Loli Fabián explica a una visitante los detalles de una de las aulas del Museo de la Escuela Rural, en Viñón. / O. Villa

Iglesias con texu. El Museo de la Escuela Rural recibe al visitante de Cabranes en Viñón, a la entrada desde Villaviciosa. Un lugar mágico en el que se reviven pasados de muchos siglos

OCTAVIO VILLA

Parece un mundo en sí mismo Cabranes. Es pequeño, no llega a 40 kilómetros cuadrados, pero su ubicación en segunda línea de costa, entre el cantábrico y el valle del río Piloña, y unas condiciones orográficas interesantes que le regalan numerosos altozanos hacen de él un balcón hacia los montes del centro y el oriente de la región. En particular, la visión del macizo central de los Picos de Europa, enmarcado entre los picos Pienzu y Peña Mayor, es una perspectiva digna de largas tardes soleadas desde Torazo o La Cotariella.

En el extremo opuesto del concejo, a su entrada desde Villaviciosa por Viñón, se encuentra un muy atractivo Museo de la Escuela Rural, que con cariño y esmero gestiona y muestra a los visitantes Loli Fabián. Es toda una experiencia entrar en ese edificio, que de hecho fueron las escuelas de Viñón, puestas en marcha durante el reinado de Alfonso XIII, en 1908, con una iniciativa conjunta de varios vecinos que ya habían retornado de la emigración americana con los bolsillos bien surtidos y del Ayuntamiento, que había negociado un préstamo del Estado para ello.

Muestra el museo tres etapas de la escuela pública rural. La primera, de 1908 a 1931, entre su fundación y la Segunda República, en lo tocante a la propia escuela de Viñón, ejemplo de una época en la que se pasó de ‘poner escuela’ en cualquier lugar mínimamente protegido, como las sacristías o los atrios de los templos parroquiales, bajo el hórreo o la panera mayor del pueblo o, en el mejor de los casos, en locales cedidos por el terrateniente de turno, a comprender poco a poco el peso que la instrucción pública tiene para la comunidad. En las últimas dos décadas del siglo XIX y el inicio del XX, Asturias pasa de las 912 escuelas que había en 1880 a las 1.212 que funcionaban al inaugurarse la de Viñón. En esta sigue viviendo aquella escuela de la II República, mixta, con renovación pedagógica en la que se trata de romper con la enseñanza memorística y que los alumnos, niños y hasta adultos fuera del horario escolar, ejerciten el pensamiento crítico y lógico. Era el tiempo de la Institución Libre de Enseñanza.

En la sala contigua se reproduce un aula de la siguiente etapa, entre la Guerra Civil y el final del Franquismo, que traerá recuerdos vívidos a los mayores de 50 años de una escuela pública religiosa, separada por sexos y con alumnos de todas las edades en un único aula.

Frente a la escuela se yergue aún la iglesia de San Julián de Viñón, probablemente fundada por Alfonso II, lo que la situaría en el siglo IX, en apariencia poco posterior a la de Gramedo, aunque de esta apenas queda la lápida fundacional. De la primera, lo más antiguo que queda apunta al Románico. En la capital, la iglesia de Santa Eulalia, del XV, habla del primer renacimiento, mientras que en Torazo, San Martín exhibe un sorprendente barroco manierista. Casi todas ellas, y otros templos del concejo, se ubican junto a tejos muy centenarios, que hablan de tradiciones de relación con la trascendencia anteriores incluso a la llegada a la tierra de los luggones de los dioses romanos.