ESTEBAN RAPOSO. LIBRERO Y HOSTELERO – PIMIANGO (RIVADEDEVA) – 99 HABITANTES
Tinta fresca y mantel. Madrileño con raíces en el campo cántabro, pidió el finiquito en la empresa farmacéutica donde trabajaba para venir a una aldea a levantar su sueño: una librería que es también taberna
PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA
Son las doce del mediodía y Esteban Raposo abre la puerta del sueño que construyó con sus propias manos en un rincón de Pimiango. Madrileño con raíces cántabras –su padre fue ganadero antes de emigrar a la gran ciudad– confiesa que siempre amó los libros. Cursó Geografía e Historia y trabajó la mayor parte de su vida en una multinacional de la industria farmacéutica. El día en que pidió el finiquito en la empresa tenía claro hacia dónde apuntar en su radical giro vital. Allí, arriba del mapa estaba el norte de los suyos y la aldea de Ribadedeva donde la familia pasaba los veranos.
El último estío inauguró el espacio que durante años había estado proyectando en sus sueños. «Esta es una taberna donde se puede comer rodeado de libros o leer con una copa o un café en la mano, pero por encima de cualquier otra cosa, la vocación de La Librería de Pimiango es la de ser un lugar de encuentro cultural», explica mientras activa la cafetera del local y da las luces del piso superior, una inmensa librería de volúmenes nuevos y viejos que cumple también la función de comedor.
«¿Por qué no una librería en un medio rural?», plantea Raposo sobre el entorno del que proviene su familia y al que él siempre se ha sentido vinculado: «Más allá de grandes proyectos políticos o estratégicos, lo que necesita fundamentalmente es que haya actividad, de todo tipo. Un espacio cultural ¿por qué no va a funcionar? Solo hace falta que exista, desde que abres la puerta e invitas a la gente a participar de lo que se ofrece en él ya ha comenzado a funcionar. Y además en este concejo hay una gran vitalidad, tiene un calendario de iniciativas muy diverso y activo», opina el librero.
Entre los anaqueles repletos de novedades o volúmenes de segunda mano cuelgan carteles de las presentaciones literarias que cada fin de semana convocan aquí a autores asturianos o llegados del cercano otro lado del Deva, con su público: «Lo habitual es que haya unas cincuenta personas, como en la librería de una ciudad». La música en vivo anima la puesta de largo de los nuevos títulos y el madrileño no oculta su objetivo de que Pimiango sea un lugar de referencia en cada ciclo de presentaciones de libros al mismo nivel que Oviedo, Gijón o Santander.
De creer en que los sueños deben cumplirse, el propietario de este negocio que aúna cultura y hostelería ha aprendido sobre todo que la mejor forma de lograr cualquier propósito es la de apostar por el ‘hazlo tú mismo’. Sin ningún conocimiento previo en materia de construcción o carpintería, decidió contratar a un albañil del pueblo para empezar a levantar un edificio que él siguió completando con sus propias manos. «Ni se me ocurrió pedir ayudas o subvenciones de ninguna clase. Aquí metí el finiquito de la empresa, los ahorros, el apoyo de la familia y lo que iré amortizando poco a poco. De cocina tampoco sabía mucho más de lo que preparaba en casa, he ido sabiendo a medida que trabajaba y gracias a la guía de algunos amigos. Procuro no complicarme mucho, cada día o cada fin de semana ofrecemos un determinado producto o tapas. Ni siquiera tengo redes sociales. La gente ha ido conociéndonos por el boca a oreja». Sonríe en la terraza del bar donde un tronco anuncia ‘platos encontrados y libros perdidos’. Raposo asegura que este es el sitio al que siempre quiso llegar.