Foto: El puente de Piantón, de origen medieval, fue reconstruido tras la riada de 1844 y sigue en servicio. / O. VILLA
La tierra del agua. Vegadeo vive entre tres ríos y una ría, que han sido su razón de ser. Esta tierra mantiene visibles las huellas del agua en su historia, distribuidas en cada rincón
OCTAVIO VILLA
Vegadeo se prepara ya estos días para la segunda marea más intensa del año. Dentro de dos semanas, una Luna aún en su fase orbital más cercana a la Tierra generará una subida de las aguas en la ría que los servicios municipales reza para que no coincida con una crecida de los tres ríos del concejo. Rezan y dan con el mazo. Preparan métodos de contención –sacos terreros unidos con espuma, así como unas placas que harán frente a las aguas usando su propia presión para fijarse a estructuras– para impedir que A Veiga vuelva a parecerse involuntariamente a Venecia.
A los veigueños, con todo, las aguas les han conformado desde antiguo. El concejo está donde está porque ya antes de los romanos los pobladores usaban la parte más protegida de la ría como base de su comercio de cabotaje. Algún resto es aún visible, como visitable es el horno de cal a la entrada de la capital, que en su momento proveyó a buena parte de Galicia y de Asturias de dicho elemento.
Las aguas, sí, conformaron a Vegadeo (Vega de Ribadeo hasta 1916) como vía de transporte, como fuerza para sus mazos de ferreiro (alguno es visitable aún) y hasta como barrera. El Eo marca hoy una división con Galicia que no siempre fue tan clara. El espacio entre el Eo y el Navia acabó del lado asturiano y no del lucense por la decisión de Alfonso VII en las Cortes celebradas en Salamanca el
La crecida del Suarón en 1844 se llevó por delante el puente medieval, que fue reconstruido con su estructura original
2 de enero de 1154, adjudicándole al obispo Martino II de Oviedo, y no a Iohannis de Lugo, dichas tierras (al obispo gallego le confirmaría 17 días después la propiedad de Ribadeo).
Esas mismas lides dieron pie a curiosas circunstancias administrativas. Cuando en 1820 el concejo actual se desligó del entonces llamado Gran Concejo de Castropol (incluía los actuales 16 concejos asturianos entre el Eo y el Navia), se decidió que la capital no estaría en A Veiga, sino aguas arriba del río Suarón, en Piantón. Y era así porque pese al puerto de la ría, lo que daba coherencia territorial al nuevo concejo era un puente medieval –mal llamado ‘romano’– que permitía el paso de personas y mercancías de un lado al otro del río y que aún se puede ver (reconstruido, eso sí, tras ser vencido por la gran crecida de 1844) y hasta transitar por él, como pudo hacer el cuasi mítico y medieval peregrino italiano Pío Antonio, según el investigador Gregorio Martínez Cabello, que a la vuelta de Santiago se quedó a vivir en la tierra que hoy hace honor a la contracción de su nombre y en la que cada julio se celebra un exitoso y muy aparente mercado medieval.
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