MIGUEL ÁNGEL BUSTO. THE GARDEN MOLLEDA. MOLLEDA (CORVERA DE ASTURIAS) – 786 HABITANTES
Más de 2.500 ejemplares. En 2013, Miguel Busto empezó a diseñar su jardín botánico particular, un espacio con más de 900 variedades de flores en el que organiza visitas guiadas los fines de semana
MARÍA AGRA
El 17 de mayo de 2013, Miguel Ángel Busto tenía que entregar una página web para un trabajo del instituto. Fue entonces a la finca donde vive su abuelo, en Molleda (Corvera), hizo cuatro fotos a las plantas que había en el jardín y cumplió su cometido con satisfacción. Pero la cosa no se quedó ahí. Sin saberlo, aquel trabajo fue la semilla de lo que años más tarde se convertiría en su jardín botánico particular, un espacio de unos 3.000 metros cuadrados en el que actualmente tiene repartidas más de 2.500 plantas de 900 variedades distintas.
«Aquí era todo huerta. Patatas, cebollas, fabes… lo típico que se plantaba en los pueblos», cuenta Miguel, que recuerda perfectamente el momento en que «empecé sembrando cuatro flores, vi que crecían y decidí intentarlo con otras plantas». Durante tardes y tardes de su infancia había visto a su madre quitando flores secas de los geranios y a su abuelo «paleando la tierra en la huerta, sembrando fabes y cebollas o regando», así que puede decirse que creció con ello.
Comenzó primero con los pendientes de la reina, una planta que se caracteriza por la forma colgante de sus flores y que es muy habitual en Asturias porque necesita temperaturas suaves para desarrollarse, de la que tiene unas 220 variedades. «Luego me metí en el mundillo de las camelias y las hortensias», apunta.
Cuando llenó el hueco que tenía en la parte delantera de la finca, se pasó a la trasera, donde estaba la huerta. Allí ha incorporado este año una serie de «plantas de huerta que son raras», como él dice, entre las que destacan maíces, girasoles, acelgas y zanahorias de colores. «Menos los girasoles, que no llegan a dar pipas porque no hace el calor suficiente, todo es comestible», asegura. La mayoría de estas plantas ‘raras’ las descubre a través de los ‘reels’ de Instagram y, generalmente, las trae de Holanda, «que es donde hay de todo», aunque se asegura primero de que puedan darse bien en Asturias.
No fue hasta 2019 cuando empezó con las visitas guiadas. Su historia es llamativa porque, como se suele decir, su crecimiento fue orgánico. Apasionado de la iluminación –afición que le llevó a estudiar un FP en Fotografía e Iluminación–, Miguel colocó en las navidades de aquel año unas luces en el balcón de la casa que causaron gran expectación. «La gente empezó a venir por las luces de Navidad, pero como en invierno no hay demasiadas heladas, hay muchas plantas de verano que alargan bastante la floración y se juntan con las de invierno. Vi que prestaban más atención a las plantas que a las luces y así empezó», descubre.
Cuando más visitas recibe es en Navidad, concretamente desde el puente de la Constitución hasta Reyes, «que es cuando las familias vienen con los guajes». Y, como dato curioso, destaca que «también vienen mogollón de ingleses y ucranianos». Ahora tiene instaladas en el jardín alrededor de 400 balizas y luces solares que combina con otros elementos de decoración tanto en ‘Halloween’ como en Navidad, inspiración que tomó del parque de atracciones Port Aventura al ver que allí lo mezclaban «como en la película ‘Pesadilla antes de Navidad’».
Las visitas duran aproximadamente una hora y las realiza los viernes, sábados y domingos con cita previa. «Si me vienen dos personas la hago con dos personas, pero generalmente son grupos de 10 o 15 personas, que es lo ideal para que me escuchen bien y vayamos todos al mismo ritmo», remarca.