MARÍA GUTIÉRREZ. TURISMO RURAL EL PIENSU. SELORIO (VILLAVICIOSA) – 494 HABITANTES
Negocio familiar. Hace 12 años, María Gutiérrez tomó las riendas del complejo turístico que iniciaron sus padres para ofrecer una experiencia «lo más real posible en la naturaleza y en contacto con los animales»

MARÍA AGRA

En lo alto de la aldea La Busta, un pequeño lugar de la parroquia de Selorio (Villaviciosa) ubicado a caballo entre la orilla del Cantábrico y la Sierra del Sueve, se encuentra el negocio Turismo Rural El Piensu. Su propietaria, María Gutiérrez, asegura que fue el primero de este tipo en la zona. Abrió en 1996, cuando todavía no había autovía y era «un turismo rural muy rural». Su madre se había casado con José Manuel y aquella era la casa familiar, donde vivía y tenía también la huerta y el ganado, que era a lo que se dedicaba principalmente. Como en aquel momento ya sólo quedaban dos parientes de José Manuel viviendo en una de las estancias, decidieron «diversificar de lo agrario al turismo» y emprender un negocio familiar.

Primero empezaron con la casa principal, alquilando cuatro habitaciones, y más adelante añadieron otra más, todas con baño propio. Con el tiempo fueron ampliándolo y rehabilitaron las cuadras para convertirlas en lo que hoy son dos coquetos apartamentos que mantienen la estética tradicional de una casa de pueblo. Uno con vistas al mar y otro con vistas a la Sierra del Sueve.

Cuenta María que cuando su madre lo regentaba «estaba muy enfocada a la comida, como las abuelas, a tener la tripa llena». Ahora, con ella al frente desde hace 12 años, reconoce que intenta seguir esa línea de su madre (por eso mantiene el servicio de desayuno casero), pero «haciendo también lo que a mí me gusta». Con una huerta, cinco vacas, cinco burros, gallinas, dos perros y un gato, explica orgullosa que lo suyo es «un agroturismo». O dicho de otro modo, «es venir a mi casa a sentir la naturaleza y el contacto con los animales. Que eso no se pierda y que la gente vea realmente de dónde salen las cosas. Ahora hay mucho turismo rural y muchos alojamientos, pero yo quiero que sea auténtico y que vengan a vivir una experiencia lo más real posible», remarca.

Lo dice en serio. Tanto quienes se hospedan en las habitaciones como quienes lo hacen en los apartamentos, pueden involucrarse en tantas tareas del día a día como deseen. De hecho, esa es la idea con la que María lo hace cada día.

Con «una capacidad total de 33 plazas», cuando lo tiene todo lleno se gestiona bastante bien. Tiene una empleada para hacer la limpieza diaria de las habitaciones de la casa, que en este caso funcionan «como en un hotel», y los apartamento son de alquiler íntegro, por lo que «la gente se hace sus cosinas». Pero, salvo en verano, afirma que estar completa «es complicado». Por eso reclama que «desestacionalizar el turismo es una tarea pendiente de todos, porque sólo de agosto no vivimos». Si bien es cierto que los puentes, Navidad y Semana Santa «funcionan bien», cuando verdaderamente se empieza a trabajar mejor «es a partir de Semana Santa, que es cuando comienzan las reservas para los fines de semana», apunta María. La clave para tirar hacia adelante, revela, es estar presente en redes sociales. «Yo intento ser bastante activa en Instagram, que ahora parece que es lo que más llama atención, y publicar bastantes vídeos y promociones», señala.

No obstante, ella se considera una privilegiada. «Lo mejor de vivir aquí es la paz y la tranquilidad y lo bueno de este trabajo es que haces amistades. Yo tengo clientes habituales que vienen varias veces al año porque ‘necesitan esta terapia’», remarca.