EMMA ÁLVAREZ Y SARI GONZÁLEZ, ECOPITAS – LUGAR DE ARRIBA (MORCÍN) – 288 HABITANTES
Granja. Una pequeña empresa de producción de huevos ecológicos es el proyecto que levantaron con esfuerzo e imaginación dos mujeres de Riosa en una finca del vecino concejo de Morcín y que hoy es su medio de vida
PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA
Al pie del Monsacro, los concejos de Riosa y Morcín se abren paso entre desfiladeros de caliza. Los poblados mineros y las escombreras dan fe de un pasado reciente vinculado a la industria del carbón, rodeados de un entorno de montes, pequeñas aldeas y caseríos que muestran su otra seña de identidad, la rural. Dos mujeres riosanas, Emma Álvarez, de Villamir, y Sari González, de Muriellos, apostaron hace tres años por un proyecto de emprendimiento basado en el medio natural: Ecopitas, una granja de producción de huevos ecológicos que hoy es su medio de vida y que les gustaría sirviese de ejemplo de cómo es posible un futuro pegado al propio territorio en una zona con escasas salidas laborales.
«Soy ingeniero topógrafo y trabajaba en obra civil. En 2010 me quedé sin empleo y me tuve que volver a Riosa. Haciendo un curso de creación de empresas en Valnalón tuve la idea de montar una granja de pitos de caleya, aunque finalmente vi más viable criar gallinas en ecológico», explica Emma. El proyecto quedó parado unos años hasta que encontró en su amiga Sari la socia que necesitaba: «Un día quedamos a tomar un café, me preguntó por la granja y me dijo que si empezaba, ella se unía. Así la embarqué (risas)», relata. Una ayuda de los fondos Leader les sirvió para arrancar, luego con créditos privados y el apoyo de la familia pudieron materializar su idea en una finca de 24.000 m2 en Lugar de Arriba –en el vecino Morcín–, y construir dos naves para la producción de sus 574 gallinas.
La imaginación y la voluntad de seguir fueron sus aliadas en un camino inicial que describen «lleno de problemas y trabas de todo tipo». Para dar salida a sus productos, se les ocurrió una iniciativa que ha dado viabilidad al negocio hasta ahora. «Se trata de que alguien apadrine a una gallina. Cada mes le llevamos 30 huevos y donamos media docena a un comedor social. Fue algo que empezó a funcionar muy bien desde el principio, especialmente entre la gente de Riosa y Morcín. A muchos de los padrinos les gusta además venir a ver la granja con sus críos para ver las gallinas sueltas por la finca». Su otra vía de comercialización son tiendas de la zona y de ciudades como Oviedo y Gijón, además de algunas ferias y mercados. «Trabajamos en equipo. Yo me encargo del reparto y de la gestión en la oficina, mientras Sari se ocupa de la granja: atender a las pitas, recoger, clasificar y envasar los huevos, también del cuidado de la finca. De momento nuestro principal objetivo es recuperar la inversión y luego poder continuar mejorando», explica Emma.
Ambas creen que proyectos como el suyo pueden servir de estímulo para una zona muy castigada por el fin de la minería: «Aparte de los jubilados, la mayoría de la gente trabaja fuera y no hay trabajo para los jóvenes. Aquí o nos dedicamos a algo que tenga que ver con el medio rural o natural o hay pocas salidas. Sería una manera de que los chavales tuviesen un futuro. Hay monte y muchas fincas abandonadas, solo hacen falta ideas y apoyo, más que subvenciones, facilitar que se puedan realizar», afirman.