LA RUTA DE PEPÍN – SIRVIELLA (ONÍS) – 54 HABITANTES
Una ventana a la vida rural. Pepín Díaz lleva diecisiete años enseñando a turistas de todo el mundo cómo se vive en los pueblos asturianos mediante una ruta por su aldea natal

LUCÍA RAMOS

Francisco José Díaz, Pepín para todo el mundo, siempre fue «el rarito del pueblo». Él mismo lo cuenta, con una sonrisa juguetona bailando en sus ojos. Por eso, cuando comenzó a poner en marcha, hace diecisiete años, La ruta de Pepín, la pequeña aldea oniense de Sirviella se revolucionó. «Me preguntaban si iba a montar un restaurante, un hotel, una tienda… y como a todo contestaba que no, no entendían nada», rememora, divertido. Y es que su idea era mucho más sencilla. Tanto, que resulta extraño que no se le hubiese ocurrido a nadie antes, aunque también hay que señalar que por aquel entonces el turismo rural no estaba tan desarrollado como en la actualidad. Porque La ruta de Pepín es, simplemente, un cursillo acelerado para turistas sobre la vida en los pueblos asturianos. Es una ventana al mundo rural como guardián de tradiciones ancestrales. Un espacio para que quienes llegan desde la otra punta del mundo puedan entender por qué los perros pastores son una herramienta imprescindible para los ganaderos, se maravillen ante la inmensidad de los Picos de Europa, descubran todo lo que hay detrás de un queso de Gamonéu y se adentren en la cultura sidrera.

«Estuve muchos años trabajando en el sector turístico, tanto en hostelería como en un camping, y me fui dando cuenta de que la gente siempre hacía las mismas preguntas, así que empecé a pensar que podía ser buena idea ofrecerles una ruta para acercarles a nuestra cultura y responder a todas esas dudas de forma didáctica», relata Pepín Díaz. Así, antes de cumplir los veinte montó su primera ruta de la sidra y el queso en colaboración con productores locales y a la que llevaba a los clientes del camping. La idea marchaba bien, pero él siempre fue un ‘culo inquieto’, así que decidió volver a casa y hacer de su aldea una ruta. «Quería recuperar un poco la corte, el huerto, el llagar… Y enseñar de forma sencilla a la gente lo que hay», explica. Cuando tuvo todo listo, Pepín decidió invitar a sus vecinos a una espicha y, durante la misma, subido a una muria, explicó que lo que iba a hacer era a traer turistas al pueblo para enseñarles sus construcciones, sus animales y sus tradiciones. «Al principio alucinaban, me decían que cómo iba a pagar la gente por eso», recuerda entre risas. Sin embargo, pronto fue evidente que la ruta era todo un éxito. «Tengo clientes que ya venían de críos con sus padres y repiten», apunta, orgulloso.

La ruta comienza con un paseo por el pueblo para ver las construcciones tradicionales asturianas y el paisaje para seguir en la granja, donde suele haber gallinas, ocas, algún asturcón, un burro y oveyas xaldas. «No siempre hay lo mismo, ya que esto no es algo preparado para exponerlo, sino que son nuestros animales de verdad y quizás un día hay dos ocas y al día siguiente ya no porque vino la zurra y las mató», indica. Y recalca que es precisamente eso lo que quiere que sus clientes entiendan. «Intento transmitir que todo esto, nuestros pueblos, los animales, la sidra y su cultura o la cabaña de los pastores no son un show montado para ellos, sino nuestra vida», señala.

La visita se completa con unas nociones básicas acerca de la elaboración de sidra en el llagar familiar, una explicación acerca de cómo en las majadas de Picos nace uno de los manjares más característicos del concejo, el Gamonéu, y una exhibición del impresionante trabajo que sus perros pastores hacen con el rebaño de oveyas. «Siempre terminamos con una espicha para degustar y poner en valor los productos de la tierra, que son buenísimos», concluye.