EMBUTIDOS EL PEDREGAL – PIÑERA (BIMENES) – 56 HABITANTES
Tradición. Se crió elaborando embutidos caseros con sus padres y desde finales de los 80 sostiene El Pedregal, una pequeña empresa familiar radicada en Piñera, la aldea donde siempre ha vivido en Bimenes

PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA

Embutidos de elaboración tradicional producidos con la tecnología del siglo XXI y un mercado abarcable cosechado en décadas de trabajo. Ese es el modelo de negocio que sostiene El Pedregal, una pequeña fábrica familiar que nació a finales de los años 80 en Piñera (Bimenes). En esta aldea yerbata, situada en la subida a Peñamayor, ha vivido siempre Francisco Javier Montes, heredero de los fundadores y hoy orgulloso de que sus tres hijos sigan a su lado, «tirando por esto que tanto costó levantar». Su mujer, Agustina, completa la plantilla. «Tuvimos oportunidades de trasladarnos, pero preferimos seguir aquí. Estamos muy a gusto y siempre quisimos que los chavales contaran con un medio de vida en su pueblo», explica el patriarca.

Bimenes es uno de los concejos asturianos más castigados por el despoblamiento. La minería fue el principal motor económico hasta su declive en los años 60. Desde entonces, pasó de tener 4.600 habitantes a los 1.700 actuales. La ganadería y la elaboración de productos caseros de chacinería ayudaron a salir a flote a muchas familias. Francisco Javier nos enseña el hórreo donde sus padres, Aquilino y Pilar, abrieron una carnicería cuando el primero tuvo que retirarse de la mina con 28 años, silicosis y una pensión mínima. «De aquella no había cámaras y la carne que no se vendía se perdía. Por eso decidieron hacer embutidos». Un viajante de bollería se ofreció a vendérselos por los pueblos y así fue creciendo un negocio, que no logró su propia etiqueta hasta mediados los 80. Fue entonces cuando el hijo, formado en industrias cárnicas en Salamanca, tomó el relevo.

El interior de la actual fábrica, construida bajo la vivienda familiar, muestra los vestigios de las sucesivas obras de ampliación que fueron realizándose a medida que la empresa se consolidaba. Allí el ahumadero de leña o los secaderos tradicionales conviven con maquinaria y cámaras de última generación. «Siempre tuve claro que había que ir con la tecnología para no quedar atrás en el mercado y poder vender más. En vez de un Mercedes, si había perres, yo compraba una máquina pa mejorar», revela el chacinero. Oficialmente jubilado, su mujer lleva las riendas y el peso de la producción junto a su hijo Iván, informático, que aporta también sus conocimientos profesionales al negocio y se encarga con sus hermanos de la distribución directa por toda Asturias.

El crecimiento de la empresa ha ido en paralelo al de uno de sus principales clientes, una conocida marca de tiendas de alimentación con sede en el vecino Langreo. Establecimientos de pequeño comercio son su otra vía de ventas y su participación en mercado puntuales como el Ecológico y Artesano de Gijón. «Con el nicho que tenemos nos mantenemos y, si los clientes nos piden más, estamos preparados, pero no queremos abrir más campo del que podemos trabajar», asegura Montes, quien no tiene duda de que «en el mundo rural puede vivirse y hay futuro apostando por lo nuestro».

Pone como ejemplo las otras dos fábricas familiares de chacinería del concejo, que cuenta con su propia marca, el ‘chorizu de Bimenes’. «Ye lo que más se vende y por algo será», afirma este yerbatu orgulloso de una tradición que da vida y riqueza a su pueblo.