BERDULÉS (TINEO), 25 HABITANTES
Javier Álvarez nació en San Sebastián, vivió allí y en Gijón y finalmente volvió a Berdulés, el pueblo de sus padres. Fue ganadero, como su hermana, y desde hace 21 años, hace crecer un vivero único en el Suroccidente

OCTAVIO VILLA

Cuatro empleos y una forma de vida literalmente pegada a la tierra. A la de Berdulés, el pueblo tinetense en el que Javier Álvarez (San Sebastián, 1976) mezcla el cultivo de cientos de especies vegetales con la vida familiar y el cuidado de sus padres. La suya es una historia inversa a la habitual. Sus padres, Belarmino Álvarez y María Luisa García, se fueron a San Sebastián en los sesenta desde Berdulés, buscando un futuro mejor. Dejaban atrás una robusta casa de piedra levantada por unos canteiros gallegos, de aquellos que recorrían el occidente astur renovando pueblos en los años cincuenta. Dejaban también el ganado, unas tierras de la ería de Tineo, donde la cordillera perfila hacia el sur un espectáculo de montes y colinas perlados de tierras de labor y de pasto.

Pasaron en el País Vasco años en los que nacieron sus hijos, Elena y Javier. Luego, a Gijón, donde el padre trabajó en El Musel. Y fueron los hijos quienes tiraron de los padres de vuelta a Berdulés. De vuelta a la ganadería y a una paz que la ciudad niega.

Elena y su marido siguen en la brecha vacuna. Pero Javier se decidió por centrar sus esfuerzos «en lo que es también mi afición: las plantas». En 1999, con apenas 21 años y dos módulos de Gestión y Organización de Empresa y de Ganadería en la Escuela de Luces (Colunga), creó ‘Viveros del Occidente’. Al principio, compaginando la ganadería en Berdulés, donde hoy sigue la zona de cultivo bajo invernadero y fuera. Así tiró ocho años. Hoy, ya sin ganado, también en Cangas del Narcea, a pocos metros del Parador de Corias, donde centra su labor comercial.

La cosa fue muy bien «hasta 2007, con la crisis económica. Antes de eso, llegamos a ser seis trabajadores. Teníamos muchas obras de jardinería en polígonos industriales, museos, restaurantes, etcétera… Luego llegó el crack y se paró todo. Durante unos años, quedamos dos». Hoy vive «razonablemente bien». El negocio volvió a crear empleo, y son cuatro. Dos en Berdulés (Jorge y David, a cargo de los 3.500 metros cuadrados de plantación) y dos junto a Corias, donde al pie de la AS-15 está el vivero de venta.

 
Durante el primer mes del estado de alarma lo pasó mal, porque tuvo que cerrar la tienda. Ya puede abrir, media jornada, para atender a los clientes de huerta y agricultura profesional. Pero, sobre todo los primeros, no son el futuro: «Los clientes del día a día son jubilados y gente del campo. Compran para sus huertas y jardines. Cuando ellos se vayan no sé si habrá relevo generacional».

Un futuro interrelacionado
Hace un año, una joven, Carmen Pérez, se acercó a Corias a buscar plantas para un proyecto de detalles de boda, mesas dulces y photocall para un enlace. Congeniaron en la forma de ver el negocio, y hoy Carmen es la responsable de eventos, una parte esencial del negocio.

Y es la cancelación actual de eventos una de las grandes preocupaciones: «Trabajamos mucho para los ayuntamientos de la zona, con jardines y organizando eventos como la feria de la Vendimia o Narcenatur, cuya organización nos lleva el año completo, y su suspensión nos va a suponer un duro golpe».

También trabajan mucho con el Parador de Corias, que «hasta el confinamiento era la locomotora de la comarca, y después puede y debe volver a serlo. Son 96 habitaciones que estaban llenas casi siempre, con turistas de alto nivel adquisitivo, que comen fuera y que quieren ver cosas interesantes. Son bodas y otras celebraciones, que suelen contratar la decoración con nosotros. Y aunque algunos dueños de casas rurales al principio creían que el Parador les iba a matar, se han encontrado con que les da negocio, porque el turista que viene al Parador suele generar en su entorno familiar y de amistades interés en el Suroccidente de Asturias, así que viene más gente, tanto al Parador como a las casas rurales», dice Javier. Y añade: «Algunos lo han entendido especialmente bien y no limitan al alojamiento lo que ofrecen, sino que también dan talleres de artesanía, o actividades deportivas. La Asociación de Turismo Fuentes del Narcea tiene una oferta muy buena. Tenemos que explotar nuestros recursos naturales y culturales de forma conjunta, y en cuanto se pueda volver a hacer», dice.

La zona, como Berdulés, tiene mucho que ofrecer al visitante. Y mucho que sembrar y abonar para superar juntos la nueva crisis.