MAR FERNÁNDEZ AROZENA. MAROZERAMICS – MAFALLA (VALDÉS) – 19 HABITANTES
Cerámicas. Mar Fernández Arozena siempre tuvo la curiosidad de dedicarse a la artesanía y, tras pasar algunos veranos en Asturias, decidió abandonar Madrid y crear aquí su taller. Internet le da la vida

LUCÍA LÓPEZ PÉREZ

La historia de Mar Fernández Arozena es un cuento de amor por la tierra. Esta cartagenera afincada en Madrid «desde muy pequeña» se enamoró de Asturias, tras venir durante los veranos. «En los noventa mi marido y yo comenzamos a venir, nos gustaba mucho hacer rutas de montaña y el lugar era perfecto», recuerda, por lo que tras haberse quedado en paro a causa de una crisis en la empresa en la que trabajaba, decidió dar un giro a su vida en la gran ciudad y apostar por el campo, al que admite haberse sentido siempre «muy conectada».

«Parte de la familia de mi marido es de Pravia», cuenta, lo que unido a la fascinación que Asturias le había despertado años atrás y a su sueño de comenzar a trabajar en su propio taller de cerámica, se convirtió en la señal perfecta para elegir Asturias como su nuevo hogar. Así aterrizó en Mafalla, en el concejo de Valdés, un lugar «tranquilo» que cumplía con todas sus expectativas y necesidades. «Es un lugar muy reposado y la gente es estupenda, los vecinos te ayudan mucho cuando tienes un problema. Nos conocemos todos», sin embargo, «cada vez queda menos gente», se lamenta. El envejecimiento de la población, la alternancia del pueblo lleno en verano y casi vacío en invierno y el cierre de los colegios rurales y del bar del pueblo, que servía como punto de encuentro para los vecinos, han hecho que cada vez más gente se vaya a la ciudad buscando unas mejores conexiones. «Lo más cercano que tenemos para ir a comprar, por ejemplo, es Luarca, a unos veinte minutos, aproximadamente. Como ciudad, la más cercana es Avilés que está a unos tres cuartos de hora. Todo lo que te quieras mover, lo tienes que hacer en coche», explica. Esta es una de las razones por las que piensa que «la vida en el campo actualmente es más para la gente joven, porque los mayores apenas tienen en qué moverse».

Y pese a las dificultades que presenta el campo, Mar Fernández sigue convencida de que es preciso mantener la actividad en él, aunque sea de manera casi heróica. Así, Mar celebra que este verano haya llegado la fibra óptica hasta Mafalla, pues hasta entonces manejarse con su página web –desde la que vende a toda Europa— suponía toda una odisea, ya que lo hacía mediante datos móviles. «Era horrible porque iba muy lento», recuerda. También lamenta que las facilidades que el Principado da a los artesanos son «mínimas». Por ello haber conseguido un puesto en el mercado artesanal de Luarca supone todo un logro. Admite que «la cerámica es un oficio que se está recuperando entre los jóvenes», pero teme que sea solo una moda pasajera y acabe perdiéndose.

«Es nuestro pasado y nuestra historia. Yo me meto aquí en el taller y puedo estar todo el día, es una forma de conectar conmigo misma», reivindica. Pese al miedo y las dificultades, Mar admite que desde que se comenzó a «tomar más en serio» la cerámica, le ha ido bastante bien –«vendo hasta fuera de Europa»– y que parte de ello es gracias al campo. Si en su mano estuviera, implantaría medidas para mejorar las conexiones entre lo rural y lo urbano y fomentaría la educación en los pueblos, pues señala que «mantener la escuela rural es necesario para devolver la vida en los pueblos y facilitarla a las familias». Solo con estas medidas Mar está segura de que parte de la despoblación se evitaría.