Desde la torre de la iglesia, Castropol en primer término, Ribadeo, el puente de los Santos y Figueras. / O. Villa

La vida en la ría. Castropol vive de cara a una ría que nutre a la comarca en todos los sentidos. Frente por frente con Ribadeo y Galicia, la villa se yergue con elegancia sobre un promontorio que recuerda un castro

OCTAVIO VILLA

En la ría del Eo no hay lugar que no invite a soñar. Por el lado asturiano, Castropol y Vegadeo; por el gallego, Ribadeo. Los tres municipios encarnan modos diversos de entender una misma realidad, ese brazo de mar que les conforma desde siempre, que les nutre y les hermana. La ría es omnipresente, hasta el punto de que hacia el interior, donde las montañas comienzan a ganar presencia, el paisaje humano sigue mirando hacia esa puerta de entrada que es su bocana. Allí se ubicaron en su día castros con los que los que los habitantes de la zona vigilaban quién se adentraba en sus dominios.

De allí, en navegación de cabotaje, salían hacia otras partes de la península manofacturas de expertos orfebres, en oro de las minas cercanas que fueron uno de los anzuelos que motivaron a Roma a llegar hasta este lejano norte hispano a finales del siglo tercero antes de Cristo.

Esos castros siguen hoy presentes, enterrados o comenzados a atisbar, en muchos casos, pero también en el carácter de localidades como la capital de Castropol, encaramada en un promontorio cuya ubicación habría elegido cualquier pueblo castreño para construir su asentamiento principal. Vista desde cualquier punto, Castropol es hermosa y elegante, digna de los nobles y burgueses que llenaron su centro histórico de casonas, palacetes e iglesias como la capilla de Santa María del Campo, que en 1461 mandó edificar Don Diego García de Moldes en lo que hoy es el parque del Casino o de Vicente Loriente, y de la que se dice que anunció la vuelta de la primera expedición de Cristóbal Colón allende el Atlántico con un repicar alegre de campanas.

Muy cerca se encuentra la iglesia de Santiago Apóstol, centro hoy de la villa junto al Ayuntamiento, con una espigada torre desde la que se domina casi toda la ría y los terrenos de lo que en su día fue el concejo del Gran Castropol, al este y el sur del actual. Desde la que se ve bien la bocana y, a su lado, la villa de Figueras, localidad marinera, de artistas y de nobles pretéritos y actuales. Y, sobre todo, centro hoy de una de las industrias más avanzadas y que más renombre le está devolviendo a la construcción naval asturiana, Gondán, en cuyos astilleros se diseñan y construyen barcos hiperespecializados y supertecnológicos que dan buena fe de que el occidente también puede ser el faro de Asturias.