GERARDO FABIÁN FERNÁNDEZ. ALCALDE DE CABRANES – 1.098 HABITANTES
«Hemos llegado a tener sólo siete alumnos en Primaria hace 20 años; hoy tenemos 65, y eso que otros concejos se nos llevan muchos alumnos»

OCTAVIO VILLA

Santa Eulalia de Cabranes. «El modelo tradicional del campo asturiano era genial… para aquella época. Aquel modelo no nos daba la calidad de vida que pedimos ahora, así que tenemos que tener claro qué queremos». Lo dice Gerardo Fabián (La Cotariella, 1978, «nacido a la vez que el Festival del Arroz con Leche»), alcalde de Cabranes, un concejo en el que algo está pasando de forma relativamente diferente al resto del entorno rural asturiano. Sin que experimente un estallido poblacional, sí es cierto que ha hecho frente al vaciamiento poblacional. La receta no es íntegramente replicable en toda Asturias –Cabranes está cerca del ‘ocho central’ asturiano y bastante bien comunicado–, pero sí que muestra ingredientes interesantes para ello. A las buenas comunicaciones se suma una buena cobertura de los servicios públicos, una activa vida cultural que se concreta en el ‘Proyecto Alma’ de integración de los nuevos pobladores, un peso notable de la gastronomía y el turismo como sector económico adicional al ganadero y, sobre todo, el pequeño, pero completamente en explotación, polígono industrial en la vega bajo Santa Eulalia. Ha atraído mucha actividad, muchos emprendedores y trabajadores y ha dado pie ya a cinco ediciones de las Jornadas de Modelo del Territorio.

–Alude usted a la dispersión de núcleos de población como una de las mayores dificultades para los ayuntamientos asturianos.
–Sí. Se entiende bien con un ejemplo. Nuestro secretario municipal, Luis Prendes, estaba antes en Puebla de Sanabria, que es un municipio parecido a Cabranes en extensión y en número de habitantes. Pero la población está concentrada. Aquí tenemos 75 caseríos dispersos por todo el municipio. Llevar agua, servicios, saneamiento, recoger basura, atender viales, para todos esos núcleos nos cuesta mucho más. Y somos un municipio pobre en la comarca, que aún creciendo seguimos por debajo de los 30 habitantes por kilómetro cuadrado.

–Pero también está bien ubicado el concejo. Y es dinámico.
–Sí, y por las razones que hayan sido, conservó bastante bien su patrimonio y su cultura. Y su paisaje, lo que lo hace muy atractivo. Entre 2011 y 2015, además, tuvimos la oportunidad de hacer inversiones y montamos el vivero de empresas, las residencias de mayores, se hizo vivienda, se hizo el polideportivo y se arregló el edificio de servicios múltiples, entre otros. Y entre 2014 y ahora, eso ha atraído a nuevos habitantes.

–El vivero de empresas está ya lleno, ¿no? ¿Se ampliará?
–Sí. Tenemos desde una cooperativa agroecológica a una psicóloga, una empresa de estética y maquillaje o una imprenta, entre otros negocios. Sobre la ampliación, por supuesto, estamos buscando financiación.

–Muchos vienen y muchos se van. ¿En qué se nota la mejora?
–Por ejemplo, en el colegio. Hemos llegado a tener sólo siete alumnos hace veinte años, y hoy tenemos 65 en primaria. Y eso que cerca de un 35% de los niños que podríamos tener en nuestra escuela se los llevan otros concejos, ya que no tenemos la capacidad de servicios de una villa grande, ni lo pretendemos. Se nota en que hay niños en la plaza y el parque todos los días, en que hay un tejido social en la restauración que no existía antes y en que ha rejuvenecido el concejo. En 2003 Cabranes era el segundo más envejecido de Asturias, sólo por detrás de Caso. 22 años después, ese indicador ha cambiado mucho. Hoy tenemos cerca de 170 habitantes que vienen del extranjero, y muchos que, siendo asturianos o del resto de España, no son oriundos de Cabranes. De esos sólo somos uno de cada tres. Y con la poca población que tenemos, es significativo que tenemos 29 nacionalidades. La última en sumarse, una pareja de Suiza, que llegó a inicios de este mismo mes.

–La última clasificación que ha elaborado el Principado saca a Cabranes de la situación de riesgo demográfico. ¿Le satisface?
–Se nos sitúa como demográficamente inestable, y yo quisiera estar como demográficamente dinámico. Lo que significa ‘inestable’ es que a veces crecemos y a veces no. En Cabranes hay mucha rotación. Si hoy hay 1.100 habitantes y el año que viene hubiese la misma cifra, no serían las mismas personas. La gente lo intenta. La tesis doctoral de Rocío Pérez Sutil del Cueto hace una analogía de Cabranes con la isla de La Graciosa, porque sólo un pequeño porcentaje, en torno al 3%, de las personas que lo intentan logran quedarse. Del otro 97% ni sabemos que pasaron por aquí y valoraron la opción de quedarse, porque no lo consiguieron ni de lejos. Y de ese 3% que lo consigue, que alquila una vivienda, que se da de alta en el padrón, igual uno de cada tres se queda realmente. Conocemos a muchísima gente que pasó por aquí, tuvo niños en el colegio y ya no está. No es fácil quedarse en la zona rural, Muchos lo intentan, apuestan y a unos les va bien y a otros no. Los números nos dicen que cuesta trabajo. Y, además, hay un sesgo de supervivencia: sólo nos fijamos en los que lo consiguen. Un problema es que si hay volatilidad en la población, no acabas de generar esa masa social que quieres tener. La identidad, porque hay mucha heterogeneidad. Y el arraigo, que es algo que viene con el tiempo.

