CAMPO DE CASO (CASO), 147 HABITANTES
Natalia Lobeto Álvarez. Segunda generación de queseras profesionales del Casín, aboga por un modelo con criterio profesional y por la unidad de los productores de queso de Asturias

OCTAVIO VILLA

Es la hija de Marigel la de Reciegos, o la del Casín. Queda todo dicho. Capacidad de trabajo y sacrificio, iniciativa empresarial con criterio y respeto por la tradición quesera. Eso fue lo que hizo que Marigel afrontase allá por los ochenta la recuperación de un queso, el Casín, de intensísima personalidad y que en casi todas las casas del concejo se elaboraba, pero que casi nadie vendía.

La historia de Marigel es muy conocida. Recabó de su suegra, Marina, y de varias amigas y vecinas de Caso sus modos, sus recetas, la peculiaridad de la máquina de rabilar… Y resucitó para el mundo al Casín, desde una mínima quesería en el centro del Campu. Luego llegarían la tímida entrada en la gran distribución y en la regional. Una quesería nueva, ya en un hotel rural en el que uno de los grandes atractivos es la posibilidad de participar en la elaboración. De conocer su cultura, de tener una experiencia que va mucho más allá del simple alojamiento o una buena comida. «Siempre vuelven, o vienen familiares de los clientes, o amigos. La gente sale entusiasmada», afirma Natalia, que antes de la crisis del coronavirus viajó a París a una feria internacional a la que solo asistieron ella, por el Casín, y Pascual Cabaño, por Rey Silo, de todos los queseros asturianos. «Y eso que Asturex nos pagaba el stand. Creo que es fundamental que salgamos al exterior, que asomemos la cabeza con la calidad y la historia de nuestro producto, y que seamos conscientes de que el nombre de Asturias va vinculado a quesos muy especiales y muy reconocidos. Tenemos mucho que ganar si nos movemos».

Natalia dejó la ciudad hace tres años. Había estado gestionando residuos hospitalarios en una empresa de Urbaser en Valladolid. Pero su madre le hizo una oferta que ella no quiso rechazar: «Hija, sigue tú con la quesería, que yo con el hotel tengo ya mucho trabajo», le dijo Marigel. Hoy, Natalia es una mujer feliz. Cuando la vida era normal, antes de la pandemia, dividía su tiempo entre Gijón y Campo de Caso. Entre su madre y su hija, y «con una calidad de vida excelente, que es la que nos puede dar el campo si sabemos trabajarlo. El campo ha de ser fuerte, crear empleo, producir, y rechazar la idea de que está condenado a una economía de subsistencia. No es así».

Natalia es la vicepresidenta de la D. O. del Queso Casín, una comunidad bien avenida que hoy solo tiene tres productores: su quesería (Redes), Ca Llechi, en Pintueles (Infiesto) y La Corte, en Tanes. Elaboran unas diez toneladas anuales, con crecimiento continuado, porque el producto es excepcional. Es un queso «tan distinto que no deja a nadie indiferente. Una vez que lo pruebas, si te gusta, te conviertes en un fiel absoluto». Doy fe.

Su muy particular modo de elaboración (la cuajada se hace y deshace en ‘gorollos’ al menos dos veces durante su maduración. Se dice que había casas en las que el proceso se hacía hasta siete veces, con la máquina de rabilar, básicamente dos cilindros de castaño por entre los que pasa la masa del queso dos veces por rabilada.

¿Qué le falta hoy al Casín? Mercado, no. Se vende todo el que se produce, y la D. O. lucha por ampliar mercado. Le falta leche. De vaca casina, que es la que mejor le va. Poca cantidad por ordeño, pero de una calidad que solo una raza y unos pastos en altura proporciona. «Faltan ganaderías», se queja Natalia. «Compraría a buen precio la leche que se produzca en Caso, es un compromiso. Necesitamos que haya quien se atreva a poner una ganadería grande de leche. O a que se haga una concentración parcelaria y una ganadería en cooperativa. Sería bueno para todos los vecinos y para el concejo, y mejoraría el cuidado del paisaje».

Y Natalia, con sus dos colaboradoras, ya está comenzando a pergeñar su nuevo proyecto. Una pista: va en la línea de un queso inglés de amplia distribución mundial, intensa personalidad, formato atípico y precios que superan ampliamente los 25 euros. el kilo.