MUSEO ETNOGRÁFICO, CAFETERÍA Y TALLER DE RESTAURACIÓN DE LAS AYALGAS (SILVIELLA, BELMONTE DE MIRANDA) – 45 HABITANTES
Ángel Forcón es el alma del recién nacido Museo de las Ayalgas. En una antigua nave de EdP y al pie del río Pigüeña, es una interesantísima muestra de elementos mecánicos e ingenios que hablan de una Asturias creativa y laboriosa
OCTAVIO VILLA
La tentación de hablar una por una de cada pieza del museo de las Ayalgas llevaría a extender este texto por demasiadas páginas. Baste saber que quien vaya allí con ánimo de conocer y recordar podrá pasarse horas viendo cómo vivían sus padres o abuelos. Y los de ellos. Desde carros del país auténticos del siglo XV con ruedas de madera o con trineos hasta máquinas de tortura, toda la panoplia de las casas de aldea de los últimos siglos (desde elementos e ingenios para la cosecha y la selección del grano de la escanda hasta las diversas reutilizaciones que de las latas de aceite elaboraban los herreros).
Coches, tractores, camiones de todo el siglo XX, una silla de partos del XIX y un carruaje fúnebre del mismo siglo, como símbolos del inicio y el final de la vida. Y una vida de coleccionismo, iniciada con la compra de un biscúter hace más de tres décadas por el constructor tinetense Ángel Forcón. Este empresario ha estado ligado desde que tiene memoria a la historia de su tierra, ha participado a petición de los organizadores en muestras, ferias y fiestas de todo el suroccidente, siempre mostrando cómo eran las labores del campo a través de los ingenios y máquinas que ha ido seleccionando hasta generar una colección a la altura de los mejores museos etnográficos.
Así las cosas, la consecuencia lógica era la creación de lo que él llamó el Museo de las Ayalgas. El propio edificio es memoria viva de la industria asturiana. Era el taller del salto de agua de EdP en Miranda. Ángel se hizo con él hace tiempo y en sus 2.000 metros cuadrados ha instalado el museo, que se lleva la mayor parte de la instalación, pero también un taller de restauración de maquinaria y de vehículos (todos los elementos que conforman el museo funcionan a la perfección, y no solo eso, sino que la mayoría están tan bien restaurados que parecen recién salidos de fábrica) en el que ahora están restaurándose, entre otros, un tractor de ruedas metálicas dentadas de 1917, una calesa de finales del XVIII o principios del XIX y un Land Rover con más de medio siglo de historia. Ángel comenta que una de las tres patas del proyecto es precisamente esa capacidad de restauración que tiene el taller especializado. Ver, por ejemplo, dos motos con sidecar BMW de 1941 y 1942 de la Wehrmacht, una de las cuales estuvo durante más de diez años en manos soviéticas como botín de guerra, y arrancar su motor es una sensación de religación con la historia difícil de igualar. Como lo es ver funcionar una máquina de rellenado de botellas de sifón, o botellas de boliche, de aquellas que los niños de los años cincuenta rompían para hacerse con la canica que atesoraba. O pupitres de escuela rural, artesas, aventadoras, un molino centenario en pleno funcionamiento.
Y las explicaciones del propio Ángel sobre el funcionamiento de cada ingenio, en particular de aquellos destinados a las labores del campo y de los talleres que durante el siglo XIX caminaban hacia la industrialización, llevan al visitante a la época de que se trate, una sensación que ya experimentó hace muchos años el entonces Príncipe Felipe con las explicaciones de Ángel Forcón sobre el germen de su actual colección, con la que «se pueden conocer seis siglos de historia de la gente de aquí».
Para completar la experiencia, una elegante cafetería en la que también ha instalado una selecta tienda de productos «de aquí, de la tierra», entre los que llama la atención, muy significativamente, una magnífica selección de cerámica negra de Llamas del Mouro.
GALERÍA DE FOTOS DEL MUSEO DE LAS AYALGAS