Foto: El guía Elías Sánchez Barreiro, con la alcaldesa en la zona de la mina conocida como Forno do Mosqueiro / Octavio Villa

As Covas d’Andía. El sistema de explotación aurífera de Roma era la ‘ruina montium’ que, como en Las Médulas, ha creado en los montes de El Franco un espectáculo bio y geológico

OCTAVIO VILLA

Tres fueron las causas principales que atrajeron a lo que luego fue Hispania a los romanos en tiempos de la República. A saber, su valor estratégico en las guerras púnicas; su carácter de inmenso productor de cereal y de otras materias primas agroganaderas, y sus recursos mineros, muy en particular las minas de oro.

Habían llegado a tener noticia los romanos republicanos, gracias a los intercambios comerciales que los habitantes del norte penínsular prerromano llevaban a cabo fundamentalmente por navegación de cabotaje, de que en ese lejano norte habitado por gentes que hacían frente a los fríos del Oceanus Cantábricus en castros ubicados en altozanos y dotados de potentes muros defensivos, y hasta con saunas. Y de que en muchos de esos castros había orfebres que trabajaban el oro autóctono con profusión.

Tras las Guerras Cántabras, el que ya era imperio aplicó a los recursos mineros toda la maquinaria de esclavos e ingenieros de que disponía para afrontar proyectos de mucho mayor alcance. Muy conocido, por su tamaño y su espectacular color rojizo, es la gran mina de Las Médulas, al sur de la cordillera, pero Roma explotó otras en Asturias por el mismo sistema, el ‘ruina montium’, consistente en fragmentar la roca que contenía los minerales ansiados por el uso del calor y el frío hasta derrumbar porciones de montaña.

Hasta 27 especies de helechos diferentes y un espectacular bosque habitan el paisaje de la antigua mina romana

En El Franco, en las proximidades del río Mazo, así se hizo durante más de dos siglos, hasta la época de Marco Aurelio, dejando como huella otro espectáculo geológico y también biológico a apenas ocho kilómetros de La Caridad. Declaradas Monumento Natural en 2002, las Covas d’Andía no sólo no tienen mucho que envidiar a Las Médulas, sino que, además, cuentan con una riqueza botánica debida fundamentalmente al microclima que se genera en su amplia hondonada que hace de la visita un festival para el aficionado a la historia, a la geología o a la botánica, con especies –hasta 27 diferentes de helechos– completamente diversas respecto al bosque circundante.

El recorrido es relativamente sencillo (conviene llevar calzado cómodo y seguro) y siempre se hace con la guía de expertos, como el entusiasta Elías Sánchez Barreiro, futuro profesor de secundaria que disfruta en particular de las muchas visitas escolares que se organizan a este rincón insospechado de El Franco. Las nuevas generaciones sueñan con las remotas en este lugar mágico.