ORIOL SALA. VICESÍNDICO DEL VALLE DE ARÁN Y ALCALDE DE VILAMÓS
«Lo que en los años 60 eran campos de cultivo o pastizales son ahora una masa forestal que llega a las casas, con riesgo de incendio»

Valle de Lago (Somiedo). El Valle de Arán, una zona de Lérida ubicada en la vertiente norte de los Pirineos y que desde hace décadas ha experimentado un resurgir a rebufo de la gran estación invernal de Baqueira, era en los años cincuenta del siglo pasado un valle que podía ejemplificar lo que hoy se denomina ‘reto demográfico’. Con una ganadería tradicional y sus jóvenes en fuga hacia las ciudades catalanas y francesas, el valle agonizaba. Hoy, el problema es otro. La especialización turística ha llevado a esta zona a dejar su zona rural en una situación de semiabandono, que el Conselh de la Vall d’Arán (una suerte de gobierno autonómico especial) a emprender una decidida política de apoyo a los ganaderos que les quedaban (unos 150 en un territorio con cerca de 10.400 habitantes y de unos 633 kilómetros cuadrados), tanto por recuperar su actividad como por la gestión del territorio que la ganadería supone.

Dentro de esta idea, el Valle de Arán lleva tiempo desarrollando un sistema de geolocalización de los rebaños de cabras y ovejas, con implantación de antenas de vigilancia y de collares gps. Esta idea tiene ahora, enmarcada en un proyecto de la Fundación Biodiversidad y gestionado en Asturias por el CTIC, un proyecto de vallado virtual que se desarrolla en Valle de Lago (Somiedo) con un rebaño de cabras que se guían con una nueva generación de collares gps, con actualización instantánea. Con ello, un ganadero puede controlar sus rebaños, su estado y sus movimientos (hasta guiarlos) desde cualquier lugar. Una delegación aranesa, con científicos del IRTA (el equivalente al CTIC asturiano), ganaderos en activo y representantes políticos, visitó el pasado miércoles la zona con los directores generales de Reto Demográfico, Ganadería y Planificación Ganadera del Principado. A los araneses les encabezó el vicesíndico del Conselh de la Vall d’Arán, consejero de Gestión Ambiental, Transición Energética e Innovación, así como alcalde de Vilamós, Oriol Sala, que además de sus papeles institucionales es también ganadero.

–En Vilamós van a experimentar con un rebaño comunal y sus efectos sobre el entorno, ¿sí?
–Eso es. Empezamos con el objetivo de tener 250 cabezas, pero de momento la granja en la que vamos a ubicar estos animales tiene capacidad para 144 cabezas de ovino. El año que viene tendremos que hacer obras de ampliación para poder traer cabras.

–El Valle de Arán tiene la singularidad de Baqueira, pero antes de su explosión turística era una zona en crisis demográfica.
–Cierto.

–¿Cómo se ha vivido ese proceso y qué ha implicado?
–En los años 40, 50 y 60, hasta que se abre Baqueira, el valle se sustentaba en un sector primario muy potente. Las familias vivían de lo que producía el campo, tanto cultivos como ganadería. Y en poco tiempo se pasó a un sector terciario muy potente, con una economía mucho más sencilla, en la que ganas más dinero con menos esfuerzo. Fue un cambio de paradigma muy importante en aquel momento, pero también es verdad que eso trajo la consecuencia de que el sector primario esté casi en peligro de extinción. Ahora nos encontramos con una gestión del territorio que no se ha hecho durante muchos años. Lo que en los años 60 eran campos de cultivo o pastizales son ahora una masa forestal que nos llega a las fachadas de las casas, con el riesgo potencial que eso conlleva. Por ejemplo, en Vilamós, que está ubicada sobre una solana con un desnivel importante, en caso de incendio forestal tendríamos muchos problemas para poderlo parar.

–Así que necesitan de la ganadería para volver a tener un paisaje racional.

–De hecho, y ya que no tenemos iniciativa privada, hemos tenido que apostar por impulsar nosotros la recuperación de la ganadería. ¡Ójala hubiese algún ganadero como en Asturias que llevase a cabo eso! Desde la Administración hemos impulsado un rebaño comunitario de ovejas y cabras, propiedad del Ayuntamiento y previa deforestación de unas fincas que siguen siendo, por cierto, propiedad privada.

–Dice que la especialización turística ha traído desequilibrios. Asturias fía mucho al turismo…
–Nosotros somos expertos en eso hace años. El valle vive del turismo hace muchos años, y ójala pueda seguir así, viviendo, sobre todo, de la nieve. Aunque con el cambio climático que nos acecha hace años nos podemos encontrar, y ojalá que eso llegue tarde o nunca, en una situación que no sea la más favorable y que por eso también tenemos que empezar a pensar y tener previsión de futuro, de cambiar, de buscar otras alternativas que no solo sean el turismo y una de ellas puede ser el volver a lo que hacían nuestros antepasados, pero adaptados a la realidad del siglo XXI. Es decir, no trabajar como se trabajaba en los años 50, sino con los avances de hoy en día.

