GREEN DOOR ASTURIAS. CORIAS (CANGAS DEL NARCEA) – 315 HABITANTES
Ana Díaz y María José Álvarez son magas. Con un saber enciclopédico sobre el patrimonio natural, histórico, artístico y la etnografía de Fuentes del Narcea, convierten una visita turística de fin de semana en una experiencia única, pero muy repetible. El lujo es el conocimiento
OCTAVIO VILLA
Lo lógico. Uno se adentra en la magia de un monasterio que hunde sus raíces en el siglo XI y de repente se cruza con sus fundadores, los condes Piñolo y Alzonza. Ellos le toman a uno de la mano y le guían por la historia de las tres iglesias y los dos cenobios que se sucedieron en el mismo emplazamiento, que hoy por hoy es la sede del Parador Nacional de Corias y que aún alberga a dos monjes dominicos. Las paredes, los claustros, las imágenes religiosas (entre ellas, el Cristo románico de mayor tamaño de Asturias), los gigantescos libros del coro de los monjes y hasta el rey Bermudo reviven. Ya no son elementos inertes, sino protagonistas de una historia en la que el visitante se va adentrando poco a poco, de forma que cuando, días después, se marcha del Parador, éste ya forma parte de su vida de una forma que el monasterio, por sí mismo, es incapaz de generar en el común de los turistas.
El truco es una visita teatralizada, orquestada por las dos magas que componen Green Door Asturias, una empresa que nació en 2013 a la par con el Parador, gracias a la iniciativa de María José Álvarez y Ana Díaz. La primera es diplomada en Turismo y Educación Infantil, con un master en Dirección y Planificación Turística. Ana es graduada en Turismo y técnico superior en Gestión de Recursos Naturales. Ambas están habilitadas como guías turísticas con dominio de idiomas. Y ambas creen con fe muy poco ciega en el poder de la evocación histórica, de la guía activa del turista. De traer al presente lo que corre el riesgo de quedar por siempre en el pasado.
Ir con ellas al castro de San Chuis, por ejemplo, supone entender cómo se vivía y se pensaba en esta zona hace casi 3.000 años, cuando Roma aún era territorio etrusco. Visitar con su guía Besullo implica conocer a fondo la tradición ferreira, del horno de cal al desbastado en el mazo y al acabado en los dos talleres ferreiros que aún funcionan. Incluso un paseo por el centro de la villa de Cangas se convierte con su ayuda en una divertida gymkana, si hay niños de por medio, o en una retahila de sorpresas en las que nos encontraremos con Jovellanos, de visita en la villa a principios del siglo XIX, con las lavanderas de hace 300 años o con los mismos condes de Toreno o a don Antonio de Llano Flórez y su esposa, la rica heredera Catalina Villamil y Ron Álvarez de Castrillón y Casariego, artífices del último palacio de la villa, levantado a finales del siglo XVIII con los fondos recibidos por Catalina tras fallecer sin heredero directo su tío, Blas Sarmiento, en Filipinas.
Lo dicho, las casas cobran vida, como lo hacen los cortinos, las corripas y las tejedoras. Ellas lo resumen: «Ofrecemos viajes en el tiempo para entender a fondo la comarca». Con ellas el visitante puede entender por qué la viticultura canguesa es una de las pocas que pueden ser calificadas de heroicas en el mundo, accediendo también a visitar la bodega de la que fuera presidenta de la denominación, Beatriz Pérez García, Vidas, que esta semana podría enseñar cómo son las tareas de poda y cuidado de viñas de más de 80 años. Y, por supuesto, una cata enológica completa.
Con ellas, el turista, incluso aquel procedente de la propia Asturias, aprenderá detalles sorprendentes. Ejemplo: ¿Por qué los cortinos de la zona pueden albergar con holgura cincuenta o sesenta truébanos o colmenas, si en los tiempos en los que fueron construidos la economía del campo cangués era de subsistencia? «Lo lógico en aquellos tiempos era que una casa del centro de Asturias tuviera un par de colmenas o tres para su propio consumo, pero aquí, los diezmos se pagaban en cera, por su valor como método de iluminación, así que muchos campesinos generaron una ‘industria’ en torno a la apicultura». Traer luz es la clave. Los recursos culturales, etnográficos, religiosos de la comarca piden y ofrecen más aprovechamiento. Mucho más y para muchos más.