MIGUEL ALONSO ARIAS. PIENSOS ARIAS. ENTRALGO (LAVIANA) – 219 HABITANTES
De la automoción al mercado agrícola. Miguel Alonso Arias se vio obligado a dejar su sector tras sufrir un accidente de tráfico y fue entonces cuando se lanzó de lleno al mundo de la industria agropecuaria
MARIA AGRA
Cuando Miguel Alonso Arias cogió las riendas de su tienda en Pola de Laviana, hace ya diez años, no diferenciaba «un saco de trigo de un saco de cebada». Venía del mundo de la automoción –como él dice, «nací oliendo a gasolina» – y, hasta entonces, se había dedicado a la electromecánica. Sin embargo, la mala suerte acabó con su vida laboral en ese sector antes de lo previsto, coincidiendo con la crisis económica de 2009. Lo que ocurrió para terminar dando ese giro a su vida fue que el negocio que ahora es Piensos Arias se traspasaba y, «un poco sin querer», aunque seguramente impulsado por su condición de «culo inquieto», acabó en el sector agroalimentario pese a que no era del todo atractivo para él. «Aunque en mi casa siempre hubo huertas y animales, era algo a lo que yo no prestaba mucha atención; no me vinculaba con ello», recuerda Miguel, que pensaba que aquello «iba a ser algo sencillo y al final resultó tener bastante miga».
En aquel momento tenía sólo 25 años, pero se sorprendió a sí mismo porque lo que más le enganchó, «más allá del negocio, fue darle un servicio a la gente». Coger información, formarse y solucionar los problemas de los demás.
«Aunque no te den las gracias, cuando ves el gesto de agradecimiento en su cara después de haberles ayudado, la sensación es brutal», asegura. Empezó solo, pero poco a poco fue creciendo hasta que, en 2015, a los dos años de haber empezado con la tienda, cogió una nave en Entralgo –que era propiedad de las mismas personas que habían regentado la tienda– y amplió el negocio. Hoy, la nave funciona a todo ritmo para atender las necesidades del sector agropecuario de la comarca y, con él, son un total de seis empleados.
Con un amplio abanico de productos (desde piensos, artículos agropecuarios, semillas y plantas, hasta herramientas y aperos relacionados con el campo, ropa de trabajo o alimentación), Miguel sólo comercializa en la comarca del Valle del Nalón. Su objetivo siempre ha sido que la mayoría de su clientela fuera gente «del entorno rural» y nunca se planteó ir más allá porque «sería una locura. Requiere mucho más desembolso, mucha más inversión y mucho más personal», indica. Con un volumen de ventas en torno a las 200 toneladas de pienso de media al mes, porque «lo que más cifra es el ganado vacuno y equino», señala que la demanda de su negocio está localizada por temporadas. «En invierno se vende más el pienso, en primavera las semillas y las plantas, en verano todo el tema de labranza del prao, como el empaque o el ensilo, y hay temporadas en las que se venden más pollos o gallinas».
A lo largo de estos diez años de trayectoria, ha comprobado que lo más difícil de sacar adelante un comercio rural como el suyo es «tener que competir con macroempresas». «Tú pides un taladro, lo usas, y en 15 días lo puedes devolver usado. Yo eso no lo puedo hacer, porque me voy a la ruina», apunta, «otra cosa es que esté en mal estado y no funcione». No obstante, a sabiendas de que la vida y el trabajo en el entorno rural son duros, está convencido de que «si te gusta, peleas con ello y dedicas todo el amor, las ganas y el entusiasmo a dar un servicio de una calidad». Eso sí, teniendo en cuenta que el mercado «está cambiando constantemente y no sabes lo que va a funcionar y lo que no».