–Con el tiempo, y con iniciativas como el ‘Proyecto Alba’.
–Pues con él queremos abarcar todo el año, con actividades culturales que sirvan para que todos participen y que ayuden a integrar a los nuevos pobladores. Música en directo, teatro, promoción de la igualdad, actividades de observación de aves… Pero bueno, vamos aprendiendo a base, también, de fallos. Un ejemplo: Vamos todos al concierto de música de cámara, que nos encanta. 100 personas en la Casa de Cultura, y cuando salimos del concierto, la mitad se van para un bar y la otra mitad, para otro. Es como el agua y el aceite. Hemos apuntado a un reto muy alto. Igual el Modelo Cabranes es, precisamente, ser fluctuante y adaptarse continuamente.

–¿Qué efecto ve que produce esa heterogeneidad en los oriundos de Cabranes?
—Los fenómenos de nueva residencia tienen una buena integración en núcleos pequeños, y algo más difícil en núcleos mayores. Como alguna vecina me decía, uno a uno son encantadores, pero todos juntos igual ya no tanto. En realidad, eso es miedo a lo diferente. Hay gente que ve a 50 personas desconocidas en la plaza y se asusta. Pero uno a uno, es otra cosa. Por ejemplo, hay un jubilado que fue ingeniero naval y que te cuenta historias que puedes estar un día hablando con él. Otro fue capitán de navío. Otro hizo comercio internacional. Hay gente maravillosa que enriquece a los demás y, uno a uno, da gusto con ellos. Cuando eso se da en un núcleo pequeño, suelen convivir muy bien con los oriundos: se ayudan, hablan, encuentran intereses comunes, y eso suele encantar a ambas partes.

–¿Cómo empezó este fenómeno en Cabranes?
–La primera población destacable fue una comunidad inglesa. Hoy siguen siendo una cifra importante. Los primeros eran jubilados que tras una vida laboral en Inglaterra venían a vivir aquí. Después de 2014 empezaron a venir más, lo que llevó a que el colegio creciese, y que el modelo educativo también, de forma muy progresista.

No hay queso en Cabranes

–Poco a poco, la producción de leche de vacuno se ha ido desplazando en Asturias hacia el occidente. En Cabranes sigue habiendo carne y leche. ¿Cómo evoluciona?
–Me constan iniciativas de ganaderos productores de leche que se están dando cuenta de que, o transforman su producto, o financieramente el futuro no lo tienen claro.

–No conozco ganaderías en Cabranes que sean también queserías.
–No, ahora mismo nadie hace queso en Cabranes.

–Entiendo que a eso se refería con lo de transformar el producto. Igual la vía es otra.
–Correcto. En todo caso, hoy, con un excel, es posible ver los recursos que consumen los animales, los rendimientos que dan y las claves para ser rentable.

–¿Y cuáles son esas claves?
–El modelo ha de ser, podríamos decir, industrial. ¿Por qué no hay lagares pequeños? Porque el margen en botella es mínimo y para ganar dinero tienes que vender miles de unidades. En la ganadería de leche viene a pasar lo mismo, las ganaderías que se quedan con pocas cabezas no son viables, tienen que tener de 70 cabezas para arriba. Un problema en Cabranes es que si lo planchásemos, sería tractorable, pero su terreno, que da lugar a un paisaje estupendo, no permite grandes explotaciones.

–¿Cuál sería la solución, pues?
–Cuando no puedes competir en un sector industrializado, tienes que diferenciarte. Irte a lo autóctono, a lo ecológico, a lo diferente. Y hay iniciativas en ese sentido.

–¿Y no se ha abordado una concentración parcelaria que permitiese crear ganaderías ‘industriales’ competitivas?
–Aquí no es posible. Ves los patrones de propiedad de las parcelas y te encuentras superficies de 600, de 1.200 o 2.500 metros. La evolución de la propiedad desde el siglo XVI, cuando había sistemas de territorio con pocos propietarios y una explotación con trabajadores, fue la de una división permanente al punto de que hizo imposible una concentración parcelaria, porque si tienes 100 parcelas tienes también 100 propietarios. Con la ganadería no es posible hacerlo, y con la forestal, hay alguna iniciativa y se intenta cada para de años, pero nos pasa más o menos lo mismo, que el territorio está muy fraccionado.

SU LUGAR ESPECIAL

La Cotariella

Gerardo es feliz con sus ovejas, sus ocas, sus perros y con Martina, que se le acerca, entre curiosa y cariñosa, en una de las fincas en las que está poniendo en marcha su ganadería en el pueblo que le vio crecer, La Cotariella, muy cerca de la cota más alta del concejo, el pico Incós, de 582 metros de altitud. Los sábados de las últimas semanas, en cuanto el Ayuntamiento le deja un momento libre, se va a sus fincas de La Cotariella a instalar cierres de madera y alambre, dotados de un ingenioso pero sencillo sistema de marcos de madera para dar paso a los mastines entre las fincas o a sus comederos sin que vacas y ovejas puedan seguirles. Se le nota que es ingeniero civil (como tal entró a trabajar en el Ayuntamiento), pero también, y mucho, se le nota feliz entre ganado, viendo el macizo central de los lejanos Picos de Europa desde el balcón del centro de Asturias que es Cabranes.