El alcalde muestra la ubicación de Piloña en el mapa de la Europa neandertal, en el museo del Sidrón. / O. Villa

Tierra con raíces. Piloña es el territorio asturiano con la presencia humana más antigua documentada, con el único caramelo realmente universal y con el artista rural más rompedor del país

OCTAVIO VILLA

En el valle del río Piloña hay un microclima especial. Suavizan sus montes el embate de los vientos marinos, evitan el impacto directo de los fríos de la cordillera y, por si poco fuera, su vega fluvial de aluvión constituye, y así lo hacía hace muchos miles de años, uno de los entornos más parecidos a lo que la Biblia describe como el Paraíso terrenal.

Así lo entendieron, antes que nosotros, los primos que ocupaban estas tierras hace casi 50.000 años –igual hay quien se atreve a llamarles ‘los primeros asturianos’–, que no hace tanto tiempo fueron descubiertos como fósiles canibalizados en la hoy mundialmente famosa cueva de El Sidrón. La oquedad de la caliza a la que una inundación se llevó un otoño de hace 49.000 los huesos de trece personas neandertales que habían sido descarnadas por sus congéneres no es visitable hoy, pero sí lo es un pequeño pero muy completo y visual museo en la casa de la Obra Pía, vecina al edificio del Ayuntamiento.

Piloña es ahora un puntal mundial, con muy poco que envidiar a Atapuerca –si acaso, una apuesta más clara por el uso comercial de la riqueza científica–, pero es queeste concejo está acostumbrado a ser un referente en todo el mundo. En su día, de la inventiva de uno de sus hijos nació el archifamoso ‘Chupa-chups’, el caramelo con palo más universal y puntal de su economía durante décadas, en las que, además, llevó el nombre de Piloña y de Asturias por todo el mundo.

Hoy, ese nombre lo lleva también desde una pequeña población el que probablemente es uno de los artistas más creativos del escenario nacional, Rodrigo Cuevas. A él le reconoce no sólo el alcalde, sino la práctica totalidad de los piloñeses, que ha sabido llevar el nombre y una esencia actualizada de Asturias y de Piloña, de nuevo, por todo el mundo. Y que lo ha hecho sin perder de vista –antes bien, haciendo de ellas uno de los ingredientes fundamentales de su creatividad– las raíces culturales de su pueblo. Y todo, sin marcharse de Piloña. Aquí sigue viviendo, aquí tiene sus amigos y aquí seguirá, con una apuesta muy personal por el local de La Benéfica y todo lo que su tarea allí implica de dinamización de su pueblo.

Piloña, el cruce de caminos histórico del Oriente asturiano hacia León, hacia Cantabria, y hacia el centro de Asturias, sigue ofreciendo en sus valles y montes todo un espectáculo. De bandera.