EL TELAR DE IRENE. SANTA EULALIA DE OSCOS – 431 HABITANTES
Irene Villar volvió a Santa Eulalia con la ilusión de recuperar un oficio algo olvidado. Adaptó una vieja casa familiar donde puso en marcha un telar, en el que enseña y hace el proceso del lino
MARÍA JARDÓN
Nació en As Poceiras, un pequeño pueblo a dos kilómetros de Santa Eulalia de Oscos, pero sus estudios de peluquería la alejaron del medio rural y la llevaron a vivir en Oviedo, Gijón y A Coruña, donde pasó los últimos 14 años antes de volver. «De 1991 a 1995 se puso en marcha un plan Leader por el que Europa te subvencionaba si tenías una casa vieja, para arreglarla y desarrollar un oficio dedicado a la artesanía de la zona o a la hostelería», recuerda Irene Villar. Ella trabajaba en Galicia y un compañero estaba en contacto con gente que tenía un telar. Decidió ir a aprender el oficio a su escuela. «Mis padres tenían una casa en ruinas en Santalla, así que me animé a presentar un proyecto y me lo aprobaron», rememora.
Se puso manos a la obra y continuó formándose en el Museo de Grandas de Salime, el de Pepe el Ferreiro, «había una artesana allí trabajando, Remedios Robledo, que era una mujer que sabía mucho de lo que es la historia del telar y del lino», destaca. «Con ellos aprendí mucho y estuve más de veinte años trabajando en el telar, en una casa que fue diseñada específicamente para eso, con mucha luz».
En la actualidad Villar está jubilada. Sin embargo, sigue dedicando su tiempo a enseñar a todo aquel que quiere aprender a manejar el telar. «Hacemos todo el proceso con los niños del pueblo y alguno que viene de fuera», relata. «Les enseño a hilar y tenemos una pequeña plantación de lino, que también se hacía en el museo. Es una manera de que vean todo lo que se hacía en el pasado aquí». El telar de Irene está abierto al público para que los visitantes puedan ver las cosas que han realizado de manera artesanal y en qué consiste el proceso del hilado.
Uno de los temas que preocupa es si habrá o no relevo generacional. Por el momento, ella enseña «a los que tienen interés», aclara. «De momento tres personas aprendieron lo que es el manejo del telar y en cuanto al hilado, hay tres niñas y un niño que ya pueden hilar, de hecho, en las ferias cuando salimos se ponen a hilar en la calle», explica. Sin embargo, «la artesanía es muy lenta», lamenta, «lleva tanto tiempo que no sé si en la actualidad a la gente le es rentable pasar tantas horas, no sé si se puede vivir de ello». Aún así, continúa, «yo recuperé esta actividad después de muchos años y estos niños que aprendieron ahora dentro de 50 años seguirán sabiendo hacerlo y puede que cambie la historia. Es decir, perder no se pierde», asegura con esperanza.
Reconoce que su manera de enseñar no es una clase como tal «porque estos oficios tienes que mirar, después interiorizar y practicar». Así ha sido siempre, «en el pasado también aprendían unos de otros mirando, simplemente», añade. Además, puntualiza que «la gente joven aprende facilísimo y los niños lo hacen enseguida y les hace gracia».
Para Villar la labor que hace tiene su relevancia. «Mucha gente que pasa por aquí no conoce el lino y aquí lo ve», explica, «para mi es importante que la gente conozca nuestras raíces, es un concejo envejecido, gente joven hay poca y que se dedique a los oficios menos aún, pero en algún momento cambiará el sistema que tenemos y se volverá a las raíces», confía.
Los Oscos es una zona donde había mucha tradición del telar, «se hacían verdaderas obras de arte y yo alguna copio, de lo que es la artesanía tradicional del pasado», reconoce, «hacían maravillas y estaba muy arraigado, casi en cada casa había un telar, tenían ovejas y hacían todo lo necesario para el día a día», señala, «estoy contenta de poder recuperarlo un poco», concluye.