¿Baqueira sin nieve?
–¿Y si el cambio climático acaba dejando Baqueira sin nieve o con una temporada muy corta?
–Esperemos que la nieve no se acabe, pero es verdad que el cambio climático es innegable. La nieve es nuestro motor económico, y dentro de un tiempo podemos tener un problema. Por eso ya estamos apostando por la innovación, para crear un nuevo potencial económico que el valle va a necesitar, aunque en nuestro territorio cuesta entenderlo. Ya en 2020 pusimos en marcha un ‘hub’ para ver las necesidades de nuestra gente, y creemos que la apuesta de futuro por la innovación y lo tecnológico es lo que tiene recorrido. El ‘hub’ y los coworkings han permitido ya que empresas locales puedan presentarse a licitaciones en otras administraciones públicas, aprendiendo de lo hecho aquí.

Materia prima y valor añadido
–El turista, además de esquiar, busca productos de elaboración autóctona. ¿Cómo van en eso?
–Se elaboran muchos productos en el Valle de Arán, desde quesos a mermeladas o sidra, ahora. Pero la materia prima, en sí, no es de nuestra casa. Es un aspecto que tenemos que trabajar, como hemos empezado a hacer con la carne de cordero de marca ‘Oveja aranesa’. Queremos potenciar la marca propia, que tiene un valor añadido. Además, un rebaño comunitario ayuda a reequilibrar el ecosistema y a luchar contra los incendios forestales.

–¿Qué ha aprendido estos días en Asturias?
–Somos valles muy parecidos. Me ha gustado mucho la visita al vallado virtual. Viendo in situ cómo funciona es más fácil imaginarlo implantado en nuestros animales.

–Usted no es sólo político, también es ganadero…
–Sí. Si estoy en política es porque de muy joven tuve un agravio con la Administración. Quería afrontar mi incorporación a la actividad ganadera y me encontré con unos condicionantes urbanísticos donde yo quería hacer mi granja de ovejas. No hubo manera, y al final fue eso lo que me llevó a dar el paso, a estar en política y a trabajar el problema a fondo para ver cuál es la solución que se puede dar a los jóvenes que hoy se quieran incorporar y vivir del sector primario. Yo mantengo mis ovejas, pero no vivo de ellas, porque para hacerlo necesitas una gran capacidad de tener animales que yo no tengo. Eso sí, es también un sentimiento, y seguir trabajando los prados de casa y que no los coma el bosque es asimismo una forma de desconexión pura y dura, así que seguiré teniendo animales.

–De 150 ganaderos que hay en su valle, apenas diez u once lo son a título principal o único.
–Sí, para el 90% es un extra, algo complementario a su actividad económica principal o a su empleo. Nos gustaría que hubiese más ganaderos a título principal o único, y estamos afrontando políticas para incentivar eso. No sólo porque vivan de ello o no, también por ayudar a mantener el paisaje que nos dejaron nuestros antepasados, ese ecosistema que queremos fomentar. Es un oficio duro, que requiere atención los 365 días del año y cuesta que los jóvenes se incorporen, pero por eso apostamos por ello y queremos testar este proyecto conjunto con el CTIC, que esperamos que se pueda replicar en otros lugares.

–Ustedes tienen tres lenguas oficiales: castellano, catalán y aranés. ¿Qué ha supuesto para el Valle de Arán?
–Tener una lengua propia y una cultura propia es lo que nos hace diferentes del resto de la comunidad autónoma de Cataluña. Es lo que nos hace tener un autogobierno propio, desde el que podemos hacer políticas de proximidad. Tenemos ciertas competencias, como sanidad, bomberos, medio ambiente, que las gestionamos nosotros desde el territorio. Y eso es gracias al poder tener una lengua y una cultura propia, que es lo que nos diferencia del resto, y que, al final, nos permite que los ciudadanos del Valle de Arán tengamos ciertas ventajas que en otros territorios no tienen. Eso se traduce en bienestar y en que nuestros vecinos puedan tener unas ventajas que en otros sitios no existen.

EN EL VALLE DEL LAGO

Oriol Sala, con Borja Riesgo
El vicesíndico aranés y el joven ganadero y atleta montañero Borja Riesgo, nacido en Oviedo pero más somedano que los teitos, junto a la zona de vallado físico en cuyo interior se testa el vallado virtual y, de paso, sus efectos sobre la vegetación, uno de los puntos adicionales del proyecto Ovihuec. Con su tía Blanca, Borja es el controlador a pie de proyecto de la evolución del rebaño. Tras ellos, el presidente de la Asociación de Vecinos de Valle de Lago, Samuel González, departe con cuatro ganaderos araneses, Juan Estévez, Leopoldo Casteth, Jordi Estrada y José Antonio Moga. Más allá de lo más técnico, los ganaderos de ambos valles congeniaron desde el primer instante. o. villa