NIEVES FERNÁNDEZ Y ROBERTO KOWALCZYK. RURAL MIAU – LA CALABAZA (SIERO) – 104 HABITANTES
Hotel Felino. Un alojamiento rural solo para gatos es el proyecto que han emprendido estos dos gijoneses en la casa de aldea donde residen. Han visto en las estancias temporales de las mascotas una oportunidad de negocio
PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA
La razón social del proyecto que han impulsado los gijoneses Nieves Fernández y Roberto Kowalczyk suena a cuento, concretamente a cuento o fábula infantil: Rural Miau, guardería y peluquería para gatos, La Calabaza. Así aparece en los buscadores de internet este alojamiento rural dedicado exclusivamente a huéspedes felinos, ubicado en la casa con finca en la que residen sus creadores desde hace más de dos décadas en la localidad sierense de La Calabaza, a tiro de piedra del Alto la Madera y de la autovía minera. «Nos encantan los animales, siempre hemos tenido varios perros, gatos, todos adoptados. Y vimos que había demanda para un negocio como este: existen hoteles mixtos, pero felinos muy pocos, la mayoría en centros urbanos. Abrimos en Semana Santa y en el verano ya estuvimos a tope, sin hacer publicidad, solo con las redes sociales y el boca a boca», explica ella. Su única queja, la lentitud de la Administración municipal para dar de paso el establecimiento como hotel. «De momento solo podemos funcionar como guardería y peluquería», lamenta.
Nieves y Roberto abandonaron con el nuevo siglo su vida en un piso en la avenida Shultz de Gijón para levantar su casa en un lugar «donde poder desayunar en el porche en pijama y zapatillas, no preocuparte por donde aparcar el coche y respirar aire puro», afirman, una decisión que aseguran no cambiarían «por nada, ni locos», recalcan a coro. «Ahora está de moda irse a vivir al campo, pero cuando vinimos éramos cuatro amigos, ni siquiera habían hecho la autovía», evocan.
En el momento que concibieron su proyecto de hotel para gatos tenían muy claro que solo podía estar aquí y que su propia definición como establecimiento rural era la mejor apuesta. Están convencidos de que lo sigue siendo de cara a su clientela, pero su ubicación en ese medio les ha privado de ayudas como las específicas para las zonas Leader –Siero no está incluido en ellas– y ha dificultado la tramitación del proyecto: «Nosotros mismos realizamos las instalaciones, encargamos y pagamos los respectivos proyectos técnicos animados por la respuesta que nos dieron en la Administración sobre los tiempos para el permiso: en nueve meses lo tenéis. Llevamos casi dos años esperando y calculamos que a este ritmo aún nos quedarán otros dos antes de lograr la aprobación definitiva. Si estuviese en La Pola, nos dijeron que tendríamos el permiso casi de forma inmediata, aquí no porque es zona rural», aseguran.
Las instalaciones cuentan con un total de veintisiete gateras –las habitaciones individuales de sus inquilinos– y una sala común de juegos en la que los animales dan rienda suelta a su adrenalina lúdica y socializan con otros. «Poder sacarlos a todos y que dispongan de esa posibilidad de salir y relacionarse es algo que no sería viable si estuviésemos en un local de una ciudad con horario comercial. Aquí estamos con ellos las veinticuatro horas del día y los clientes pueden venir a traerlos o a buscarlos en el momento que mejor les convenga», argumenta esta pareja de emprendedores.
Ambos expresan que, además de todas estas razones, también las personales han pesado a la hora de ubicar la guardería felina en su aldea: «Es una actividad que nos permite la conciliación familiar, estar en casa y con nuestros ‘gatinietos’, que nos encanta. Y aunque acabamos de empezar, a pesar de las dificultades, estamos contentos porque funciona. El único escollo, las trabas y la lentitud de la Administración», subrayan.