Foto: La guía María Rey muestra a visitantes de Cataluña, Lanzarote y Georgia cómo se vivía en una ‘casa de teito’, en el Ecomuseo de Veigas. / O. VILLA
Riqueza etnográfica. Un concejo con la herencia cultural y antropológica que tiene Somiedo debe no sólo sacarle rentabilidad, sino también ofrecer ese enriquecimiento personal al visitante
OCTAVIO VILLA
Cuando un concejo como Somiedo tiene como segunda actividad económica el turismo y cuenta con una herencia etnográfica de la potencia como la suya, es no sólo productivo, sino obligado hacer de esa riqueza un recurso de atracción y, también, ofrecerle al visitante ese enriquecimiento personal.
En Somiedo lo han entendido bien. En su centro de interpretación del parque y en la casa del oso de Pola se prepara uno para visitar el parque con conocimiento de causa y también para no quedarse en la hermosa foto de la osa con el osezno, sino para saber también cuál ha sido la relación de los somedanos con el oso desde la prehistoria hasta hoy. Y cómo el ingenio de los primeros evitaba los desmanes del plantígrado con los materiales disponibles.
Y si el ingenio es el gran valor, las Casas de Teito de Veigas, por una parte y el museo de los oficios, la trashumancia y la escuela rural de Caunedo componen en esas dos sedes el Ecomuseo de Somiedo, en el que el visitante interesado puede, en buena medida en la ubicación original y con los materiales auténticos, gracias a una laboriosa reconstrucción, conocer a fondo «cómo vivían mis abuelos, de lo que estoy muy orgullosa», según asegura María Rey Arias, la guía que en las cuatro impresionantes casas de teito que en Veigas completan el Ecomuseo explica a los visitantes ese ingenio. De las trampas para osos a las ‘lavadoras’ manuales de madera; del aprovechamiento del calor de los animales de los que también se alimentaban para caldear la vivienda a los pozos de nieve para poder enfriar bebidas en verano.
O, incluso, las ‘contaminaciones’ culturales de los concejos vecinos, que hace siglos estaban más lejos que hoy está China. Así, en una de las casas de teito se pueden ver cuencos de madera elaborados por cunqueiros de Ibias, cuyos viajes comerciales llegaban tanto a Somiedo como a Castilla con carros.
La visita permite hasta la ensoñación, gracias a la guía de María Rey. Ella, que con su hermano lleva una notable ganadería de carne y se prepara para ejercer como agente forestal –además de ser una excelente acordeonista que actúa bajo el significativo seudónimo de ‘María Somiedo’– es uno de los mejores exponentes de que para que un territorio tenga futuro sus jóvenes deben tener orgullo de sus raíces.
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