PAULA CRISTÓBAL Y ANTÓN CADIERNO. LA GÜERTA MONGA  – VIOBES (NAVA) – 123 HABITANTES
Neopaisanos. Un proyecto agrícola sostenible, diversificado y destinado a la venta directa es el sueño materializado de esta maestra y su compañero, químico, que hace seis años abandonaron la vida urbana

PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA

Paula Cristóbal, diplomada en Magisterio musical con la especialidad de llingua asturiana, y Antón Cadierno, licenciado en Química orgánica con máster en gestión medioambiental, abandonaron la ciudad hace seis años para integrarse en la cooperativa agroecológica El Nocéu, en Sariego. Ahora, desde la aldea en la que viven, Viobes (Nava), llevan meses trabajando en su propio proyecto, La Güerta Monga, un espacio de cultivo diversificado y repartido en varias fincas que han logrado convertir en realidad gracias al apoyo familiar y, fundamentalmente, a una campaña de micromecenazgo lanzada, que hasta el momento ha logrado superar los 10.000 euros.

El núcleo principal es una finca en el lugar naveto de Monga con 1.200 m2 cubiertos en cuatro invernaderos y otros 6.000 al aire libre, dedicados a diversos productos hortícolas de temporada. Cuentan además con otras dos fincas: La Vallina, en Sienra (Nava), destinada a frutales, y otra en Socabanas (Tineo) donde han plantado cien nogales y cuarenta pumares de mesa. La venta directa en las fincas es la vía para dar salida a su producción y los mercados locales, como el de los martes en Pola de Siero, donde ya lo hacen cada semana.

«Tuvimos una nena que va a cumplir tres años y empezamos a plantearnos un proyecto propio para tener algo nuestro y que poder dejarle a nuestra hija», explica Paula en asturiano. Su primer obstáculo lo encontraron en la Administración: «Contábamos con recibir unas ayudas de fondos europeos que nunca llegaron y todos los ahorros que teníamos y los de nuestra familia los empleamos en la compra de los terrenos, los invernaderos, la estructura. Vimos que otros proyectos cercanos como Funginatur y Kikiricop habían hecho ‘crowdfunding’ y nos lanzamos, aunque lo de ‘pedir perres’ nos daba un poco de vergüenza, pero el apoyo mutuo era la única forma de seguir», revela. Los fondos recaudados los emplearán –apunta Cristóbal– «en la construcción de una nave energéticamente autosuficiente que nos facilite el trabajo y favorezca la conservación de nuestra producción de una forma sostenible y respetuosa con el medio ambiente, además de poder hacer los transformados que pretendemos».

Los impulsores de La Güerta Monga aseguran que «en Asturies iniciar un proyecto en el campo es imposible si no es con ayudas y las de las administraciones no llegan. Se les llena la boca con lo de volver al mundo rural, pero solo vemos una carrera de obstáculos que nos ponen a nivel burocrático y los impuestos con los que ‘nos frayen’, sin apoyo de ningún tipo. Hacen falta hechos y no palabras, porque un territorio que no se preocupa por la alimentación de su gente está muerto. Estamos hablando de algo básico que hacemos tres veces al día con suerte. Si no apostamos por reubicar en nuestro espacio las necesidades básicas, lo vamos a tener crudo», opina esta maestra que se siente más cómoda en el término «neopaisana» que «neorrural», ya que, en el caso de ella y de su compañero, «lo nuestro es una vuelta a la tierra. La familia de Antón es de ganaderos. Yo soy la primera generación de una familia campesina que no nació en la aldea y ahora queremos que este es el entorno donde se críe nuestra nena, su presente. El futuro ya lo decidirá ella cuando quiera», expresa Paula.