Desde Les Praeres, donde pasta el ganado, se divisa media Asturias./ O. Villa

Alfonso X el Sabio. El Rey otorgó la carta de población a un lugar llamado Castiello de Salas, dando lugar al origen del actual concejo, privilegiado para el turismo de paisaje y la agroganadería

OCTAVIO VILLA

El origen del concejo de Nava está en la Carta Puebla o de población otorgada por el Rey Alfonso X el Sabio en junio de 1270 a un lugar conocido hasta entonces como Castiello de Salas, tornándolo así en un concejo de realengo, en indisimulada pugna con la Iglesia y el poder que ésta ejercía sobre la comarca desde el Monasterio de San Bartolomé, fundado en 1225. Por dicho origen, lo que hoy es Nava nació como Pola (o Puebla) de Nava, denominación que hoy persiste en una pequeña localidad muy cercana a la capital y que fue la capital real hasta que en el siglo XIX.

El monasterio fue perdiendo poder y en su entorno se fueron edificando casas de funcionarios que poco a poco dieron lugar a lo que en el siglo XVII se conocía ya como La Plazuela de San Bartolomé. Esta plaza coincide con lo que hoy es la iglesia y la Casa Consistorial, mientras la antigua Pola de Nava fue quedando en lo que es hoy.

Sobre el pergamino, la intención del Rey Alfonso X era facilitar que los vecinos de nava pudieran ser defendidos «de muchos males y muchos tuertos de cavalleros y escuderos e otros homes malfechores que les rovaban y les tomaban lo suyo sin su placer». La Carta Puebla remitía para regir este territorio al Fuero de Benavente, y ya se preocupaba de su bienestar económico, concediéndole un mercado que se celebraría todos los sábados del año.

Fue Nava un lugar importante durante los siglos siguientes como cruce de caminos y también por su conformación: un valle central de rica vega muy aprovechable para ganadería y agricultura, rodeado por montes que permitían tanto una cierta trashumancia cercana que aún hoy se practica, como la existencia de una suerte de microclima que hace que este valle sea más benigno que la costa y que la cordillera.

En las zonas bajas, las familias de agricultores y ganaderos fueron poco a poco completando sus rentas con cultivos como las pomaradas, dando poco a poco lugar a una cultura sidrera primero de llar y vecindad, luego de industria y ahora también de reclamo turístico.

En las altas, la riqueza de los pastos del final de la primavera y el verano reforzaron el uso de los montes, conquistados a través de empinados vericuetos que, con el andar de los tiempos y también por lo impresionante del panorama que ofrecen a quien se atreve con cuestas imposibles, de más de un 23% de inclinación, se han convertido en uno de los principales reclamos para el turista. Además, dos ediciones de la Vuelta Ciclista a España han hecho ver a todo el país y buena parte del mundo que al Cielo se sube recto por las rampas de Les Praeres. Allí se divisa el Paraíso.