Finca El Borrón. En Villabona, trabajan en Rural Ecolab para cultivar productos ecológicos de proximidad. PABLO NOSTI
La agricultura de kilómetro cero apuesta por cultivos de proximidad en las áreas periurbanas que garantizan el respeto al medioambiente y la calidad de los productos
ANA RANERA
Las ciudades y villas asturianas están rodeadas de campo y, sin embargo, en los supermercados, las etiquetas de los productos anuncian procedencias muy lejanas, muchas de ellas, incluso, al otro lado del charco. Hasta hace siete décadas, esta situación hubiera sido impensable, pues las localidades históricamente se abastecían gracias a los variados cultivos de todas las caserías que se desperdigaban a un puñado de minutos de los núcleos urbanos.
Desde la industrialización hasta hoy, esta costumbre se ha ido disipando hasta prácticamente desaparecer, pero hay quienes se niegan a aceptar esta tendencia y abogan por trabajar la tierra en zonas periurbanas a través de cultivos de kilómetro cero, esos que se hacen realidad al lado de las poblaciones. «Tenemos que reivindicar el campo», dice José Antonio Martínez mientras busca una sombra en la que cobijarse del calor de agosto en la huerta El Molín de Vega. Ellos apuestan por la agricultura de kilómetro cero y lo hacen a apenas quince minutos del centro de Gijón, donde venden todo lo que producen.
José Antonio Martínez y Vanesa Pérez cuidan una de sus huertas, en El Molín de Vega, a apenas quince minutos del centro de Gijón. J.C. TUERO
Con el arroyo corriendo al lado de su plantación, crecen pimientos, tomates, berenjenas, calabazas y todo lo que se les ocurra en unas cosechas que cuidan el medioambiente y la salud de sus consumidores. «Nosotros estamos por la soberanía alimentaria, por supuesto por la ecología, por los productos de kilómetro cero. Nos negamos a servir fuera de Gijón y lo que tenemos en nuestra huerta lo vendemos aquí», explica Martínez. Él está convencido de lo que hace y, por eso, desea que se dignifique el trabajo del campo. «La gente no quiere trabajar en el campo. Por eso tiene que ser un trabajo remunerado justamente», señala.
Lo mismo que opina Adrian Hopkins quien tuvo que emprender su propio negocio porque aquí, en Asturias, no encontraba la agricultura que él consideraba coherente con sus ideales. «Hace cinco años decidí crear la huerta La Figal. Yo ya había trabajado en la agricultura en Inglaterra y en España y buscaba oportunidades de seguir en la profesión, pero me di cuenta de que no hay muchas opciones de empleo en la agricultura ecológica en Asturias», apunta.
Él y su pareja abogan por los cultivos de kilómetro cero en un proyecto pensado para los avilesinos por su cercanía a la ciudad. «Antes la agricultura se vivía muy de cerca y ahora vuelve a apreciarse, sobre todo entre los más jóvenes, la vuelta al comercio de proximidad. Nosotros lo vendemos todo o prácticamente todo directamente y vamos también al Mercado Ecológico de Raíces. Cada año hay más demanda de productos frescos y de calidad», asegura Hopkins, quien afirma que en este trabajo «te sientes útil al aportar algo a tu comunidad».
Adrian Hopkins muestra uno de los pimientos recogidos de su huerto en Cancienes, Corvera. OMAR ANTUÑA
Y más cuando puedes llevarlo a cabo en Asturias, un lugar con infinitas posibilidades para desarrollar la agricultura en áreas periurbanas. «Tenemos la tierra y un clima que se adapta a muchas referencias», explica uno de los socios de Rural Ecolab, una explotación ecológica ubicada en la finca El Borrón de Villabona. Allí trabajan «con la pretensión de que todos los clientes sean asturianos, para que todo vaya de la mano del concepto de kilómetro cero y consumo de cercanía con el objetivo de generar riqueza aquí para que aquí se quede».
Quienes ya se han embarcado en este proyecto hablan de salud para los consumidores, de dinero para la región y de los múltiples beneficios para el medioambiente. Al fin y al cabo, «el kilómetro cero es una forma de entender que no podemos seguir en la dinámica en la que estábamos», opina José Antonio Martínez.
Y basta con arrancar cualquiera de los vegetales que cultivan en El Molín de Vega para comprobar que el sabor y la calidad no tienen comparación. «¿A que se nota la diferencia?», presume Martínez, y solo con probarlos ya se entiende una de las claves que hacen de la agricultura de kilómetro cero una idea que, cada vez, se aleja más de costumbres pasadas para erigirse como un proyecto de futuro que beneficie a Asturias y a los consumidores con salud, ecología y trabajo en la agricultura.
«Los mejores suelos agrarios están junto a las ciudades»
JAIME IZQUIERDO. Comisionado para el Reto Demográfico
«Las ciudades que iniciaron su camino hace miles de años se situaban en lugares donde se pudieran cultivar alimentos de proximidad. Por eso, los mejores suelos agrarios están junto a las ciudades», asegura Jaime Izquierdo, el comisionado para el Reto Demográfico.
Esos cultivos de proximidad se perdieron a partir de la industrialización, sobre los años 50, pero podrían recuperarse y resultar beneficiosos en diversos aspectos para el Principado. «Por la soberanía alimentaria, por la seguridad y por las oportunidades, ya que este fenómeno de agricultura periurbana ya se está llevando a cabo en las ciudades más avanzadas», explica Izquierdo.
Para él, son necesarios tres estamentos para incentivar el regreso de la agricultura periurbana. «El propio vecindario que posee las tierras, el Gobierno regional y, sobre todo, la iniciativa municipal», resume. Aunque los huertos urbanos sean un pequeño avance en esta recuperación, él aboga por llevar a «los urbanos al huerto». «El huerto urbano tiene una concepción de tallerismo, pero esto es ir más allá y gestionar el medio rural periurbano con huertas y con rebaños concejiles», indica.
«Esto ayudaría a recuperar un oficio que se está perdiendo, pues no nos estamos dando cuenta de que la erosión afecta al conocimiento y cada vez hay menos gente que sepa manejar la tierra y producir alimentos», opina.
«También hay otra escala de trabajo que es recuperar las aldeas y que las aldeas retomen su función original, que no es otra que la de producir alimentos», asegura.