JAVIER SORDO. CAMPING LA PAZ Y PLANTACIÓN DE KIWIS – VIDIAGO (LLANES) – 234 HABITANTES
Negocios simultáneos. «No hay nada más llanisco que nacer en México», dice Javier Sordo. Y que emprender, a juzgar por la trayectoria de su familia. Hoy gestiona el cámping que abrió su padre en Vidiago y una plantación de kiwis cercana que adquirió a un vecino

MARÍA AGRA

En el entorno de la playa de Vidiago, un arenal de belleza singular y una superficie de 20.000 metros cuadrados que se divide en dos por un saliente rocoso y el baile de las mareas, se extienden las 432 parcelas que conforman el camping La Paz, ubicado en la zona oriental de Llanes. Lo abrió el padre de Javier Sordo (México, 1963), ahora propietario junto a sus tres hermanos, en 1979, tras volver a casa después de emigrar. Y es que «no hay nada más llanisco que nacer en México», asegura Javier.

Dos años después de arrancar el camping, en 1981, un vecino de la zona con el que tenían muy buena relación inició una plantación de kiwis en una finca aledaña que colinda con su terreno. «Era la época en la que se comenzaba a comercializar el kiwi en Europa», recuerda Javier, «con aquello de ‘un kiwi, cien pesetas’ y fue una de las primeras plantaciones de Asturias», por lo que cuando aquel vecino quiso vender la explotación la familia de Javier no dudó en adquirirla. Corría el año 2009 y así fue como empezó con el cultivo del kiwi «y a simultanear un poco las dos cosas». Lo hizo «por diversificar un poco y porque era una finca muy atractiva para nosotros al lindar con ella», aunque reconoce que otro aspecto clave fue que la plantación «nos podría ayudar a pagar la hipoteca».

De aquello hace ya 14 años y la temporada alta de un negocio ha servido para paliar la temporada baja del otro. Con el camping cerrado desde el puente del Pilar hasta el fin de semana que precede la Semana Santa, la plantación de kiwis le ha servido de gran apoyo para sostenerse. Con aproximadamente 2.400 árboles (entre machos y hembras) cultivados a lo largo de cinco hectáreas, Javier afirma estar contento «simultaneando las dos cosas» y presume de haber tenido una «muy buena cosecha» este último año, en el que sacaron 112 toneladas de kiwi ‘hayward’ o «el kiwi verde de toda la vida», la variedad más cultivada por su gran tamaño, sabor, productividad y resistencia a enfermedades. Para sacar adelante la explotación necesita una persona trabajando en la finca todo el año, otra de noviembre a mayo (momento de realizar la poda) y alrededor de ocho personas para la cosecha.

No obstante, es consciente de que «el problema de la agricultura es que no es estable». Aparte de estar expuesto al factor meteorológico y a posibles plagas, «los precios están muy bajos y casi no se gana, por lo que si tienes un año bueno tampoco es para tirar cohetes, porque ese año es el que va a tener que ayudar a los que vengan regulares o malos», explica. En lo que a aportación económica e inversión se refiere, está claro que el camping, con capacidad turística para más de 1.500 personas, principalmente en tiendas de campaña, «supuso un mayor esfuerzo y es más fuerte con diferencia», pero en términos de rentabilidad, reconoce, «no lo tengo tan claro, depende del año».

Lo que sí puede confirmar es que «la agricultura, si te va bien, da para vivir y ‘escasito’, la hostelería es más estable».

Pese a todos los inconvenientes que puedan tener sus dos negocios simultáneos, Javier nunca se ha arrepentido de las decisiones que tomó y tiene claro que no cambiaría el entorno rural por nada del mundo. Ya estuvo 20 años viviendo en Madrid, y la «libertad de horario que tengo ahora, la proximidad a la hora de realizar las gestiones, y el valor incalculable de la playa y la naturaleza aportan una calidad de vida que no se encuentra fácilmente».