HOTEL EL ROSAL – EL PITO (CUDILLERO) – 81 HABITANTES
Casona con historia El hotel El Rosal, inaugurado el 17 de julio, fue construido en 1908 y durante la Guerra Civil acogió incluso a mandos y soldados de ambos bandos
MARÍA JARDÓN
Rosario Fernández y Alfredo Valle dieron el paso de comprar su gran casona indiana antes de la covid. «Era una de las mejores casas de El Pito y estaba a la venta, así que nos animamos, pero si hubiéramos sabido todo igual nos hubiéramos asustado más», relata Fernández, copropietaria del Hotel el Rosal. Y es que tras pasar la pandemia, «todo subió de precio». No fue un paso a ciegas. Contaban con la experiencia de regentar la Casona de Pío, un hotel algo más pequeño, con 11 habitaciones, pero con mucha ocupación, ubicado en el puerto de Cudillero.
Ambos son de la zona y siempre tuvieron claro que querían vivir en el pueblo. «Fui a estudiar a Oviedo y al volver quería montar algo. Puse una tienda en Cudillero, pero tenía mucho tiempo libre, quería montar una Casa Rural que acabó siendo la Casona de Pío», cuenta Fernández, «tuve que dejar la tienda y Alfredo tenía un ‘pub’ y también tuvo que dejarlo para irnos todos al hotel».
Los buenos resultados les llevaron a «lanzarse» a comprar este edificio cargado de historia. «Se empezó a construir en 1908 y durante la Guerra Civil se ocupó por los dos bandos», relata. Hoy en día el hotel ofrece 18 habitaciones, 14 en la casa principal y cuatro en las casas de invitados y, además de la belleza de la edificación, su entorno es otro de los grandes alicientes para los turistas. «Nos decidimos por ella porque tiene mucho potencial. Estamos al lado de Cudillero, al lado de la playa, a un paso de la autovía, a 10 minutos del aeropuerto y en pleno camino de Santiago», enumera la copropietaria.
A pesar del poco tiempo que llevan abiertos, desde el 17 de julio, y de que «tuvimos que empezar de cero porque ese día fue el primero que pudimos anunciarlo», están muy satisfechos con la acogida. «Tuvimos lleno todo agosto y trabajamos bastante bien septiembre y octubre. Noviembre ya no, es un mes flojo aquí», afirma.
Fernández destaca el turismo extranjero. «Este verano tuvimos muchos suizos y holandeses», dice. La tranquilidad que se respira es uno de los grandes atractivos para ellos y, recuerdan, «tuvimos una pareja que la primera noche preguntaron si tenía algo para cenar. No damos cenas solo tabla de quesos asturianos y jamón ibérico, pues estuvieron 6 días cenando lo mismo para no marchar», sonríe.
Destaca que lo más complicado de los comienzos es la burocracia. «Nos llevó mucho tiempo que nos contestaran de patrimonio. Compramos la casa antes del confinamiento y abrimos ahora. En todo ese tiempo subieron mucho los materiales y la obra se encareció multiplicado por tres». Además, suma otros problemas para el emprendimiento rural y que no es otro que la propia economía porque «invertir aquí es costoso» y las comunicaciones, «si no tienes internet, es un problema. Aquí falla mucho. Además, hay un autobús y un tren por la mañana y otro por la tarde». Aún así, no se plantea dejar el entorno rural, porque «vivir en el campo es tranquilidad y calidad de vida». Algo en lo que coincide Desirée Fernández, recepcionista del hotel: «El paisaje, la tranquilidad, estando buen tiempo aquí puedes hacer de todo».
Los vecinos «están encantados» con la apertura . «La casa era una escombrera, entraban las cabras, hubo que trabajar mucho para restaurarla», recuerda. Y resalta la creación de puestos de empleo, «en estos momentos trabajan 6 personas en el hotel», y que atraen turismo con el positivo impacto económico que conlleva.