GERMÁN MONTOYA. FLOR DEL AGUA. CAMALES (TRUBIA) – 6 HABITANTES
De Almería a los valles del Trubia. Germán Montoya aprovechó que estaba en el paro para dar un giro a su vida y se instaló en los montes de Camales, donde inició una producción de rosas comestibles y aromáticas

MARÍA AGRA

Germán Montoya (El Egido, Almería, 1977) viene de una familia de horticultores de viveros. Su padre tenía un vivero de plantas y había trabajado allí con él desde pequeño, ayudándole con el vivero. Su pasión por la jardinería y la educación ambiental le llevó a centrar sus estudios en ambos ámbitos y, en 2013, cuando tuvo la oportunidad de comprar una casa en un terreno del concejo de Grado, no se lo pensó. Coincidiendo con que no tenía trabajo en aquel momento, aprovechó para dar un giro a su vida e iniciar su propio proyecto. «Era un sueño para hacer poco a poco», comenta. Lo hizo junto a su socio, Mario Kurt Gigerl, con quien se turna para viajar por Europa en busca de variedades de rosas. Eligieron Asturias porque «es todo verde y hay agua».

Algo que Germán echaba en falta, acostumbrado al clima árido de Almería, «era tener un terreno donde pudiera tener una gran producción sin preocuparme tanto del agua».

Así fue como empezó una plantación a pequeña escala que, años más tarde, concretamente en 2019, trasladaría a una granja ubicada en Camales (Trubia) donde actualmente tiene 20.000 rosas de 350 variedades diferentes. Comenzó probando variedades importadas de Alemania, Reino Unido, Dinamarca y Países Bajos para ver cómo se daban en el clima oceánico asturiano, y cuál fue su sorpresa cuando descubrió que, «pese a que tengan la fama contraria, hay muchas rosas que se dan muy bien en Asturias», lo que le permite no tener que sulfatar ni aplicar ningún químico para su conservación. A partir de ahí, siguió rompiendo la barrera de lo que él denomina las falsas creencias de este tipo de flor, «como que las rosas modernas de jardín no huelen». Si las rosas de floristería no huelen, explica Germán, «es porque son variedades que quieres que duren tres semanas sin que se estropeen, y los aromas las hacen muy frágiles».

 

En uno de sus viajes por el mundo, vio que en otros lugares había mermeladas caseras de pétalos de rosas, vio un potencial para darle una vuelta al mercado ya que «el uso culinario aún no estaba explotado en Europa». Empezaron con tres recetas: una mermelada dulce de rosa, gelatinosa y suave; el sirope, que es más líquido pero es un concentrado del sabor y el olor de la rosa y se puede emplear «para un postre o una bebida»; y una salsa ‘chutney’ de rosas que tiene aromas y sabores cítricos y picantes que «va mejor para platos salados», indica Germán. Más adelante lanzaron otros tres productos, dos de uso culinario y uno enfocado a la aromaterapia: un ketchup del fruto de la rosa (el escaramujo), «que es 50 veces más rico en vitamina C que la naranja»; una miel infusionada en pétalos de rosa, y un tarrito con pétalos secos y aromáticos para que, en la temporada que no hay rosas frescas, «te puedas hacer tus propias recetas de aromaterapia en casa, desde una bebida hasta una mascarilla para la cara», remata.

Con el tiempo, tuvieron la oportunidad de coger un local en el centro tecnológico El Sabil, en Santo Adriano, desde donde preparan lo que luego comercializarán en el mercado europeo.
Lo único que echan en falta, resalta, es «que en la zona hubiera un obrador colectivo que se pueda compartir por diferentes empresas para elaborar distintos productos. Yo tengo diez elaboraciones al año, que serían diez días, y sería genial poder llevar a cabo un proyecto para muchos más emprendedores en la zona».