PATRICIA DEL VALLE. LA CASA DEL NATURALISTA – ARGÜERÍN (VILLAVICIOSA) – 38 HABITANTES
Casería. La gijonesa Patricia del Valle dejó la ciudad y sus estudios de Filosofía para montar con su marido José un negocio de agroturismo en la parroquia de Argüero que hoy incluye un alojamiento rural y un aula de actividades ambientales
PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA
Patricia del Valle Varillas abandonó hace ya un cuarto de siglo la ciudad, en la que siempre había vivido, para instalarse en Argüerín (Villaviciosa), donde ha encontrado junto a su marido, José Arboleya, un futuro que hoy comparten con sus dos hijos: Canor, de catorce años, y Andrés, de diez. La Casa del Naturalista es el proyecto laboral y vital de esta pareja de gijoneses, pioneros del agroturismo, que hoy combinan su alojamiento rural con actividades de educación ambiental para escolares.
«Mis padres compraron una casa aquí y yo empecé en el año 96 abriendo el Aula de la Naturaleza. Convencí a José –entonces mi «mozu»– para que se viniera. Tuvimos una plantación de fabes de la granja y de hortalizas en ecológico, también colmenas. Finalmente, nos decantamos por el turismo rural porque era más rentable que el huerto y lo transformamos de productivo en educativo, aunque seguimos cultivando para autoconsumo o para el de los huéspedes», explica esta antigua estudiante de Filosofía que interrumpió la carrera para volcarse en la casería de Argüerín. No se arrepiente. «Al principio extrañaba la ciudad, luego te vas haciendo a esto y lo cierto es que me siento muy a gusto. Me costaría volver al trasiego urbano y, si tuviésemos que cambiar de residencia, me gustaría que fuese en el medio rural. Los críos están contentos, practican bici de montaña y tienen donde hacerlo, aunque el mayor es bastante urbanita y me temo que va a volar pronto», afirma Patricia.
En la finca donde se desarrollan las actividades del Aula de Naturaleza ‘El Busgosu’ los alumnos de los colegios aprenden el ciclo de vida de las plantas o el papel que desempeñan los insectos como descomponedores de los restos vegetales. Hay una charca para observar distintas especies de anfibios e incluso un ‘hotel’ para abejas solitarias. Los conocimientos que se imparten siguen el ritmo de las estaciones y en la actual tiene un especial protagonismo la recogida de la manzana y su mayado en el llagar para obtener sidra dulce, un proceso que realizan en todas sus fases los grupos escolares. «Los talleres en el huerto y medioambientales van incluidos en el alojamiento para las familias que se hospedan, igual que los paseos guiados por el entorno. El perfil de clientes que tenemos es el de gente que repite desde hace años, abundan los madrileños y, últimamente, levantinos. Los que nos visitan por primera vez buscan el contacto con la naturaleza y actividades para los niños. Mantenemos intercambios con otros alojamientos rurales de la parroquia en estas actividades», detalla la responsable de La Casa del Naturalista.
«Cuando nosotros empezamos, era el boom del turismo rural. Actualmente, hay demasiada oferta y está muy desestacionalizado. La única forma de poder vivir de ello es diversificándolo y combinándolo con otros servicios», opina Patricia por su experiencia. Junto a las visitas de colegios que reciben en la finca, el Aula de la Naturaleza extiende su actividad al Apiario Escolar de Cuyences, en Oviedo. «En verano nos centramos en el alojamiento y el resto del año, aunque lo mantenemos abierto, la principal fuente de ingresos es la educación ambiental», desvela. «¿El futuro? Nunca se sabe, pero nos gustaría jubilarnos aquí».