir el taller, no sé si ahora con el tema de la España vaciada está mejor, pero parece que quieren llevarlo todo a los polígonos y así los pueblos se mueren», razona. Personalmente, confiesa, «siempre tuve claro que me quería quedar. Aquí tengo mi trabajo, mi familia y el entorno en que estoy a gusto. Nunca me planteé marchar».