Foto: El alcalde y una visitante disfrutan de la panorámica del meandro del río Navia en el mirador A Tiracais, junto a Lombatín y con Xío en frente. / O. Villa

Un país vertical. El río ha acentuado, siglo a siglo, las pendientes y, con ellas, la vocación aérea de las gentes de Eilao, que guardan como tesoros las memorias de sus ancestros y su historia

OCTAVIO VILLA

Illano tiene un nombre paradójico, al menos a primera vista. Hay quienes afirman que se refiere a la presunta falta de pendiente de su calle principal en medio de un paisaje vertical y aéreo. Lo hacen equivaler a O Chao (El Llano), aunque no faltan voces que lo romanizan y le hacen derivar de ‘Julianum’ o, incluso, de ‘Aquilanum’. La villa de Julio… O de las águilas. Ese espíritu volador persiste en las nomenclaturas actuales. Camino de Pesoz, al espectacularmente enclavado pueblo de San Esteban se le conoce como ‘de los buitres’. Y a éstos se les ve sobrevolando las cumbres vecinas, oteando las impresionantes cascadas de El Ferrado, en el límite con Boal, especialmente bonitas cuando el deshielo les confiere una corriente más intensa, que se vaporiza sobre la antigua cantera.

El río Navia esculpió también el carácter de sus habitantes. Gentes que gozan ante el desafío de las pendientes. Que conservan la memoria de los suyos y de lo suyo. Uno de los ejemplos más extremos de esa pasión por los recuerdos es la obra de Rosendo María López Castrillón, recopilador y a la par autor de un libro fascinante: ‘Las nueve vidas de la Casa de la fuente de Riodecoba. Libro de memoria de una casa campesina de Asturias (1550-1864). Tan interesante es esta obra que ha merecido que el director del Museo del Pueblo de Asturias, Juaco López, haya sido su editor. Rosendo, nacido en 1803 y fallecido en 1864, formaba parte de la novena generación que habitaba la citada casa –que sigue en pie, enseñoreándose de las alturas de Riodecoba– y escribió, a sabiendas, para sus herederos, aportándoles noticias que estimaba de interés para la administración de sus propiedades y para defenderse en un mundo, el suyo, que parecía eterno de puro aislado. Hoy es un tesoro para conocer cómo se vivía en la Asturias rural del Renacimiento a la Revolución Industrial, esa Asturias que vio decaer los señoríos y nacer un minifundismo que dio de comer a enormes familias y que hoy lastra la reconversión del campo asturiano.

En Tamagordas subsiste otro tesoro, el mayor alcornocal de Asturias y probablemente al norte de Extremadura, Está en la ladera del ‘viñedo de Hortos’, en la que aún se ve alguna vieja vid, recuerdo de los tiempos en que los campesinos trabajaban tierras propiedad del Monasterio de Santa María de Villanueva de Oscos. Al otro lado del Navia, en Xío, estaba el priorato de ese monasterio. Allí, en 1162, se firmó un contrato de compraventa que acreditaba el idioma medieval gallego-portugués como el propio de esa parte del valle del Navia.