JAIRO ÁLVAREZ. FRESAS MORCÍN. LES VEGUES DE CARDEO (MORCÍN) – 30 HABITANTES
Agricultura sostenible. Hace diez años, Jairo Álvarez pasó de recoger arándanos para ganar algo de dinero a emprender su propia plantación de fresas en cultivo hidropónico, la primera de este tipo en Asturias
MARÍA AGRA
Todo empezó recogiendo arándanos en 2012. La falta de trabajo en la cuenca del Caudal llevó a Jairo Álvarez, que viene de familia minera y nunca había pensado en dedicarse a la agricultura, a pasar una temporada trabajando en la finca de arándanos de La Collá, en Riosa. A sabiendas de que su familia tenía una finca en Les Vegues de Cardeo (Morcín) idónea para la plantación de fresas, el propietario de La Collá, Álvaro Sariego, empezó a meterle en la cabeza la idea de aprovechar aquel terreno para iniciar su propia explotación. «De primeras pensé que estaba loco», recuerda Jairo entre risas, pero fue en un momento que «había mucho ‘boom’ con el arándano» y, poco a poco, empezó a pensar que aquello también podía ser una forma de vida.
Decidió apostarlo todo y en 2013, con sólo 24 años, emprendió su primera plantación de fresas. Y lo hizo, además, de una forma innovadora y sostenible. La suya fue la primera plantación de fresas en Asturias que sustituyó el tradicional sistema de cultivo en suelo agrícola por el cultivo hidropónico, una técnica en altura que prescinde completamente de la tierra y sólo necesita soluciones de agua con nutrientes para hacer crecer las plantas.
Todo el proceso es controlado por ordenador, mediante un sistema que permite regular la cantidad de nutrientes y agua que recibe la planta en función de la fase en la que se encuentre y de las condiciones meteorológicas del momento. La complejidad radica en que «tienes que andar jugando con eso, no es lo mismo cuando está recién plantada que cuando está con fruta (que tiene mucha más demanda) y hay que tener en cuenta el factor externo del tiempo», indica Jairo.
Para abastecer las casi 140.000 plantas de fresas que crecen en sus 1,7 hectáreas (es decir, 17.000 metros cuadrados) Jairo tiene un depósito de 40.000 litros de agua que obtiene el suministro de un manantial de la zona. Aunque el cultivo hidropónico requiere una mayor inversión, porque «no es lo mismo plantar en la tierra que tener que poner toda la infraestructura de hierro, elevarlo y comprar los sacos de fibra de coco para las plantas», las ventajas de este sistema equilibran con creces la balanza. Por un lado, «facilita la recogida de las fresas, al no tener que estar ocho horas agachado recolectando y, por otro, también es un cultivo más limpio al no estar en contacto con el suelo». Además, Jairo opta por desplantarlo todo cada año y volver a plantar cuando comienza la temporada de fresas. «Podría dejarlo dos años o incluso tres, pero puede dar lugar a plagas y la producción bajaría mucho», explica. Para ello hace falta mucha mano de obra, que es precisamente lo más difícil. «Es un trabajo muy sacrificado, sólo descansamos los sábados y mucha gente no lo aguanta», afirma.
Actualmente el número de empleados oscila entre las 14 personas que llegan a ser en temporada alta y las cinco que sacan adelante la plantación en temporada baja, pero lo que es la distribución recae únicamente sobre Jairo. Si bien tiene un mayorista que «vende a fruterías de Gijón, Pravia y Llanes e hipermercados como Carrefour y Alcampo», es él quien se encarga de repartir a las tiendas de barrio en la zona de Morcín, Mieres y Oviedo, además de proveer también a Alimerka. «En época muy fuerte, si me sobra algo, bajo a Madrid o a Bilbao para venderlas allí también», indica, satisfecho del esfuerzo que le ha conllevado conseguirlo.
Eso sí, no hubiera sido posible sin las tres subvenciones Leader que recibió (una del 39% del importe del proyecto, otra del 25% y otra del 42%) y que le han permitido implementar las mejoras necesarias.