Kiwi y faba. En poco más de 20 años se cuadruplicaron los cultivos de alto valor añadido y se modernizaron con criterio empresarial todas las explotaciones
OCTAVIO VILLA
Es la del Bajo Nalón la vega fluvial asturiana que más ha cambiado en el último cuarto de siglo. Las plantaciones de kiwi, de extensiones cada una de ellas de decenas de hectáreas, han roto la imagen tradicional del campo asturiano, fragmentado en miles de parcelas de usos diversos que componen un puzle en el que cada vez más piezas están abandonadas o subexplotadas.
Hoy la vega del Bajo Nalón es un milagro económico que sustenta centenares de puestos de trabajo indefinidos y que genera riqueza para la zona. Entrar desde la autovía del Cantábrico hasta Cornellana y mirar hacia la vega es hoy una gozada. Transmite optimismo ver recuperada para cultivos de alto valor añadido la práctica totalidad de la vega.
¿Cuáles son las claves? De la mano del gerente del grupo de desarrollo rural Bajo Nalón, Juan Antonio Lázaro, son más evidentes. En primer lugar, la racionalización y optimización del empleo de los terrenos: «Las vegas de los ríos asturianos son las mejores del norte, porque se trata de ríos salmonícolas –lo que implica una alta calidad de las aguas– todos ellos, el aporte de agua es constante y el arrastre de minerales en ríos cortos como estos hacen que los limos de las vegas fluviales sean como los que genera el Nilo con sus crecidas anuales, terrenos excelentes para el cultivo», una opinión que subraya con datos el ingeniero agrónomo Ignacio Cabanilles, que en una de las fincas que se están transformando en Soto del Barco de ganadería a cultivo de kiwi, señala a la tierra, visiblemente oscura y oxigenada, y dice: «Aquí tenemos hasta un ocho por ciento de materia orgánica. Aquí crece todo».
Así las cosas, la idea de Lázaro es clara, y la vienen siguiendo un buen número de empresarios agricultores desde hace ya décadas: «Las ganaderías funcionarían igual de bien en terrenos un poco más altos. Las vegas tenemos que emplearlas para cultivos de alto valor añadido, como kiwi y faba».
Y se hizo. En poco más de 20 años se cuadruplicaron las hectáreas dedicadas cultivos de alto valor añadido y se modernizaron con criterio empresarial todas las explotaciones agrícolas de la vega del Bajo Nalón y con el apoyo de los tres Ayuntamientos que en ese momento estaban en el GDR Bajo Nalón (Pravia, Muros y Soto). El actual alcalde praviano, David Álvarez, comenta que «es muy importante estar detrás de estas empresas y ayudar en todo lo que podamos», algo que refuerza Lázaro: «A veces se llegan a plantar los alcaldes ante Gobiernos de su mismo color político. Hay que tener claras las prioridades». No fue fácil, con todo, y alguna cicatriz ha quedado. En la llamada ‘Avenida del Kiwi’ de Santianes se llevó a cabo una concentración parcelaria casi ejemplar, pero la negativa de una de las propietarias ha dejado una llamativa parcela de hierba en medio de una grandísima finca muy adaptada a la mecanización y de altísima productividad, que explota la empresa Feito y Toyosa. La Consejería de Medio Rural prepara un cambio legal para que las concentraciones parcelarias sean más fáciles de acordar entre los afectados… y más imperativas para los renuentes, que en muchas ocasiones lo son por una vinculación emocional al terruño y no por un criterio económico. Y de lo que se trata es de optimizar el campo para competir en un mercado globalizado, en el que los costes y las productividades marcan la diferencia entre éxito y fracaso.
De momento, la del kiwi es una historia de éxito. Les fabes ya vienen de largo en Asturias y, siendo un cultivo de futuro al que el amparo de la IGP Faba de Asturias garantiza un cierto escudo de protección frente a la competencia de productos de inferior categoría, procedentes de Sudamérica, que basan en los bajos precios su apuesta. La diferencia, ahora, es que las explotaciones de faba de la vega del Bajo Nalón, así como las existentes en la del Navia, son mucho más extensas y mecanizables que las tradicionales, en ocasiones vinculadas directamente a pequeñas extensiones de maiz forrajero.
El kiwi, por su parte, ha entrado con fuerza y ya produce en el Bajo Nalón aproximadamente una quinta parte del consumo nacional de esta «superfruta», cuyo precio en origen supera para el productor nivel de los 1,2 o 1,3 euros por kilo, mientras que la manzana asturiana se compra en origen en el entorno de los 0,3 euros. El aporte constante de agua, los suelos repletos de nutrientes y un cierto alza de las temperaturas medias constatable en los últimos decenios han hecho de la vega hasta la altura de Cornellana una zona óptima para esta planta, aunque ya hay plantaciones en la zona baja de Belmonte de Miranda y en la ribera salense del Narcea, algo más expuestas a las heladas, uno de los peligros para estas plantas, por otra parte bastantes resistentes.
