MARCOS VIEJO. HERRERÍA MV – BÁRZANA (QUIRÓS) – 316 HABITANTES
Fragua. Quirosano criado en Lugones y fontanero de profesión, tras la crisis del ladrillo volvió al pueblo para reinventarse como herrero. En su taller, en una nave nido del polígono de Bárzana, elabora desde piezas de cuchillería a forja artística y tradicional

PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA

Marcos Viejo pronuncia con naturalidad y orgullo el nombre de su oficio: herrero. Quirosano con las raíces en Tene, se crió en Lugones y regresó al concejo natal siendo aún un crío para marcharse a los 18 años en busca de un futuro laboral que allí no vislumbraba. «Trabajé de fontanero hasta la crisis de 2008, viví en Oviedo y en otras ciudades: Madrid, Zaragoza, Valencia. Cuando llegó el batacazo en la construcción, me tuve que reinventar y escogí la herrería, algo que siempre me atrajo mucho. De estar en grandes obras decidí pasar a abrir mi propio taller y quería que fuese en el pueblo. Volví a Bárzana. Al principio, forjaba en un garaje al lado de casa, experimentando. Fue entonces cuando me empezaron a encargar una portilla para una finca, rejas para unas ventanas, y vi que podía dedicarme a ello. Me dieron una ayuda Leader y el Ayuntamiento me ofreció una nave nido en el polígono municipal. Fui el primero en instalarme ahí hace unos cinco años».

Experimentado en el manejo del metal, sus primeros pasos en la fragua tradicional los dio de la mano de Fritz Bramsteidl, el ferreiro de Mazonovo en los Oscos. Luego, él mismo iría ampliando sus conocimientos hacia otras líneas de producción en las técnicas que cultiva desde entonces: herrería clásica, forja artística o cuchillería. Mientras coloca algunas de sus piezas sobre un yunque fechado en León el año 1890, revela: «Desde crío me llamaban mucho la atención los herreros de las películas del oeste con la pieza al rojo vivo en las tenazas, y, aunque tengo fragua de gas, me presta más la de carbón. Es eso que dicen, que es verdad, de trabajar con los cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego». Con ellos da forma a todo tipo de encargos para sus clientes: desde galerías, escaleras, cierres o enrejados para viviendas a cuchillos de cocina japonesa o réplicas de espadas históricas para coleccionistas. Los trabajos a la carta y las obras puntuales ocupan su principal quehacer, además de la reparación de herramientas y aperos o la impartición de cursos sobre sus especialidades artesanales.

Acerca de la decisión que tomó en su día de regresar al pueblo para crear su propio empleo, no se arrepiente: «Prefiero estar aquí con el tallerín a mi manera y, para una herrería, lo lógico es estar en el mundo rural, en una ciudad no tendría sentido». Aunque asegura «que, a día de hoy, las cosas están muy mal. Desde la pandemia, llevo dos años ajustando costes a trancas y barrancas».

En la apuesta por la cuchillería ve una ventana abierta que le gustaría alcanzar: «Tengo el proyecto de montar una página curiosa para vender por internet. También poder aprovechar que al lado hay un alquiler de bicis para la Senda del Oso y poner un buen expositor, porque por aquí no hay nada de eso, pero requiere invertir y ahora no es factible», señala. Viejo subraya la escasa atención que percibe hacia el medio rural. «El campo es muy bonito para venir de paseo un fin de semana, pero en él vivimos mucha gente, queremos seguir aquí y solo encontramos zancadillas: burocracia e impuestos para todo. El campo y la industria no compiten en la misma liga, pero pagamos igual. Así no hay forma de seguir», lamenta.