KIWIS LA RODRIGA (LA RODRIGA, SALAS) – 14 HABITANTES
Rafael Olivo se ha pasado la vida entre kiwis. Desde hace cinco años tiene en marcha la plantación más vistosa de la vega de Cornellana, La Rodriga. 15 hectáreas a las que les falta muy poco para estar a pleno rendimiento. Para él, es el inicio de algo mayor

OCTAVIO VILLA

Rafael Olivo lo tiene claro: «Convencer a 80 propietarios de terrenos no es fácil. Y una concentración parcelaria, tampoco». Pero también es más que consciente de que «plantar algo de maíz y cuatro fabas» en las vegas asturianas «no es el futuro». Lo cuenta en la plantación de Kiwis La Rodriga, junto a Cornellana. Son quince hectáreas de tres variedades de kiwi (diez de Soreli, el conocido como kiwi amarillo; cuatro de kiwi verde, el tradicional o hayward, y una hectárea de una variedad pequeña que apenas se ve en España, el nergi. Probablemente pronto tendrá también una variedad aquí desconocida, el kiwi rojo) con vocación de crecer y con un criterio muy profesionalizado.

Empleo crea, sí. No mucho, de momento. «El equivalente a cinco trabajadores todo el año», aunque las cuentas salen de prorratear la mayor cantidad de manos durante los periodos de cosecha con los menos exigentes de mantenimiento de la plantación. Pero lo que está claro es que la vega de Cornellana es mucho más productiva con el criterio empresarial de Olivo, que trabaja de la mano de una multinacional francesa, Primland, que «apoya la iniciativa del agricultor de una forma que se puede considerar un matrimonio. Es trabajo para veinte o treinta años, con un intenso apoyo al principio, porque las plantaciones tardan tres años en estar en empezar a dar fruto, y seis o siete en estar en la máxima producción». Las plantas, luego, tienen una vida útil de unos 40 o 50 años de media, aunque «las he visto en plena producción en Nueva Zelanda con 80 o 90 años», cuenta Olivo.

Las vegas asturianas, sobre todo en los valles cercanos a la costa, están llamadas a este y otros cultivos similares. El kiwi, en particular, es un cultivo que agradece mucho el clima asturiano, nuestra temperatura, nuestra humedad y la calidad de las tierras de vega fluvial. La Consejería de Desarrollo Rural, de hecho, está tratando de recuperar para la producción agrícola esos terrenos. No es mucho, pero todavía en su gran mayoría las vegas del Principado siguen improductivas, bien por desuso, bien por problemáticas sobre la definición de la propiedad, bien por su atomización. Por eso iniciativas de concentración parcelaria o de cooperativismo se antojan imprescindibles.

Porque mercado existe. Primland, en el caso del kiwi, asegura la compra a precios competitivos para el productor. Así lo explica Rafael Olivo, que le pone números: «En 2019, en España se consumieron 120.000 toneladas de kiwi, y venimos a producir de 15 a 20.000 toneladas, así que aún nos falta por cubrir 100.000 toneladas. Hasta ahora, estamos comprando unas 50.000 a los países del hemisferio sur (por temporada) y el resto a Griegos, italianos, franceses y portugueses». Hoy, en Asturias hay algo más de 200 hectáreas plantadas y «no es exagerado llegar a 500».

Por ello, Olivo apuesta por «valorar más lo nacional, siempre que sea competitivo frente a lo importado». No se trata de que el kiwi asturiano (una de esas extrañas leyendas urbanas en positivo) sea mejor que el de fuera. Las variedades son las que son. Pero sí que va a haber sufrido menos en el transporte y, sobre todo, que habrá ayudado a generar empleo en Asturias, que el valor añadido por el consumo se quedará aquí. Que las vegas asturianas volverán a ser el centro de una producción agrícola potente. Con kiwi, fabes, aguacate (que también tiene grandes posibilidades aquí) u otros cultivos viables. Pero «sin hacer falsas economías, sin gastar poco para que todo se desmorone. Hay que atreverse e invertir».