MARLÉN LÓPEZ Y MANUEL PERSA. LABORATORIO BIOMIMÉTICO. LADINES (SOBRESCOBIO) – 63 HABITANTES
Soluciones sostenibles. Hace tres años, Marlén y Manuel se mudaron a Sobrescobio y establecieron un laboratorio biomimético para estudiar cómo funcionan los organismos y su aplicación en la industria
MARÍA AGRA
Es una manera de hacer sostenibilidad. De regenerar. De reducir el impacto medioambiental y de hacer economía circular. La biomimética, un concepto que a priori suena complejo, es el proceso de observar, entender y aplicar soluciones procedentes de la naturaleza a problemas humanos. Cuando Marlén López y Manuel Persa se dieron cuenta de que «en la naturaleza está todo», comenzaron a estudiar su funcionamiento, el de la naturaleza y sus diseños evolutivos, para aplicarlo a soluciones de diseño en el ámbito de la arquitectura, aunque se puede aplicar en cualquier campo.
Todo empezó en 2009, en Barcelona, cuando Marlén hizo un máster de arquitectura biodigital, que «fue la semilla de todo». Desde entonces acumulan una trayectoria de 14 años dedicándose a la investigación de la naturaleza con aplicación en el diseño. «Por ejemplo, si hace muchísimo calor, observamos qué adaptación hacen determinados organismos para poder resistir esas temperaturas tan altas», explica Manuel. Y es que no sólo es que tengan una dilatada experiencia en la materia, sino que además han allanado el terreno a otros. Ya en 2012, Marlén fundamentó su tesis doctoral en cómo se adaptan las plantas a los diferentes climas europeos para que, con esa información en la mano, los arquitectos puedan diseñar sistemas para edificios. Concretamente, «fachadas que interactúen con el entorno y permitan ahorrar en calefacción en climas fríos», cuenta.
Como tenían claro que «la única manera» de embarcarse en este proyecto era hacerlo desde el entorno rural, hace tres años se mudaron de Gijón, donde llevaban viviendo una década, a Ladines, una aldea de tan sólo 63 habitantes encaramada en las laderas del valle de Agues, en Sobrescobio. Con vistas a las montañas del Parque Natural de Redes, trabajan desde una antigua cuadra que reformaron y convirtieron en un laboratorio biomimético. Allí realizan labores de consultoría aconsejando a grandes empresas acerca de qué caminos y metodologías pueden seguir para las investigaciones que desean realizar, pero su punto fuerte es la divulgación. Mediante cursos, conferencias y jornadas, tratan de «dar a conocer este mundo a todos, desde los más pequeños hasta perfiles profesionales».
Actualmente están investigando biomateriales, que son sustancias diseñadas para interactuar con los sistemas biológicos de los seres vivos con un propósito médico. «Nos fijamos en cómo fabrica la naturaleza sin contaminar ni consumir grandes cantidades de energía y en cómo se biodegradan esos materiales para volver a meterse en el círculo». No es tarea sencilla, pero afortunadamente cuentan con el apoyo del Ayuntamiento de Sobrescobio, siempre dispuesto a cofinanciar sus actividades para que tengan un impacto en el concejo.
Y es que esa es otra parte clave de su proyecto. Que lo que hagan revierta de alguna manera en el territorio. «Para nosotros es muy importante dejar algo», señala Marlén.
Si tuvieran que poner alguna pega a la vida en el pueblo sería que hasta hace un mes no tuvieron fibra óptica, pero «ni eso» resulta un inconveniente insuperable. Para ellos, la vida allí resulta más fácil que en la ciudad y lo de estar alejados fue una decisión «muy a propósito». «Es un sitio privilegiado de Asturias y nos veíamos en la obligación moral de estar aquí. En la naturaleza está toda la inspiración del mundo y eso es lo que queremos transmitir».