KARINA ROCHA Y JULIA ÁLVAREZ. LAREIRA SOCIAL. OVIÑANA (CUDILLERO) – 553 HABITANTES
Lumbre. Al pie del cabo Vidio encontraron estas dos profesionales de la salud mental el espacio idóneo para vivir y trabajar en sus proyectos enfocados a abordar su especialidad en ámbitos como el de la mujer rural

PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA

En Oviñana, camino del faro de Vidio, encontraron hace tres años Karina Rocha y Julia Álvarez la base donde prender su ‘lareira’, una casa alquilada –de las pocas en un núcleo con importante tirón turístico– para vivir en el mundo rural y trabajar allí en una aventura profesional que pone uno de sus focos en ese medio. En él, la problemática de la salud mental de las mujeres ocupa una parte importante de sus actividades de asesoramiento, intervención y formación encaminadas a ese y otros colectivos desfavorecidos. «En los proyectos que ponemos en práctica buscamos más la rentabilidad social que la económica porque aunque abordamos problemas individuales la perspectiva es siempre comunitaria», explican. Ahí, en su lugar de adopción, afirman haber experimentado desde su llegada un valor en el que creen por encima de cualquier otro: el de las redes de apoyo y colaboración: «En los pueblos trasciende el ámbito familiar, el sentimiento de vecindad es real y es la clave de que se mantengan espacios habitados donde no siempre llegan los servicios básicos. La acogida que hemos sentido aquí nos lo ha confirmado y, además, ha hecho muy fácil nuestra incorporación a la vida del pueblo».

Rocha proviene de ese universo. Nació en la aldea de Riotorto (Lugo), se marchó para formarse y ha residido en ciudades como Madrid, Barcelona o Alicante. Profesora de Magisterio y trabajadora social especializada en salud mental, dirigió una oenegé estatal: «Hace diez años dejé Madrid, pensé que no era saludable y me volví a Riotorto». Álvarez, avilesina con vínculos familiares en el concejo de Valdés, cursó Psicología en Oviedo y Pedagogía en la Complutense de Madrid. También ella regresó a las raíces para establecerse en un pueblo: Huergo (Siero). Se conocieron intercambiando conocimientos y experiencias por internet: «Cada una estaba en su pueblo, las dos trabajábamos ‘online’, empezamos a hablar, entendíamos que teníamos una visión común e iniciamos este proyecto», apunta la asturiana. Ponerlo en marcha en un entorno rural formaba parte de sus ideas compartidas: «Queríamos también que fuese en el occidente. Acabamos en Oviñana casi por azar. Un día que vinimos a tomar un caldo, nos surgió la oportunidad de alquilar una casa. Vivir aquí nos estimula para no perder la perspectiva, la propia relación con la gente, sus historias nos aportan mucho en nuestro trabajo», aseguran.

Conectadas con sus ordenadores, desde la ‘lareira’ cudillerense van dando forma a sus proyectos profesionales. Entre los últimos que han desarrollado, un Curso de Especialización sobre Salud Mental y Mujeres Rurales con la Universidad de Valladolid, labores de asesoramiento para el apoyo de emprendedoras con idéntica problemática en el medio rural o el programa regional ‘Te toca a ti’, en colaboración con la Asociación de Familiares y Personas con Enfermedad Mental de Asturias (Afesa). También en las políticas que generalmente se destinan a esos colectivos específicos detectan Rocha y Álvarez que «suelen plantearse con una mirada desde lo urbano y es importante por eso aprovechar las redes comunitarias que ya hay en los pueblos, reeducando, normalizando esos problemas y favoreciendo que esas mujeres tengan un empleo digno desde esa realidad».

Sus recetas y su apuesta personal para revitalizar la Asturias vaciada son igual de claras: «Fomentar el consumo local, apoyar las pequeñas empresas y no excluir a nadie. En el medio rural necesitamos a todo tipo de personas. Se trata de sumar».