Diversificar
¿Cómo se desarrolló el kiwi aquí? El empresario medio de este sector buscó en su momento el apoyo del Grupo de Desarrollo Rural del Bajo Nalón «porque en la Consejería todo era para las vacas», recuerda Lázaro. Y aunque el fin marcado de ‘diversificación’ para los GDR estaba en principio más orientado a empresas de transformación o ajenas al sector primario, lo cierto es que el kiwi era en aquel momento una clara diversificación rural. Hoy, los empresarios del kiwi asturiano están ya vendiendo nuevas variedades, como el kiwi amarillo, y ensayando con otras, como el rojo, así como con aguacate, ciruela o manzana de mesa, siempre teniendo en cuenta que el clima está cambiando algo, los gustos del mercado evolución y el criterio para el éxito empresarial pasa por ser mejor que los competidores, estén donde estén.
CLAVES PARA UNA REACTIVACIÓN DE FUTURO
- Optimizar opciones. El Bajo Nalón tiene una vega con terrenos de hasta el 8% de materia orgánica en suelos. Hay que buscar cultivos de alto valor añadido, como el kiwi o la faba.
- Acceso a la tierra. Las concentraciones parcelarias permiten diseñar explotaciones con criterios empresariales de fácil explotación y óptimo rendimiento.
- Facilidades. Esencial que las administraciones (local y regional) faciliten la labor a los emprendedores y defiendan sus intereses ante el Gobierno central o la UE.
- Compromiso social. Del mismo modo que el apego a la tierra dificulta las concentraciones, el sentimiento de pertenencia, con buenas condiciones laborales e implicación de las empresas en la vida social de la zona ayuda a que el éxito de una firma sea ‘cosa de todos’.
- Agilidad. Estar atentos a los cambios del mercado para adaptarse y competir.
- Paciencia. Tener claro que un determinado cultivo tiene éxito si detrás hay un plan bien estudiado para muchos años.
- Financiación. Aprovechar los fondos europeos para financiar, así como los créditos agro que ofrece la banca.
«La mayor dificultad es el acceso a la tierra. Se podría producir diez veces más»
La demanda de kiwi en España quintuplica la producción de las algo más de 300 hectáreas plantadas en Asturias y da pie a ampliarlas
Las empresas dedicadas al kiwi en el Bajo Nalón proliferan. Bien en horizontal, como productores, bien en vertical, controlando también la distribución y hasta la comercialización al consumidor final en algún caso. Hoy hay en Asturias algo más de 300 hectáreas dedicadas producir unas 15.000 toneladas de esta fruta, cuyos árboles llegan a dar hasta unos 80 kilos, que se recolectan cuando aún no están en disposición de consumirse. Se conservan en cámaras refrigeradas y con atmósfera controlada en unos caso, o con filtros para eliminar el etileno que emite la fruta y que acelera su maduración.
A la hora de venderlo por lotes a la gran distribución, se programan los tiempos de maduración y si estos deben darse en el almacén del productor o bien ya en destino. El kiwi asturiano cubre así los consumos entre noviembre y julio o incluso agosto, mientras que los meses restantes el kiwi se trae de Sudamérica u Oceanía. En Sudamérica, algunas empresas asturianas, como KiwiNatur, ya están diseñando «plantaciones gemelas» a las asturianas para conseguir cubrir la demanda todo el año. Un problema que se encuentran es logístico, según explica el gerente, Alejandro Lechado, pues «la falta de cámaras específicas en El Musel hace que muchas veces tengamos que traerlo por Algeciras», lo que aumenta sensiblemente el coste de portes.
Pero, eso sí, «la mayor dificultad es el acceso a la tierra», porque todas las empresas profesionales del kiwi asturianas estarían en disposición de ampliar sus plantaciones si encontrasen facilidades: «No entiendo que yo pueda llegar con un proyecto para 150 hectáreas y no haya forma de que se pueda llevar a cabo», afirma Lechado, que basándose en los datos de demanda y en el hecho de que Italia, donde las explotaciones se llevan al límite de productividad a costa de la salud de las plantas, ha visto cómo su producción de 500.000 toneladas anuales se reducirá a unas 300.000, subraya que «en Asturias podríamos producir diez veces más. Aquí podríamos gastar todos los fondos europeos en poner en marcha plantaciones muy rentables», añade, y lo cierto es que en esa dirección camina el GDR, que en el Bajo Nalón centra la mitad de sus proyectos en la agricultura.